Crisis del liberalismo en la postguerra

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Rubén Montalbán López

CRISIS DE LOS SISTEMAS LIBERALES EN LA EUROPA DE POSTGUERRA

El final de la guerra debía de suponer el triunfo de la democracia y ciertamente así ocurrió. Entre 1918 y 1920 se crearon en el territorio europeo diferentes Estados dotados de constituciones democráticas, sobre los vacíos de poder que quedaron tras la caída del Imperio Austro-Húngaro, el Imperio Turco Otomano y el Imperio Zarista. A la altura de 1919, todos los países europeos gozaban de gobiernos constitucionales (salvo Hungría y Rusia), pero en torno a 1940 solo quedaban seis países que no fueron dominados por regímenes antidemocráticos.

La caída del sistema político liberal hizo que se hundieran sus valores e instituciones. El tránsito del sufragio censitario al universal masculino, en muchos países, fue objeto de duras críticas desde los sectores conservadores y elitistas, entraron en juego nuevos agentes políticos, como los partidos socialistas o de clase obrera, lo que supuso una creciente adecuación para conservadores y burgueses, ante la dificultad, muchos optaron por la vía no legal (Villares y Bahamonde, 2013:266-267).

Cuatro factores cruciales, a la hora de analizar la caída del sistema polítco liberal son:

  • El debilitamiento de los regímenes democráticos de posguerra se debió a la falta de aceptación por parte de la burguesía. Ningún régimen democrático fue destruido a causa de la izquierda durante este período, «la amenaza para las instituciones liberales procedían exclusivamente de la derecha» (Hobsbawm, 2012:119); la derecha fundamentó el uso de la violencia por el temor a una revolución comunista (pese al «cordón sanitario» que Europa realizó contra la URSS de Stalin), pero no existió realmente tal amenaza. Los partidos liberales no fueron capaces de estabilizar la sociedad, en sus respectivos Estados, debido a la falta de apoyo y al fracaso de alianzas con la burguesía y movimientos obreros, ni pudieron gobernar (Luebbert, 1997:190-193). Las sociedades que acabaron en socialdemocracias o dictaduras fascistas en el período de entreguerras fueron aquellas en las que el experimento de alianza entre movimiento obrero y partidos liberales fracasó (Luebbert, 1997:104-117).
  • Frente a los partidos liberales se encontraban los partidos socialdemócratas (marxistas) que apostaron por la vía democrática frente a la revolucionaria. De hecho, estos constituyeron el principal garante democrático en el período de entreguerras. Los partidos comunistas fueron minoritarios y gozaron de apoyo relativo; donde supusieron cierta oposición fueron prohibidos o suprimidos (Hobsbawm, 2012:119).
  • Surgió un nuevo corporativismo que luchaba por aplacar los problemas sociales desde fuera del sistema parlamentario, como sindicatos obreros o ligas patronales. Frente a ellos, los conservadores y burgueses no supieron organizarse, por lo que redujeron su capacidad de negociación sindical, abriendo una fuerte brecha entre obreros capaces de negociar y una clase media que veía amenazados sus intereses (Maier, 1988:706-708).
  • Un último elemento desestabilizador fue el propio mapa político que surgió tras la guerra, ya que las democracias que gozaban de mayor estabilidad se correspondían con los países vencedores o neutrales. Por otro lado, los países derrotados poseían regímenes democráticos más inestables debido a la falta de tradición democrática y/o constitucional y existía en ellos una enorme divergencia entre campesinos y clases dominantes tradicionales(en los países menos industrializados). El ejemplo más claro son los países de Mitteleuropa (Europa central) que se encontraron con la doble tarea de establecer una democracia y construir una nación propia; sumado el efecto desestabilizador de la multietnicidad (Villares y Bahamonde, 2013:269-270).

Si bien, algunas democracias resistieron, como la de Reino Unido, Francia o Suiza, donde triunfó la estabilización liberal, gracias a alianzas de centro y derecha (Luebbert, 1997:403), o la solución escandinava, donde se estableció la socialdemocracia, formada por coaliciones de obreros y campesinos (Luebbert, 1997:531). Ante esta crisis del liberalismo democrático, se produjo una seducción social hacia los extremos ideológicos como los regímenes autoritarios. Aunque, las fuerzas del nacionalismo extremo habían existido desde antes de 1914, no fue hasta después de 1914 cuando ganaron un apoyo masivo.

