Raza, alteridad y exclusion

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Alejandro Castillejo Cuéllar

RAZA, ALTERIDAD Y EXCLUSIÓN EN ALEMANÍA EN LA DÉCADA DE 1920


La antropología hoy busca nuevos y promisorios objetivos: se debe hacer especial énfasis en la investigación acerca del rassenmischlinge en casa y en el extranjero.
Eugen Fisher, Die Rohoboter Bastards und das Bastardisierungsproblem beim Menschen, 1913


La investigación social no se realiza en el vacío político1. Por el contrario, es forjada por las condiciones sociales que dominan no sólo los intereses intelectuales, sino también los enfoques teóricos con los cuales se enfrentan determinados problemas sociales. En este sentido, la fundación de una institución académica en particular nos muestra la compleja relación entre la constitución de lo que históricamente se consideran como temas fundamentales del conocimiento científico y el contexto sociopolítico en el cual éstos se legitiman.

En 1927, bajo la protección del Kaiser Wilhelm Gesellschaft (Sociedad Kaiser Wilhelm), centro organizador de las políticas de investigación en Alemania, se funda el Kaiser Wilhelm Institut für Anthropologie, Menschliche, Erblehre und Eugenic (Instituto Kaiser Wilhelm de Antropología, Herencia Humana y Eugenesia). Su establecimiento representó el pináculo del movimiento eugenésico alemán desarrollado durante las décadas previas, al igual que el nacimiento de uno de los centros intelectuales en donde eventualmente se afianzó el proyecto de ingeniería social del Tercer Reich2.

Sin olvidar el debate entre los historiadores de la eugenesia alemana en cuanto al grado de complicidad del Instituto y su papel concreto en la sustentación biológica del Nazismo, generalmente se ha admitido que el Instituto Kaiser Wilhelm concentró y estimuló áreas de investigación que si bien durante los años 20 hacían parte de la investigación de vanguardia en áreas como la herencia y la antropología, fueron eventualmente apropiadas3 por el nacionalsocialismo como parte de su proyecto de cartografía social4. La pregunta sobre la naturaleza de lo otro, en última instancia el dilema conceptual que alimentó el proyecto eugenésico en tanto proyecto político científico, sufrió una serie de transformaciones que pusieron la práctica científica hacia la década de 1930 al servicio, en el sentido más literal, de una ideología de aniquilación directa e institucionalizada de otros indeseables, de aquéllos cuya vida no merecía ser vivida, lebensunwertes leben5.

No hay duda en cuanto al papel de la antropología y de la biología en la definición de la idea de nación alemana durante el periodo de Weimar. Biólogos y antropólogos, asociados a instituciones encargadas de determinar políticas públicas, particularmente en salud, hicieron un gran esfuerzo por elaborar teorías, u operacionalizar las que ya circulaban, que permitieran investir con una serie de significados la idea de nación. En este sentido, el concepto de germanidad fue reforzado con discursos académicos que, eventualmente, asegurarían la legitimidad de una narrativa excluyente. La configuración de la idea de identidad nacional fue vista como el proceso mediante el cual se develaban las condiciones físicas, mentales y culturales, que permitían la trascendencia de una unidad nacional en el tiempo y en el espacio: la forma como el Völk llegó a ser concebido durante la República de Weimar, y posteriormente durante el periodo nazi, muestra el carácter necesariamente político y contextual de la noción de pertenencia. En cierta medida, quienes hacían parte de la nación eran definidos con criterios biológicos, tomados incluso del acervo colectivo de imaginarios que circulaban en la época. Las prácticas de investigación formales, tales como la craneometría y el método genealógico, definieron las condiciones objetivas para la inclusión dentro del proyecto general de unidad social. Al final, la ciencia, aquélla prevista por los nazis, ayudó a reimaginar una comunidad mítica perdida y olvidada por largo tiempo.

EL ESPECTRO DE LA GUERRA
El fin de la Primera Guerra Mundial tuvo como consecuencia generar una serie de problemas sociales que tomaron por sorpresa a la que en aquel entonces se veía a sí misma como una nación derrotada y humillada6. Este evento particular en la historia del siglo XX impulsó de diferentes maneras el desarrollo de la eugenesia7; el país se había entregado a la guerra con la confianza de una nación apoyada por una larga historia de logros en la ciencia y las humanidades, de un Völk constituido por músicos, poetas y filósofos, que se representaban a sí mismos como el pináculo de la civilización y de la cultura. En realidad, casi nadie tenía dudas en la nación sobre su victoria final. «La pregunta que aparecía en la mente del público en 1915», dice el historiador William Carr, «no era si Alemania ganaría la guerra, sino el propósito que dicha victoria tendría»8.

