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A. García Megía - Centuria XX

PANORAMA GENERAL DEL PERIODO 1919 - 1929

Consecuencias económicas de la guerra

La Gran Guerra tiene para el mundo, y especialmente para Europa, un coste elevadísimo en hombres y recursos contabilizados en pérdidas demográficas altamente significativas, destrucción material catastrófica, especialmente en infraestructuras comerciales, productivas y sociales, que dificulta grandemente el cumplimiento de las resoluciones, reparaciones y sanciones acordadas en los tratados de paz.

Genera, además, cambios relevantes en la distribución y multiplicación de fronteras nacionales entre los países ganadores y perdedores de la contienda, impulsa al gran capitalismo que tiende hacia una concentración empresarial que facilita el desarrollo tecnológico y el crecimiento industrial, con incidencia especial en los sectores energético, químico, siderúrgicos, transporte y comunicaciones. A la vez, se intensifica la intervención del Estado en la planificación económica.

Europa pierde su liderazgo comercial e industrial, que cede a los Estados Unidos, el coloso del momento en el ámbito financiero, al no poder afrontar las consecuencias de la irrupción en la escena económica de los países no beligerantes al carecer de medios propios para renovar unas infraestructuras productivas obsoletas o arrasadas por las armas. Europa se erige en el gran deudor de EEUU y el centro de la economía mundial se traslada desde Londres hasta Nueva York.

Y es que la guerra no llega resolver los conflictos que la provocaron. Las diferencias imperialistas por el reparto del mundo se agravan por la aparición de otros intereses consecuentes con la irrupción de nuevas economías productivas industriales y comerciales. A la vez, las tensiones nacidas de reclamaciones de índole social crecen al mismo ritmo que la riqueza, animadas por las doctrinas emanadas de las nuevas ideologías sociopolíticas.

La demanda, avivada por la necesidad de reconstruir aquello que las armas arrasaron, origina una importante subida de precios consecuente con la producción limitada del momento. Las buenas expectativas comerciales generan un incremento de la producción en tal grado que el mercado, muy escaso de liquidez, no puede absorber. En consecuencia aumentan los stocks, caen los precios y las políticas nacionales protegen las economías locales con medidas proteccionistas y aranceles. Esta situación sólo revertirá su signo cuando, vía negociación, los países alcancen puntos de entendimiento que devuelven esperanza y optimismo. Serán la Conferencia de Génova de 1922, que vuelve al sistema de cambios del patrón oro, y la aplicación del Plan Dawes, de 1924, con su sistema de quitas que favorece principalmente al gigante alemán, quienes agilicen los intercambios comerciales e inyecten optimismo a la economía.

A nivel demográfico, las secuelas y heridas dejadas por la Gran Guerra determinan profundos cambios en la sociedad. Las vidas humanas perdidas, las heridas, el desarraigo, la inadaptación de los antiguos combatientes, la necesidad urgente de reconstrucción y la aparición de nuevos campos de actividad industrial orientan y condicionan la economía de postguerra. La corriente migratoria, ya iniciada con anterioridad, desde el campo a la ciudad experimenta un notable auge y otorga mayor protagonismo a las masas urbanas.

Los motores de un cambio

El resurgir de la producción y del comercio mundial está animado por la necesidad de satisfacer las peticiones de un mercado amplio de consumidores de carácter urbano, que demanda un consumo en masa, interclasista y multinacional, la implantación definitiva de las teorías sobre la racionalidad del trabajo y las cadenas de montaje, estimula la maduración de las nuevas técnicas y el avance de los medios de transporte y comunicación, superándose ampliamente las cifras de preguerra en todos los sectores de actividad.

El modelo americano y el éxito del american way of life, su vertiginoso crecimiento económico en producción, consumo y renta, hace de Estados Unidos el paradigma a imitar en lo que atañe e a estructuras empresariales, basadas en grandes empresas automatizadas, objetivos de democracia económica, «capitalismo del bienestar», y pautas de comportamiento social: gustos, modas y costumbres.

