Cartas a Rodó

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Fragmentos
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22 de diciembre de 1903.
Sr. D. José Enrique Rodó.

Mi muy estimado amigo:

Le agradezco mucho su última y expresiva carta. Desde que yo la escribí la vida espiritual de este pueblo español parece que se ha intensificado. Esto progresa, por debajo, con gran rapidez; hay una crisis honda y se sienten esos ruidos soterraños que preceden a las grandes conmociones.

Desde hace años es ahora cuando empiezo a creer en la proximidad de una nueva revolución, como fue la de 1868. Hoy todos tenemos aquí que alistarnos en el combate: el estado de la patria no permite la labor puramente contemplativa ni el arte puro.

Hay que sacrificar el cultivo del propio nombre, las naturales ansias de quedar en la historia literaria, a la santa labor de dar el espíritu al pueblo. Más que embotellar mi alma en uno o varios libros, tengo que derramarla entre los míos, sembrarla en mi patria.

Presumo que la sacudida será honda y llegará a las entrañas religiosas del pueblo. Hay que hurgarlas. El pobre duerme; le han educado a delegarlo todo. El cuidado económico lo delega en el usurero; el cuidado político, en el cacique; el religioso, en el cura y los tres le cobran caro, el primero el capital que le presta, el segundo la influencia, el tercero la gracia divina averiada que le revende. En vez de darle una luz para que por sí mismo se busque y abra su camino de eternidad, se le metió en un carro y en él se le lleva a oscuras por caminos que desconoce. Mas parece que despierta, sobre todo en las ciudades.

Todo esto y el prever que he de tener que ocupar mi puesto en las filas y combatir mi combate me tiene distraído de otras cosas y apartado de los reposaderos del espíritu. ¿Y quién sabe?

Tal vez la obra de arte más duradera, la más serena, la más universal, sea la que surja de entre el fragor del combate. Escritos de ocasión son muchos de los más grandes escritos: escritos de ocasión fueron los Evangelios y las epístolas de Pablo de Tarso.
Novedades literarias no las hay por aquí. Nuestra literatura se supedita a la lucha; la más de ella no puede entenderse fuera de aquí. Y gracias a Dios que empieza a romperse el marasmo de esos estériles años de la Regencia.

No sé si me engañará el corazón y volveremos a caer en la apatía. En tal caso no habrá redención ya para la pobre España.

Infórmeme de las novedades espirituales de ese su país, si las hay, y en todo caso de sus proyectos.

Ya sabe cuán de veras es su amigo

Miguel de Unamuno.


Salamanca, 23 de mayo de 1904
Mi estimado amigo:

A los que amamos a esos nuevos países americanos y seguimos con interés y simpatía sus vicisitudes no es el verlos metidos con frecuencia en reyertas civiles lo que nos apena sino el no poder formarnos cabal juicio de lo que esas reyertas significan en el fondo ni de cuál sea el bien espiritual por el que en ellas se combata. El no saber yo qué significan blancos y colorados es lo que hace me apene esa guerra civil. La guerra civil en sí puede no ser un mal y acaso la necesitamos en España. Siempre mejor que la paz civil armada en que nos consumimos. Si con una nueva guerra civil aquí se conquistara de una vez la libertad de conciencia y se diese siquiera un paso franco y decisivo hacia su conquista, daríala por bien empleada. Estamos condenados a no lograr la libertad sino cruentamente. Y por lo que hace al ambiente espiritual, en países como los nuestros, ¿cabe decir si las luchas civiles no lo favorecen en vez de perjudicarlo?

De la literatura argentina prefiero la inspirada en la lucha contra el tirano Rosas, sobre todo aquel magnífico Facundo del genial Sarmiento.

Y luego ¿no es hacedero acaso convertir esas pequeñas luchas en luchas grandes y sacar el alma de idealidad que hay debajo de los personalismos?

Me anuncia que viene a Europa. ¡Cuánto daría porque nos viésemos y estrechásemos las manos, ya que hemos estrechado los espíritus! La conquista de sí mismo, ¡hermoso tema!

Lo que me dice de la agonía del decadentismo me place mucho. Tendrá gusto en conocer la obra del limeño García Calderón y en hablar de ella.

Yo sigo publicando mis notas sobre los libros americanos en La Lectura, pero lo propio, lo último, lo más mío, lo publico en La España Moderna. En los números de febrero y marzo me publicaron dos ensayos, otro vendrá en el de junio y tengo terminados otros seis. Luego los daré en un volumen. Hay uno titulado Plenitud de plenitudes y todo plenitud en el que he puesto mi alma toda. Preparo un libro extenso Erostrato o de la gloria y una novela.

Felicité a Grandmontagne en su nombre.

Es muy verdadero amigo suyo,

Miguel de Unamuno


José Enrique Rodó y Miguel de Unamuno, Epistolario, Biblioteca Saavedra Fajardo, 2015


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