Pero Alemania perdió la guerra, y la entusiasta visión de una sociedad robusta y saludable, expresada en la integración relativa de su comunidad, colapsó9. Como consecuencia del Tratado de Versalles, el país perdió parte de su dominio territorial sobre Prusia Occidental y Posen. Así mismo, Alsacia-Lorena fue devuelta a Francia, y Silesia, uno de sus centros industriales, fue asignada a Polonia. Los términos del Tratado obligaron al Reichstag a desmantelar el ejército y a ceder todas las posesiones coloniales al mandato de la Liga de Naciones. Las grandes pérdidas financieras, el desmembramiento del territorio y la desarticulación de la población tuvieron enormes implicaciones10.

La Nación, vista ya desde entonces como un organismo, se desintegró rápidamente. La población disminuyó dramáticamente, generando así una nueva y devastadora imagen de sociedad contaminada y lisiada. Este momento histórico ofreció las condiciones necesarias para promover un discurso político basado en la búsqueda de unidad nacional, en la reconstitución, especialmente después de los años de la masacre contrarrevolucionaria que llevó a la instauración de una democracia parlamentaria, y al frustrado golpe de estado del ala derecha en la primavera de 1920.

Durante este convulsionado periodo, Hugo Preuss, Secretario de Estado durante los años iniciales del Período de Weimar, presentó ante la Asamblea General el carácter esencial de este principio unitario propio del período de Reconstrucción: «La tradición de siglos, todo el anhelo del pueblo alemán está unido con el nombre de Reich (…)»11. Desde entonces, dos temas se hicieron sustanciales para el discurso de Reconstrucción: por un lado, el concepto indivisible y, por tanto, excluyente de pueblo y, consecuentemente, la conexión entre esta unidad y una metáfora organicista.

Producto de la guerra, y en el marco de las discusiones políticas de la época, el Völk ya no se concebía como la cuna de héroes victoriosos, sino más bien el anfitrión de «elementos desadaptados» y de sangre contaminada. Los hospitales llenos de enfermos, las hambrunas, el desempleo rampante, y los diferentes reclamos políticos eran muestra de la decadencia social. La guerra reforzó la imagen de un otro interno que perjudicaba la integridad de la comunidad, dicho sea de paso, una comunidad basada en una fuerte estructura meritocrática. Durante este período inicial de Reconstrucción, la raza como tal no hacía todavía parte de las conversaciones colectivas sobre la impureza social, puesto que el discurso sobre lo otro se centraba más en la naturaleza defectuosa de una porción de su misma población. El concepto de raza, si bien latente en el establecimiento académico12, no adquirió la centralidad interpretativa que tuvo en otros momentos históricos. Durante los años veinte, la «amenaza eslava» –con la que los nazis evocarían el peligro de la frontera oriental- era todavía una noción vaga y nebulosa13.

La fobia a la degradación social tenía, por el contrario, un contenido más político que expresamente racista. En consecuencia, el aumento de la tasa de mortalidad de niños y adultos, los efectos desastrosos de epidemias generalizadas tales como la tuberculosis y las venéreas, al igual que la aparición de enfermedades mentales, un subproducto de los traumas de la guerra, terminaron por pulverizar lo que quedaba de una imagen unificada de Alemania. Eran los alemanes defectuosos los que estaban en el banquillo14.

Sin duda, un sentido generalizado de crisis invadió el escenario intelectual y social. El derrumbamiento de antiguas instituciones políticas y la relativa inestabilidad de las nuevas, otorgó a la ciencia un papel importante durante el periodo de Reconstrucción. Una necesidad radical de luchar por la supervivencia, y en contra de la amenaza de la degeneración, sentaron las bases para promulgar de forma más clara y hegemónica, una solución eugenésica a los problemas sociales.

Desde esta perspectiva, fue el cuerpo colectivo el que sufrió por la multiplicación de organismos «indeseables»15. Así, una interpretación biológica de la diferencia reconfiguró una nueva cartografía de lo social, en donde las diferencias se entendieron como características fijas heredadas de generación en generación. La debilidad, el alcoholismo, o la locura, además de muchas otras enfermedades físicas, se explicaron en términos de una causalidad de índole genética.