Las fuerzas antidemocráticas de nacionalismo autoritario o de derechas que alcanzaron el poder, pese a ciertas similitudes, pueden dividirse en tres grupos (Hobsbawm, 2012: 119-121):

  1. Los autoritarios o conservadores de viejo cuño, cuyos líderes carecían de una ideología concreta más allá del anticomunismo y los prejuicios tradicionales de su clase. Se aliaron con el fascismo debido a la alianza natural de toda la derecha en el período de entreguerras. Aunque a veces también tuvieron que enfrentarse a la oposición fascista.
  2. Los regímenes que promovían el estado orgánico (conservadores) que más que promover una defensa del orden tradicional recreaban sus principios en una forma de resistencia al individualismo liberal y al desafío que creaba el movimiento obrero y el socialismo. Defendían una teoría corporativista de estamentos sociales y económicos frente a la democracia liberal.
  3. Una tercera fuerza eran los movimientos fascistas; los que se tratará con más detenimiento más adelante. (Payne, 1995:55-60)

Dictadura, autoritarismo y totalitarismo fascista

La aparición y naturaleza de los fascismos es uno de acontecimientos de la Historia Contemporánea que ha generado una mayor cantidad de obras e interpretaciones. No existe un acuerdo respecto a los conceptos, ya que se emplean términos como fascismo, totalitarismo, autoritarismo o dictadura para referirse a todos los sistemas políticos que negaban el pluralismo político y defendían el ejercicio del poder era sostenido por un líder carismático (Payne, 1995:11-13). Se pueden establecer que dictadura es el término genérico usado para describir un régimen político en el que la democracia, los derechos individuales y parlamentarismo están ausentes. Sin embargo politólogos e historiadores establecen una división de las dictaduras en dos categorías: autoritarias y totalitarias (Arendt, 1998).

Una dictadura autoritaria no llega al poder como resultado de una revolución de las masas sino que parte desde la existencia de un régimen conservador que incrementa las medidas antidemocráticas para neutralizar a la masa y organización obrera. Este tipo de dictaduras también pueden alcanzar el poder mediante un golpe militar. Sea cual sea su origen, estos regímenes están fuertemente comprometidos a restaurar o mantener la estructura y los valores tradicionales. La dictadura totalitaria por el contrario, accede al poder mediante un movimiento de masas o una revolución. Promueve una radical ideología además de un programa de transformaciones políticas, económicas y sociales (Todd, 2002:12), […].

El fenómeno fascista. ¿Qué es fascismo y qué no es fascismo?

El comunismo y el fascismo fueron gemelos ideológicos, hijos de la Gran Guerra, cuya existencia se justificó por la lucha de uno contra el otro. Dichos regímenes transportaron al juego político la experiencia de las trincheras, es decir, la violencia y la sumisión individual por una causa colectiva. Fue por tanto en los países derrotados o arrinconados por la paz de posguerra donde estas nuevas ideologías totalitarias encontraron apoyo (Furet, 1995: 197). Si bien, únicamente nos centraremos en el estudio del fascismo, ya que abarcar también el comunismo, rebasaría el objetivo establecido.

A comienzos del siglo XX surgió en Europa un ascenso de nuevas fuerzas de derecha y de conservadores que rechazaron el conservadurismo moderado, del siglo XIX, para apoyar un sistema autoritario moderno y diferente de la revolución de izquierdas y del radicalismo fascista. Estas nuevas fuerzas de la derecha pueden dividirse: por un lado, en la denominada como derecha conservadora (autoritaria) y, por otro lado, la llamada derecha radical (Payne, 1995:25).

Los nuevos grupos autoritarios de derecha combatían muchas veces contra los mismos enemigos que los fascismos y perseguían ciertos objetivos comunes; si bien, existen diferencias entre ambos movimientos. La derecha autoritaria conservadora (también la derecha radical) mostraba apoyo a la religión frente al fascismo que promovía una nueva mística cultural. La derecha conservadora autoritaria no buscaba una ruptura radical, sino una continuidad legítima, aunque transformando el régimen hacia un modelo más autoritario. Sin embargo, la derecha radical buscaba acabar con todo el liberalismo existente, por lo que incluía el apoyo a la institución eclesiástica y a un monarquismo reformado. Por ello, la derecha conservadora daba su apoyo a las tradicionales élites evitando novedades en el sistema de poder; mientras que los radicales, estaban dispuestos a generar una nueva clase dominante, aunque sin llegar a ir tan lejos como los partidos fascistas (Payne, 1995:24-27).

Respecto a la movilización popular y el apoyo social, la derecha conservadora tardó en movilizar a las masas, pero contó con el apoyo de amplias capas de la población rural y clase media-baja; e incluso superó a los fascistas en ocasiones, que por lo general realizaron una movilización multiclasista y casi revolucionaria. Por su parte, la derecha radical fue el sector de derecha más débil respecto a movilización, ya que no pudo seguir el corte de movilización fascista ni tampoco atraer a los sectores más moderados de la derecha conservadora autoritaria. Por ello, la derecha radical se esforzó en conseguir el apoyo del ejército e incluso optó por aceptar un gobierno militar. Los fascistas fueron la fuerza más débil a la hora de conseguir el apego militar. El fascismo buscó la neutralidad militar y rechazó el pretorianismo, ya que un gobierno militar los excluiría del poder y las milicias paramilitares generarían competencia a las fuerzas del orden (Payne, 1995:28-29).