Frente al gigante americano, Gran Bretaña padece un considerable estancamiento económico que agravan las industrial económicas que emergen del Sur. Francia se recupera lentamente gracias a la estabilidad monetaria e inmigración, Alemania crece y moderniza su industria con importantes ayudas financieras extranjeras, Italia, envuelta en ideologías fascistas muestra su debilidad para asumir trasformaciones estructurales, Europa central y oriental acude al endeudamiento exterior para afrontar su reorganización…

La agricultura está en crisis y exige el endeudamiento de agricultores y países que basan economía en la producción de alimentos. La industria se mueve a ritmo desigual. Mientras las, antaño rentables, textil y siderúrgica crecen lentamente y padecen de sobreinversión, sobreproducción y paro estructural, las eléctricas, petroleras, automovilísticas y químicas, se consolidan y concentran. El comercio y las finanzas muestran un contradictorio crecimiento, entre producción y países, que es fuente de intercambios desiguales y enorme movilidad de capitales en el seno de una fuerte rivalidad financiera.

La quiebra del antiguo orden colonial supone para determinadas economías la oportunidad para romper ataduras con las potencias europeas de la que han dependido para acceder a determinados bienes y materias que, ahora, pueden ser obtenidos de otros países o producidos por sí mismos. Gran beneficiado de esta ruptura será, en el primero de los casos además de Estados Unidos, Japón. Argentina, Canadá, India, Australia…, son el paradigma de la segunda opción, ejemplos de industrialización acelerada con el apoyo del capital norteamericano.

La fragmentación de los grandes imperios resultante de la guerra, que genera nuevos espacios económicos propios o se caracterizan por su tendencia hacia sistemas anticapitalistas o nacionalistas autosuficientes, restringe el área de mercado exportador occidental. Entre 1919 y 1939 se potencian de manera relevante los medios de transporte y comunicación ya conocidos, el ferrocarril y la prensa, y se desarrollan otros que nuevos que no tardan en adquirir una posición dominante, es el caso del automóvil, la radio, y, luego, el avión y la televisión. En medio de este ambiente, Estados Unidos refuerza papel de protagonista absoluto en el mundo. Así, las características de la coyuntura económica que sigue han de contemplarse como consecuencia y reflejo de la situación generada.

Las transformaciones estructurales y productivas iniciadas con la segunda revolución industrial, aceleradas por las exigencias bélicas durante la contienda y las necesidades reparadoras que la siguen, sirven de base y sustento para las grandes fluctuaciones económicas del periodo que hace temblar al orden establecido y al sistema capitalista. No obstante, la relativa recuperación conseguida a lo largo de los años veinte, una falsa prosperidad en la que se sustituyó «la realidad por la ilusión1», sufre un cambio de signo a partir de 1929 que sume al capitalismo liberal en una profunda depresión que prepara el camino para la II Guerra Mundial.

El esplendor efímero de los años veinte

Europa y Estados Unidos afrontan la tarea de reconstruir su economía. La recuperación económica se inicia realmente en 1922. Las políticas de los gobiernos europeos dirigidas a conseguir la estabilización monetaria, el freno de la inflación y la racionalización de la economía, junto a las ayudas norteamericanas, permiten el remonte de los recursos nacionales, aunque con las tasas de crecimiento son muy inferiores a las estadounidenses.

Para Estados Unidos la tercera década del siglo supone una de sus mayores épocas de crecimiento y expansión en todos los sectores, pero especialmente en lo referente a energía eléctrica, producción y consumo, petróleo, siderurgia, bienes de equipo, industria textil, destacando las fibras artificiales, química y automovilística, cuya comercialización en los mercados europeo e iberoamericano dispara su balanza comercial y hace de reclamo para la llegada de nuevos capitales. Tal desarrollo queda reflejado de manera natural en los salarios y, consiguientemente, en la demanda comercial interior.

No obstante, esta sociedad de opulencia y consumo se cimenta sobre unas bases muy vulnerables que terminarán desencadenando la crisis de 1929. El sistema capitalista en sí es frágil e interdependiente, de modo que la menor incidencia perturbadora se refleja y multiplica en todas las economías y países. En los años veinte la producción industrial depende en gran medida de créditos y pagos a futuro, cualquier variación en los precios o en la demanda puede dificultar el cumplimiento de los compromisos adquiridos y generar inseguridad y desconfianza. Así se gestó el martes negro del 29 de octubre de 1929, en Wall Street.

El sueño democrático

El desmembramiento de los imperios alemán, austro-húngaro y zarista genera nuevos estados que, en general, copian, ilusionados, formas institucionales democráticas de las naciones vencedoras a las que deben su independencia o renacimiento. Pero no siempre se consolidan al carecer de los requerimientos básicos que exige el afianzamiento de un sistema parlamentario. La nula tradición en este sentido de una población sometida históricamente a la dominación extranjera y carente de sentimiento alguno de personalidad nacional, no parece preparada para ello. Las estructuras sociales tampoco. La burguesía, tipo occidental, no está desarrollada. El pueblo se categoriza básicamente en dos estadios: grandes propietarios territoriales y campesinado servil. El analfabetismo es el estadio educativo más común. Las rivalidades étnicas dificultan la convivencia… La democracia, pues, encuentra poco apoyo en una mentalidad pública que apenas existe todavía.