El proceso de reconstrucción se basó en el entendimiento de las razones por las cuales las características negativas, como el alcoholismo, o positivas, como la capacidad intelectual de una población en particular, pasaban de una generación a la siguiente. Por lo tanto, el dilema fundamental que presentó dicho orden social fue el de la administración de la degeneración, la identificación, el aislamiento, y la manipulación de la amenaza. Como era lógico, el proyecto de unificación dependía de la segregación y de la eventual expulsión de otros.

En un intento por enfrentar el problema, hacia 1922 las ciencias médicas orientadas hacia la eugenesia, sufren un profundo cambio en cuanto a su estructura educativa. Un fuerte proceso de institucionalización y acreditación académica, al igual que una marcada amplificación de los canales de popularización a lo largo de toda la República, convierten a la eugenesia en el pivote de toda intervención. No sólo magazines populares, revistas especializadas, exposiciones públicas de salud, sino también diferentes clases de centros de investigación, asociados con el desarrollo de cursos universitarios obligatorios sobre Eugenesia, aparecieron a la luz de las circunstancias1617. La eugenesia se convirtió en el credo de la salvación nacional.

«Administradores en Weimar, -escribe el historiador de la medicina Paul Weinling, - esperaban que la Eugenesia pudiera resolver los problemas sociales de difícil cura con su promisoria combinación de experiencia genética, médica y demográfica»18.


Los años de la República de Weimar fueron testigos de un interés creciente en la higiene racial. La cátedra ocupada por Fritz Lenz en la Universidad de Múnich en 1923 era sólo el comienzo. Para 1932, más de 40 cursos sobre higiene racial ya eran ofrecidos en universidades alemanas y, durante el periodo nazi, departamentos fueron establecidos en casi todas las universidades19.

En relación con el uso de la eugenesia como directriz de la salud, entre aquéllos a cargo de resolver la crisis se consolidan dos posiciones durante el periodo de Weimar. El primer enfoque, principalmente influido por la sección berlinesa de la Sociedad Kaiser Wilhelm, propuso la implementación de las llamadas medidas eugenésicas positivas haciendo uso del Sistema de Bienestar Social. El segundo, cercano a las ideologías racistas de la oficina en Múnich de la misma sociedad, reforzó la ejecución de medidas eugenésicas negativas.

Estas dos perspectivas se vieron influenciadas por el continuo debate en lo referente a la naturaleza del proceso de herencia. Por ejemplo, inspirado en una perspectiva lamarquiana, las medidas positivas buscaban evaluar las fuerzas ambientales que interactuaban con un organismo en concreto para producir formaciones genéticas particulares. En esencia, esta perspectiva supone una compleja relación entre las criaturas vivientes y el mundo que las rodea, moldeando así el proceso de herencia. Por otro lado, el enfoque negativo defendió la herencia de caracteres fijos de una generación a la siguiente, sin tomar en consideración los contextos concretos biofísicos y ambientales. Desde el punto de vista de los eugenistas negativos, el otro era esencializado, puesto que era portador indefectible de las fuentes de su propia degeneración (su propia constitución genética y sus efectos visibles), ya fueran éstas la locura, el alcoholismo o la raza. Para ellos, la raza era, en última instancia, la lupa a través de la cual todas las diferencias eran interpretadas. La raza esencializada era la base de todas las estructuras de clase y la causa primera de todas las diferencias sociales. En tanto entidad inmutable se encontraba en el centro de lo que posteriormente sería la nueva Weltanschauung del Nacionalsocialismo20.

Hasta ahora, el Sistema de Bienestar Social, una de las ramificaciones de la política estatal encargada del monitoreo de la población, había tenido, quizás no tan extremista, pero si profundamente exclusionista, un enfoque más tolerante hacia las llamadas «poblaciones defectuosas y antisociales». Tomando en cuenta que las condiciones ambientales influyen en la herencia, el Sistema de Bienestar, encarnado en sus ministerios y burocracias, consideró necesario intervenir directamente en la interacción entre el ambiente y el organismo. La red del sistema de Bienestar, que fue definitivamente destruida después de la depresión económica de 1929, tomó un grupo de medidas, cuyo objetivo era mejorar las condiciones de existencia de ciertas comunidades (por ejemplo, mejorando la alimentación de las madres en el periodo de lactancia). Además, vale la pena aclarar que la mayoría de quienes apoyaban una eugenesia positiva se basaban en la presunción según la cual el mejoramiento genético de una población era proporcionalmente directo al aumento numérico de individuos con características eugenésicas positivas tales como la inteligencia y la productividad.