Los grupos de nueva derecha conservadora autoritaria fueron más moderados que los fascistas; aunque en los años 30 se infectaron de algunas formas fascistas. La nueva derecha conservadora continuó promoviendo su continuidad conservadora y legal. Mientras que la derecha radical difirió claramente del fascismo, ya que sus apoyos eran elitistas y no pudieron mostrarse a favor de la movilización interclasista y la transformación promovida por el fascimo; persiguieron un régimen político radicalmente diferente, pero evitando cambios sociales y culturales. A pesar de que en lo referente a la violencia, militarismo e imperialismo, fueron tan extremos e incluso superaron al fascismo (Payne, 1995:30).

Según Hobsbawm (2012:122-123) la principal diferencia entre la derecha fascista y la no fascista fue que el fascismo movilizó a las masas desde abajo. Los fascistas fueron revolucionarios de la contrarrevolución, hicieron un llamamiento a los que se sintieron víctimas de la sociedad, ya que prometieron una transformación social; aunque no pretendieron restaurar el orden tradicional, adaptaron algunos de sus valores a su programa. El fascismo es por tanto, una combinación de valores conservadores, técnicas de la democracia de masas y una ideología innovadora que apoyó una fuerte violencia irracional, centrada fundamentalmente en el ultranacionalismo. Dichos movimientos de la derecha radical ya habían surgido a finales del siglo XIX, como reacción contra el liberalismo y contra los movimientos socialistas obreros (en ese momento en ascenso). Estos movimientos (fascistas) calaron en las capas medias y bajas de la sociedad europea, sobre todo, en países en los que no prevalecieron los valores liberales y democráticos.

Señala Luebbert (1997:456-463) que aquellos recién creados estados-nación (con partidos liberales débiles, con un alto porcentaje de población rural y una débil movilización campesina-obrera) fueron el principal foco donde surgieron regímenes antirrevolucionarios de gobiernos autoritarios, que protegerían tanto los intereses agrarios, como los de la fracción burguesa urbana. Por el contrario, en las sociedades altamente movilizadas y modernas de Europa occidental, con un movimiento obrero fuerte, los regímenes liberales se transformaron en dictaduras fascistas institucionalizadas y estables, debido a la inaplicabilidad y el desapego de la dictadura tradicional.

Caracterización del fascismo

Pese a todo, no existe un consenso general a la hora de establecer cuáles son las principales características comunes del fascismo, y no es de extrañar, puesto que tampoco existe consenso a la hora de determinar qué tipo de movimientos fueron puramente fascistas. […] Una vez recopiladas estas apreciaciones, se puede sintetizar en la siguiente conclusión: el fascismo es un movimiento nacionalista que se opone al liberalismo y al marxismo, a cuya cabeza destaca un líder carismático; su objetivo es el establecimiento de un régimen totalitario dominado por un único Partido; este Partido Único dispone de una milicia política; se promueve la movilización de las masas a través del control de los medios de comunicación y la educación. Por último, en todos ellos destaca el uso generalizado del terror y la violencia psíquica o física contra todo aquel que se opusiera a sus fines, o bien, para crear un clima de presión e inestabilidad política que le concediera legitimidad y le permitiera alcanzar el poder.[…]

Regímenes fascistas

Fascismo italiano

En el siglo XX la diferenciación social había comenzado a expandirse en Italia entre la nueva clase media urbana y la clase obrera industrial; el PSI (Partido Socialista Italiano) emergía con fuerza (aunque dividido entre reformistas y revolucionarios como Benito Mussolini) (Jackson, 1997:105-107). La experiencia de la guerra inclinó a muchos italianos hacia la derecha surgiendo una serie de Fasci que perseguían la continuación de Italia en la Guerra. Tras la conocida como «victoria mutilada» se vivieron unos años de agitación política, de huelgas obreras y campesinas que cosecharon éxitos gracias a la fuerza sindical (Bienio Rojo). Las clases medias, peor organizadas, se encontraban frustradas y amenazadas por los éxitos socialistas, por lo que buscaron una solución extrema a sus problemas (Kitchen,1992:162). Los pequeños terratenientes eran conservadores resentidos por la influencia de los sindicatos agrarios, además los ingresos de funcionarios y empleados caían frente a los éxitos obreros (Payne, 2014:64-65). Con este clima, surgieron ligas de defensa de la clase media y multitud de organizaciones políticas paramilitares, provocando un aumento de la violencia política. En 1921 los Fasci di Combattimento eran ya la organización política de mayor espectro social; incorporando a miembros de la clase media baja y campesinos, los Fasci se transformaron en el Partido Nacional Fascista (PNF) (Jackson, 1997:108).