Por otra parte, las élites dirigentes burguesas que temen las movilizaciones reivindicativas de las clases obreras revolucionarios, con el ejemplo de la revolución bolchevique en Rusia ante los ojos y Lenin empeñado en la aplicación práctica de las teorías socialistas de Marx y Engels a partir de tesis y principios que pasarán a las historia con el nombre de marxismo-leninismo, interpretan como menos peligrosa la amenaza de los fascismos que afloran en estos años. Sólo después, con Mussolini en Italia, desde 1922, apoyado por la monarquía, el ejército y la gran industria, y, una década más tarde, Hitler en Alemania, tomarán conciencia del elevado riesgo que conlleva la instauración y desarrollo de las dictaduras de derechas. Así es como muchas instituciones parlamentarias entran en crisis y son pronto substituidas por regímenes autoritarios.


Datos tomados de Kinder/Hilgemann2.

Los años locos

Otra cara del periodo de entreguerras, en general, es la vivida por clases altas y medias, especialmente en París, conocida como «los locos años veinte» o «los felices años veinte». Tras cuatro años de guerra la juventud busca con desesperación el olvido, y lo hace sustituyendo el sufrimiento por la fiesta y los placeres. Las costumbres se relajan y los jóvenes rechazan sistemáticamente cualquier rasgo convencional en la búsqueda alocada de un clima de mayor libertad. Nuevas modas, muy atrevidas según el parecer del pensamiento más conservador, se extienden de manera imparable. Se modifica el largo de las faldas y recorta la longitud del cabello femenino, se busca diversión en el seno de salas de baile y clubes donde el aire se carga con el sonido trepidante de los nuevos ritmos sincopados de Louis Armstrong junto al aire lento y sentimental del tango interpretado por otro de los ídolo del momento, Carlos Gardel. Las jóvenes flappers, se multiplican, las sufragistas también. Una nueva mujer ha surgido de la guerra. Una mujer liberada y activa.

Paris vuelve a ser punto de encuentro de artistas de toda índole y condición. Las tendencias musicales que han triunfado en Estados Unidos, el Charlestón3 o el Jazz4, que en este periodo alcanza cotas cercanas a música clásica, con la que experimenta y combina sin complejos en composiciones como Rhapsody in Blue, de George Gershwin, estrenada en Nueva York, otorgan color y novedad a la bohemia que se cita en la capital francesa. En el ámbito de la músca más convencional y clásica se significa el húngaro Béla Bartók, con su Cuarteto para cuerda número 2, y escandaliza el ritmo repetitivo del Bolero de Maurice Ravel.

Las implicaciones de esta tendencia son trascendentes. La aceptación de los ritmos musicales populares significa la pérdida de su carga conceptual peyorativa. El tango, por ejemplo, música arrabalera argentina importada por los emigrantes, se extiende rápida y exitosamente en los círculos burgueses y su baile, pleno de sugerencias, es bandera que apunta resquicios de cierta liberalización sexual. El papel de la mujer en los bailes acentúa su sensualidad que refuerza con ropajes más ajustados, pantalones, maquillajes exagerados… y un cigarrillo en los labios.

La ciudad vuelve a ser el refugio soñado para intelectuales, pintores, literatos y revolucionarios del arte que se citan en bares, clubes y teatros, donde la revista musical, en la que reinan figuras como Josephine Baker, la estrella del charlestón en el Folies Bergère, concita pasiones. Nueva York, Broadway, París, Berlín… estrenan infinidad de espectáculos que triunfan a ambos lados del atlántico, y algunos de sus números trascienden a la época permanenciendo en el acerbo cultural de la memoria colectiva gracias a la popularidad que le otorgan sus versiones cinematográficas. Sirva como ejemplo el tema Tea for two, de Vincent Youmans, incluido en el musical No, no, Nanette, de 1925, perpetuado en la versión de Doris Day incluida en la película de David Butler Té para dos, de 1950.