Este aumento numérico de los individuos apropiados (que implicaba un descenso, estadística y proporcionalmente hablando, de las características negativas que una población general podría tener) se podría lograr, por un lado, aumentando su cantidad real en un territorio dado o, por el otro, disminuyendo su presencia física. La primera propuesta buscaba mejorar la población ya existente. La última llevaba la semilla de la Solución Final (Endlösung)21.

Tras el concepto de Socialpolitik, existía el enfoque cuantitativo del nuevo orden: la sociedad deseada -la que fue construida por aquellos Otros que de no ser excluidos hubieran sido eliminados-, se lograría de una manera racionalizada, manipulando los números de tal manera que la proporción entre individuos con características eugenésicas positivas superara a aquéllos con características negativas. En este momento, como era de esperarse, los estadistas y demógrafos se convirtieron en los pilares de toda una reformulación sobre la naturaleza de lo social22. Como un ejemplo de intervención, se estimuló la natalidad y el embarazo entre familias que no poseían «parientes defectuosos»23. A través de la reconstrucción de árboles familiares y genealógicos, el Ministerio de Salud, por medio de las llamadas Cortes de Salud, estableció los certificados de matrimonio que permitirían un control más estricto sobre el tipo de parejas que contrajeran matrimonio.

De igual forma, ciertas medidas fueron desarrolladas directamente con aquéllos cuyos hijos se convertirían en el núcleo de la nueva Nación: por un lado, concentrarse más en el mejoramiento de la atención a los niños, estimulando a las madres a tener un período prolongado de lactancia; por otro, aumentar los salarios de las mujeres y favorecer el acceso al mercado laboral, así como impulsar el desarrollo de un programa de educación nacional. Todas estas políticas pretendían mejorar las condiciones del ambiente familiar en general. Tal vez lo más importante de tales procedimientos es el hecho de que no fueron impuestos por el Estado, sino que más bien fueron concebidos como voluntarios. Los ciudadanos se habían convertido en agentes de su propia transformación. De esta manera, el Sistema de Bienestar Social se basó en el compromiso individual y personal de cada alemán durante los años de la reconstrucción. Para 1930, cuando el costoso sistema entró en crisis, luego de la caída de la bolsa y la recesión global, existía ya una organización legislativa bien desarrollada que apoyaba el programa eugenésico positivo.

La contraparte racista, por otro lado, molesta por la tolerancia que según ellos regía el sistema de salud pública, siempre se opuso a cualquier atención institucional. Escriben Binding y Hoche en su panfleto Die Freigabe der Vernichtung lebensunwerten Lebens (Autorización para la destrucción de la vida que no merece vida, 1920):

«Si uno piensa en un campo de batalla cubierto con miles de cuerpos jóvenes y contrasta esto con nuestras instituciones para los idiotas [Idioteninstitute], con su preocupación por sus pacientes vivos, entonces uno estaría profundamente perturbado por la evidente disyunción entre el sacrificio de la posesión más valiosa de la humanidad, de un lado, y, de otro, por el gran cuidado de seres que no solamente son despreciables y sin valor sino que también manifiestan un valor negativo»24.


De hecho, sus miembros propusieron -para acabar con las llamadas poblaciones desadaptadas- el aborto selectivo, la esterilización obligatoria, no solamente de los individuos que ellos categorizaban como «antisociales» (asozialen), sino también de aquellos grupos o razas discriminadas por ser consideradas forasteras (artfremde) y degeneradas (entartet).

Desde su punto de vista, el Sistema de Bienestar fue percibido como una carga financiera (en momentos de crisis económica) y una desviación de la ley fundamental de la naturaleza. Además, insistían en que la intervención de los hombres sobre el destino de aquellos defectuosos era, stricto sensu, una intervención en el proceso natural de selección. En este sentido, Herman Muckerman, quien fuera director del Departamento de Eugenesia del Instituto Kaiser Wilhelm, escribió en Eugenik, una revista de vanguardia, sobre el tema:

«La civilización ha eliminado la selección natural. El bienestar público y la asistencia social contribuyen, como un efecto colateral no deseado de una obligación necesaria, a la preservación y posterior reproducción de individuos enfermos. Una carga creciente de individuos inútiles que no merecen vivir y se mantienen y se cuidan en instituciones a costo de aquellos saludables - de quienes cien mil están hoy sin su propio lugar para vivir y millones de los cuales están hambrientos por la falta de trabajo. El compromiso de hoy nos pide una “economía planeada” en la política de salud»2526.