La situación era desorden económico y político, los radicales fascistas buscaban dar un golpe de Estado, aunque Mussolini decidió obtener el poder presentándose a las elecciones, así se otorgaba legitimidad (aunque no alcanzó ni el 20% de los votos). Tras la Marcha sobre Roma (1922), donde los fascistas armados se disponían a otorgarle el poder a su líder, el rey otorgó el poder a Mussolini para liderar una nueva coalición parlamentaria; políticamente fue un error creer que los fascistas podrían ser civilizados una vez que ocuparan el poder (Borejsza, 2002:52-67).
Mediante la intimidación y la violencia de las escuadras fascistas, el Partido Fascista comenzó a acumular poder, siendo a partir de 1925 cuando comenzó la dictadura fascista. La dictadura de Mussolini intentó impedir la fusión de Estado y Partido, aunque éste último fue usado para el adoctrinamiento y la movilización entre las masas. Por ello, la Italia fascista no puede confirmarse como una dictadura totalitaria; el PNF más que controlar el Estado, quedó subordinado a él (Borejsza, 2002:68-88). La solución que ejecutó Mussolini para luchar contra los bolcheviques, pareció digna de imitación y la derecha europea la imitará en sus respectivos países. La solución fascista fue conocida como una 3ª vía para construir un nuevo Estado (Todd, 2002:12).

Nacionalsocialismo alemán

En Alemania existía una fuerte clase media sin organización política. El elemento clave para entender el ascenso del ultranacionalismo alemán es la gran crisis de posguerra: dura y humillante paz, brutalización de la vida política, amenaza de la revolución social, caída de las condiciones de vida y renta per cápita, altísimas tasas de paro, así como diferentes intentos de derrocamiento del gobierno (tanto desde la derecha como desde la izquierda). Todo ello afectará a los intereses de la clase media que amenazados buscaron respuestas, frente a un gobierno que no respondió a sus demandas, abrazando la ideología de extrema derecha (Hobsbawm, 2012:136-137).

En Alemania, los comunistas alemanes formaron el partido comunista más numeroso (después del ruso) el KPD, el cual lanzó sin éxito dos insurrecciones. Además existían otros grupos nacionalistas radicales que prepararon sus propias conspiraciones; ejemplo es el DAP (Partido de los Trabajadores Alemanes), donde Hitler comenzó su carrera política; posteriormente cambiaría su nombre por NSDAP (Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes). En 1923, el NSDAP contaba ya con 55.000 miembros, de los cuales el 36% eran obreros y un 52% de la clase media; cifra que ascendería al doble en 1928 y a 1.414.975 en 1932 (Buchrucker, 2008:77). Este partido se desarrolló como un movimiento interclasista con una composición social muy alta. Pese a la estabilización gubernamental tras el Putsch de Múnich, con la crisis de 1929 Alemania volvió a otra nueva situación desestabilizante: economía ruinosa, miedo a una nueva insurrección del KPD y masas de obreros resentidos por el azote económico.

El NSDAP se presentó como un movimiento de salvación que ganó apoyo hasta entre la élite y las viejas clases medias independientes, pese a que la mayoría de votos se aglutinaban entre la clase media y un tercio de los obreros (Borejsza, 2002:109-116). Aunque durante las elecciones de 1932 los nazis habían perdido fuerza electoral, el presidente de la República de Weimar, Hindenburg, creyó que podría «domesticar» a los nazis ofreciéndole a Hitler la oportunidad de ser canciller como jefe de una coalición parlamentaria (Gallego, 2001:232-239).

Tras el sospechoso incendio del Reichstag, Hitler tomó medidas extraordinarias y tras las elecciones de marzo de 1933 (cuya legalidad es dudosa), los nazis consiguieron casi la mitad de los votos y gobernaron gracias a su coalición con el DNVP (partido de ideología conservadora nacionalista). Posteriormente se aprobarían poderes para gobernar por decreto del Führer. (Borejsza, 2002:120-132).

El nacionalsocialismo creó un Estado nuevo: un Estado dual, ya que el sistema estatal siguió funcionando, pero paralelamente, los principales cargos burocráticos y estatales fueron asumidos por miembros del Partido nazi; a la altura de 1944 el régimen ya se había convertido totalmente en un Estado del Partido, siendo la mayoría de miembros del Partido de la clase media, así como un importante número de obreros (Aróstegui, 1998:50-56), […].

Rubén Montalbán López, «Revisión sociológica del fascismo europeo en el período de entreguerras», Anduli: revista andaluza de ciencias sociales, Nº. 15, 2016, pp. 83-101

Bibliography
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