Los años veinte representan, precísamente, para el cine, tal vez, el decenio de mayor originalidad y experimentación de toda su historia. La cinematografía se mueve con soltura en el universo regenerador de las vanguardias artísticas gracias al desarrollo de un circuito de exhibición alternativo en el que los cineastas experimentales pueden mostrar sus ensoñaciones. Se compone éste de cine-clubs y locales especializados que, además de proyecciones, programan conferencias y seminarios sobre ellas, contando siempre con la colaboración inestimable de las revistas especializadas, sin cuyo apoyo este cine minoritario no habría podido sobrevivir.

Personajes relevantes de la época en el mundo del celuloide son el director alemán Fritz Lang, Charlie Chaplin, actor y director, Lon Chaney… y Mickey Mouse, el ratón dibujado por Walt Disney y Ub Iwerks en 1928 que alcanza la cima de la inmortalidad desde que aparece por primera vez en una pantalla en el corto animado Steamboat Willie.

A nivel literario se gesta un movimiento que centra su labor en la subjetividad, aunque pronto será aceptado por la totalidad de los lenguajes artísticos: pintura, fotografía, cine… Se generaliza con ello una línea de liberación creativa, basada en la espontaneidad y la casualidad, que deja vía libre a la exteriorización del inconsciente. En los comienzos del año 1924, André Breton encuentra en la obra de Guillaume Apollinaire un nombre para la nueva tendencia, Surréalisme5, y publica el Primer manifiesto surrealista que define y concreta los principios que la animan. Las técnicas empleadas para alcanzar tal objetivo son diversas: «cadáveres exquisitos», escritura automática, hipnosis, rememoración de sueños… Se pretende demostrar que «que la velocidad del pensamiento no es superior a la de la palabra, y que no siempre gana a la de la palabra, ni siquiera a la de la pluma en movimiento6». Las técnicas que utiliza el creador surrealista para conseguir su ideal de belleza son múltiples, polivalentes, poco convencionales y, en ocasiones, ocurrentes, proliferando collages, frottages… Marcel Duchamp, Jean Arp, Dalí, Max Ernst, Masson, Man Ray son algunos de los nombres que harán grande a este movimiento.

Carnaval y nueva modernidad, publicitados desde la prensa, la radio y el cine, ahora con banda sonora, erigidos en colosos de la comunicación. Sumado a ello, el código de comportamiento femenino iniciado durante la guerra camina inexorable hacia su emancipación. El estilo «a la garçonne» promovido por Coco Chanel es bandera que ilustra este gran avance en el camino de la liberación de la mujer.

A. García Megía

Bibliografía
1. Andújar, Olvido. «El jazz en el cine: desde las primeras películas sonoras a la Segunda Guerra Mundial», Revista de Libros de la Torre del Virrey, Número 1, 2013/1.
2. Breton, André. Manifiestos del surrealismo, Editorial Argonauta, Buenos Aires, 2001.
3. De Toro Santos, Antonio Raúl y Francisco García Tortosa, coord. Joyce en España, Vol. 2, Universidade da Coruña, Servizo de Publicacións, 1997.
4. De Vega, Pedro. «Mussolini: una biografía del fascismo», en Estudios político-constitucionales, Universidad Autónoma de México y Universidad Complutense de Madrid, México, 2004, pp 249-263.
5. Galbrait, John Kenneth. Historia de la economía, Ariel, Barcelona 1998.
6. Gubern, R. Historia del cine. Editorial Lumen, Barcelona, 2003.
7. Hobsbawm, E. Historia del siglo XX. Barcelona: Crítica, 2012.
8. Kinder, H. y W. Hilgemann, Atlas histórico mundial. De la Revolución Francesa a nuestros días, Edciones Istmo, Madrid, 1973.
9. Montalbán López, Rubén. «Revisión sociológica del fascismo europeo en el período de entreguerras», Anduli: revista andaluza de ciencias sociales, Nº. 15, 2016, pp. 83-101.
10. Morgan, Roberto P. La música del Siglo XX, Akal Ediciones, Madrid, 1991.
11. Nieto, Velia. «La forma abierta en la música del siglo XX». Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. 30, nº 92, 2008, pp. 191-203.
12. Payne, S.G. Historia del Fascismo. Barcelona: Planeta. 2016.
13. Trifonovich Iovchuk, M., T. Ilich Oizerman e I. Yakovlevich Schipanov. Historia de la filosofía, Teoría marxista-leninista, traducido del ruso por Arnaldo Azzati, t, II, Progreso, Moscú, 1978.
14. Villares, R. y Bahamonde, A. El Mundo Contemporáneo. Del siglo XIX al XXI. Madrid: Taurus, 2013.
15. VV.AA. Actas del Congreso Internacional El surrealismo y el sueño, Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid, 2013.

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