En consecuencia, los defectos inherentes de un grupo no se consideraban el resultado de un juego complejo entre el ambiente y el organismo. Por el contrario, la desviación se concebía como las características esencializadas de un grupo en particular. Era el grupo objetivo, tal como Zygmund Bauman lo menciona en Modernity and Holocaust, que inexorablemente llevaba su propia diferencia escrita en términos biológicos.

La restauración del «orden natural de las cosas», para usar el término de Foucault, radicaba en la puesta en marcha de una serie de medidas radicales. Todas ellas se consideraban parte del proceso profiláctico de asegurar la patria contra la sangre corrupta que podría poner en riesgo el cuerpo social y los órganos que lo conforman. Pero la posición extremista no se adaptó al momento histórico. Solamente fue hasta después de la depresión de 1929, que empeoró la situación económica general, y cuestionado desde un análisis tipo costo-beneficio, cuando el Sistema de Bienestar no pudo restaurar el orden y finalmente murió. Sin embargo, Alemania tendría que esperar hasta 1933 para ver el resurgimiento del movimiento de eugenesia negativo y el final y complicado matrimonio entre la ciencia y la ideología27.

Hasta 1927, la ciencia de la eugenesia había pasado por un proceso gradual de legitimación. Su papel relevante residía en la posibilidad que tenía de responder a los nuevos problemas sociales, en especial a aquéllos creados a raíz de la Primera Guerra Mundial. Los problemas políticos, los recuerdos de la muerte, las inestabilidades económicas y la diversidad de referentes ideológicos en un momento de convulsiones políticas produjeron una multiplicidad de argumentos complementarios con la configuración de la narrativa de una Nueva Alemania. La historia de esta dinámica es la historia de una ciencia que contenía en su núcleo fundamentalmente prejuicios sociales ya naturalizados a través de muchas generaciones. En este contexto, era necesario que alguna institución popularizara de forma más evidente dicha relación entre política y ciencia.

INSTITUCIONES ACADÉMICAS: LA DISEMINACIÓN DEL NUEVO EVANGELIO
En 1927, bajo la influencia directa de la sección Berlinesa del Kaiser Wilhelm Gesellschaft, se funda el Kaiser Wilhelm Institut für Anthropologie, Menschliche, Erblehre und Eugenic (Instituto Kaiser Wilhelm para Antropología, Herencia Humana y Eugenesia). El Instituto fue el resultado de muchas preocupaciones expresadas en 1922, cuando Alfred Ploetz, quien creó el término Rassenhygiene (Higiene Racial) en 1895, pierde su influyente posición en la Sociedad de Higiene Racial. Dicha institución, fundada por Ploetz en 1905, fue de hecho,

«La primera institución profesional de carácter privado en el ámbito mundial dedicada al estudio de la relación entre selección y eliminación en individuos, así como la herencia y variabilidad de sus características físicas y mentales»28.


Una vez que Ploetz pierde su influencia, la Sociedad cambia las directrices de su trabajo al igual que sus objetivos fundamentales: si bien es cierto que en un comienzo la Sociedad pretendía explícitamente instaurar una comunidad pangermánica utópica enmarcada en una narrativa de reconstitución mítica, también es verdad que, en especial durante la década de los años veinte, dicha pretensión y producto de los acontecimientos históricos, se recodifica a través de un lenguaje científico para, así, proponer una respuesta médica a las necesidades de la Nación. A pesar de la dimisión de Ploetz, la Sociedad no solamente mantuvo su influencia en el Consejo Estatal de Salud y en el Ministerio de Bienestar Público, sino que también, al llegar a ser dominada por genetistas, biólogos evolucionistas y especialmente por funcionarios de la salud pública, reforzó sus lazos con el estado. Desde ese momento, la Sociedad, en cuanto a los fondos de investigación disponibles para su desarrollo, se benefició de esta relación extendiendo su influencia no sólo al mundo propiamente académico, sino también al Estado ya que se convirtió en el asesor, sobre cuyas investigaciones se constituye la base para las políticas de salud pública2930. Sin embargo, se escuchaba un clamor generalizado por el establecimiento de un centro investigativo estatal encargado de la investigación de los temas relativos a la eugenesia.

A pesar de lo fundamental y lo urgente de la propuesta, el periodo entre 1922 y 1927 se caracterizó por las pugnas de orden político en lo relacionado con la localización concreta y final de dicho centro. Al fin de cuentas era una pugna sobre la manera como debía configurarse una sociedad ideal. Ambos, tanto el capítulo berlines del Kaiser Wihelm Gesellschatf, como su sección en Múnich, notablemente más conservadora y völkisch, reclamaron tener la legitimidad científica necesaria para abrazar dicho proyecto. Pero la inclinación racial de algunos de los miembros en Múnich finalmente llevó a que la Sociedad fundara el Instituto en Berlín. Sin embargo, las diferencias en cuanto al control del Instituto no terminaron en el punto de su inauguración.

A través de su estructura organizativa y el personal científico se logra percibir la variedad de panoramas políticos entre sus miembros, al igual que la concepción de eugenesia que ellos impulsaban. El Instituto, como era de esperarse, era un hervidero de contradicciones31. No obstante, estas divergencias de fondo, el Instituto logra desarrollar tres departamentos principales. El primero, el Departamento de Antropología, estaba dirigido por el antropólogo Eugen Fisher (1874-1967), quien fue nombrado luego como su director hasta 1941, católico graduado de Freiburg y conocido por su trabajo Los Bastardos de Rehoboth y el Problema de la Bastardización en el Hombre publicado en 1913 y llevado a cabo entre los llamados Bastardos Rehoboth en Namibia, Sudoeste de África32. En este estudio, Fisher presenta lo que vio como el problema de la «mezcla [mischlinge] de diferentes razas» y las consecuencias del «matrimonio interracial», buscando los elementos que determinan a ciertas características raciales como dominantes33. Durante los años veinte, Fisher había emprendido la defensa del Conde de Gobineau en cuanto a su teoría de la pureza racial y apoyó su popularización por medio de los escritos de otros antropólogos nacionalistas tales como Hans Guenther34. Basándose en la genética de poblaciones y en la reconstrucción de árboles genealógicos, Fisher rastreó las variaciones fenotípicas conforme a grupos sanguíneos o raciales. Tomado de su trabajo, Fisher afirma:

«Sin excepción, cada persona europea que ha asimilado la sangre de razas inferiores ha pagado por esta absorción de elementos inferiores con degeneración intelectual, espiritual y cultural. Al antropólogo patriota solamente le importa una cosa: no es si nacen Mischlinge [Mezclados], sino si debiesen permanecer nativos a toda costa».


Y concluye:

«Así que, de acuerdo con esto, bastaría poner en marcha las medidas de protección que requieran como raza inferior que es para continuar su existencia: nada más, y sólo mientras sean útiles para nosotros. De otra manera, la supervivencia del mejor adaptado es, a mi modo de pensar, en este caso, extinción. Este punto de vista suena brutalmente egoísta, pero quien reflexiona en el concepto de raza, no puede llegar a una conclusión diferente»35.


El trabajo de Fisher fue usado eventualmente por los legisladores del Tercer Reich como base para la promulgación de las Leyes de Nuremberg, las primeras emulaciones nazis de una visión del mundo descontaminada, limpia y profiláctica. Él pronosticó los peligros del rassenmischlinge, la mezcla racial, y evaluó el papel de la antropología como el centro beligerante de la cruzada (völkish) contra la degeneración.

A pesar de su historia biográfica, Fisher fue tal vez uno de los investigadores más racistas que conformaron el Instituto. Como director del Instituto hasta 1941, implantó su carácter personal a los objetivos de una institución que modeló la narrativa del Nuevo Orden36. El Departamento de Eugenesia fue dirigido, como lo mencioné antes en este ensayo, por Herman Muckerman, un defensor de la esterilización y un propagandista importante de la eugenesia. Durante el período de su nombramiento (entre 1927 y 1937 cuando fue forzado al retiro por los nazis) él fue uno de los principales críticos del Sistema de Bienestar.

En contraste, como investigador Muckerman centró sus intereses en seleccionar lo que él llamaba familias normales o grupos con características eugenésicas positivas: por ejemplo, grupos de campesinos con tasas bajas de mortalidad infantil. De igual forma, analizó el grado de fertilidad entre profesores universitarios, funcionarios del ejército y la policía prusiana (todos por definición harían parte de la nueva sociedad). En un sentido, él era ante todo un eugenista interesado en incorporar su disciplina a la política para mantener la estructura meritocrática de la sociedad. Su investigación intentaba determinar cuáles eran los elementos por medio de los cuales las familias normales llegaban a tener y a reforzar las buenas cualidades eugenésicas37.

Finalmente, Otmar Freiherr von Verschuer (1896-1966) fue inicialmente nombrado jefe del Departamento de Herencia Humana en 1927 y, posteriormente, dado su fuerte antisemitismo, se convirtió en el Director General del Instituto en 1941. Su investigación pretendía buscar la herencia de las cualidades intelectuales. Para hacerlo usó una muestra de 700 pares de gemelos, de los cuales encontró un cierto porcentaje de criminales (los números reales no son muy importantes puesto que cualquier porcentaje hubiera sido considerado como prueba de su hipótesis). Su objetivo era revelar la supuesta relación entre enfermedades particulares, tales como la criminalidad y el cáncer, y el proceso natural de la herencia38. Verschuer fue uno de aquellos investigadores que defendían la esterilización obligatoria, como eventualmente fue llevada a cabo después de 1933, de los «subnormales morales y mentales»39.

En esta línea de pensamiento, enfatizó de manera concluyente las bases biológicas de la sociedad, en la cual su estructura jerárquica era un reflejo del proceso de evolución y selección natural. En este sentido, y por razones obvias, Verschuer atacó la democracia como sistema político puesto que estaba basada en una concepción de la sociedad que permitía una población con características eugenésicas negativas, en vez de estar constituida por una minoría fuerte genéticamente.

Su experiencia temprana como un miembro entusiasta de los letales Freikorps lo llevó a convertirse en una de las figuras que se beneficiaron del establecimiento de una de las fuentes de información y experimentación - los campos de concentración-. Por eso, el trabajo de Verschuer es un ejemplo emblemático de la yuxtaposición de la ciencia y la ideología de exterminación. Hasta entonces, el Instituto fabricaba las respuestas potenciales a los dilemas de la sociedad, en la cual estaba involucrado históricamente. La legitimidad de la eugenesia, unida de manera indeleble a la biología y a la medicina evolucionista, corría paralela a las manifestaciones de problemas políticos del periodo de Reconstrucción. Por lo tanto, la fundación del Instituto Kaiser Wilhelm para Antropología tenía que ser interpretada de manera simultánea como un nuevo momento de confianza en la «ciencia de la eugenesia», después de años de influencia relativa. Paradójicamente, el Instituto impulsó la eugenesia positiva, mientras que simultáneamente estimulaba la implementación de medidas negativas como el proyecto de ley de 1932, o la primera Ley de Esterilización. Al mismo tiempo, el Instituto jugó un papel fundamental en la configuración de las condiciones de inclusión y exclusión de determinados miembros de la sociedad, es decir, las condiciones bajo las cuales se demarcó la unidad y la diferencia.

COMENTARIOS FINALES: BAJO LA SOMBRA DE LA POLÍTICA
Dentro de la compleja y a menudo yuxtapuesta organización simbólica de la narrativa de la Nueva Alemania, el Instituto jugó un papel importante en la definición del contexto en el que se reprodujo dicha narrativa. Las teorías y las prácticas que buscaban entender la variación humana, dieron a la imagen socialmente construida del extranjero una base científica necesaria y un contenido político que perpetuaba una ideología en particular: una ideología de negación, en donde la metáfora: el otro es una infección se convirtió en el centro de la dialéctica nazi40. El otro representado esencialmente en el discurso eugenésico estaba inmerso en las redes contradictorias de significados y acciones elaboradas a partir de las metáforas cuerpo/ sociedad y otro/infección.

Siguiendo al argumento de Freud en Das Unheimlich (Lo Siniestro), se sugiere aquí que si la estética es el campo de investigación dedicado a estudiar las cualidades de la belleza, y consecuentemente de la extrañeza, falta de familiaridad y alteridad radical, parece que la narrativa de la Nueva Alemania es el discurso a partir del cual se forma, reclama, establece y finalmente se impone una concepción descontaminada de la sociedad, en la cual la línea entre lo mismo y lo otro se traza biológicamente. En relación con esto, la institución como como tal, uno de los núcleos dispersos de formaciones discursivas y de reproducción de poder, se concibió como la portadora de una nueva sociedad, armoniosa y sin conflictos. Sin duda el discurso eugenésico pretendía establecer una estética de lo social en la medida en que articulaba una serie de relaciones entre lo mismo y lo otro, entre lo familiar y lo extraño.

Después de 1933, la comunidad académica fue asaltada por un activismo político extremo. La visión Pangermánica nazi tocó las universidades (ya enclaves conservadores arios) sometiendo la ciencia y el conocimiento a su programa de interpretación. Son un hecho histórico las leyes dirigidas hacia la «limpieza efectiva de la patria».

La Ley de Esterilización en 1933, la Ley contra Criminales Habituales Peligrosos en 1933, la Ley de Matrimonio Saludable posteriormente en 1935 y, finalmente, la Ley para la Restauración del Servicio Civil Profesional, todas ellas reproducían el mismo imaginario völkish según el cual el otro es el transportador de enfermedades infecciosas. Sin embargo, es fundamental no olvidar que entre 1933 y 1939 la política nazi llevó a cabo las ideas extremas que los eugenésicos negativos habían propuesto una década antes: Cientos de miles de personas fueron muertas y esterilizadas en el sistema de salud industrializado41.

Sin embargo, lo que cambió dramáticamente fue el significado del término individuo no adaptado. Si empezó por incluir cualquier forma de alteridad interna, es decir criminales, discapacitados, débiles y esquizofrénicos, también está claro que el término denotaba más categorías que aquéllas incluidas inicialmente. Por razones pragmáticas y programáticas, por decirlo así, el término se extendió para que incluyera judíos, gitanos, comunistas, bolcheviques, homosexuales y negros42.

En este estado de cosas, la metáfora organicista se usó como la herramienta más radical y extremista de interpretación. De hecho, la amenaza del otro no residía en su potencialidad para llevar e infectar un cuerpo saludable, una nación ideal, o una «comunidad imaginada»43. Por el contrario, era el otro, los judíos o los gitanos, la enfermedad en sí misma. Ellos eran tumores dentro del cuerpo. Solamente a través de una organización burocrática racional orientada hacia la minucia tecnocrática (los médicos, los hospitales y, finalmente, los campos de concentración) y por medio de un proceso ritualizado de desinfección y separación, podía este tumor/impureza ser expulsado. La guetización, deshumanización y abyección se convirtieron, entonces, en el locus de la Medicina Social44. Así, James Glass condensa esta visión del otro como impureza:

«Yo no veo mis acciones hacia los otros como violentas, como un asalto al cuerpo humano, porque el otro no posee propiedad humana. Estoy atacando la materia, la materia peligrosa. Así que vuelvo mi agresión hacia él y hago un hecho histórico y científico de mi fobia a la infección»45.


Más aún, la guerra en sí podía ser interpretada como un medio para llevar a cabo, hasta las consecuencias más extremas, el programa eugenésico negativo. Tal como Debórah Dwork y Robert Jan Van Pelt lo han indicado, la guerra contra el frente oriental, especialmente Polonia, se concebía simultáneamente como la reconquista de territorios perdidos durante la Edad Media por la mítica orden de los Caballeros Teutónicos, y también como una cruzada contra los polacos, «desadaptados» y «bárbaros»46.

Vista de manera retrospectiva, la regeneración del este, como fue llamada por los administradores del Nazismo, era parte de una política de población amplia orientada eugenésicamente: radicaba en el mejoramiento genético de las poblaciones por expulsión o aniquilamiento de los individuos, para así poder repoblar el espacio dejado por ellos con alemanes altamente calificados. En efecto, la noción de Lebensraum (espacio vital) se fundamentaba en un espacio despoblado de sangre corrupta y enfermedades (las personas reales), de manera que pudiera ser rehabitado de nuevo. El Lebensraum y el Heimat (hogar) se definen por expropiación y expulsión, dos consecuencias de un concepto medicalizado del otro. En relación con esto, puedo sugerir que la guerra del frente oriental, como una forma de control y administración de la población, fue la reterritorialización de una estética de lo social informada por antiguas fronteras míticas de lugar, orden, origen, y reinterpretada en el contexto de los discursos médicos de los años treinta. El Instituto Kaiser Wilhelm articuló temores antiguos con nuevos discursos, y suministró las metáforas básicas, el lenguaje eufemístico y las razones para dicha operación, tanto en el sentido militar como en el sentido médico del término.

Alejandro Castillejo Cuéllar, «Raza, alteridad y exclusión en Alemania durante la década de 1920», Revista de Estudios Sociales, Nº. 26, abril de 2007, Bogotá, páginas 1-196.

Bibliography
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