El Golem de Praga

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En el s. XVI, en Praga, el sabio y rabino Maharal crea un Golem por medio de la magia de la Cábala. El material es el barro. El ritual de creación involucra recitar el Génesis y evocar los misterios transmitidos de generación en generación, desde la Señal. El ritual también incluye la repetición de los Nombres que todos temen pronunciar. Se trata, por tanto, de la repetición del propio acto creador de Dios, de la emulación de la creación de Adán, el primer hombre. Al Golem, son destinadas tareas heroicas. Después, cuando el hombre de barro comienza a demostrar señales de madurez espiritual, ha llegado la hora de deshacer la magia. Este artículo pretende, por tanto, por medio de la leyenda del Maharal y del Golem enriquecer la discusión sobre Creador-Criatura.

Los Creadores

Fueron Creadores. Todos ellos. Se ocuparon de conocer la Creación, y, entendían y creaban. Creaban artefactos para conocer los Cielos, diseñaban para retratar el cuerpo humano, construían instrumentos de guerra y observaban el mundo. En los laboratorios, destilaban y manipulaban sustancias secretas, elaborando recetas mágicas. En lo recóndito de los templos, murmuraban plegarias y transformaban el mundo.

Entre ellos, en el siglo XVI, estaban aquellos que pretendían investigar el cuerpo humano. Las artes médicas se modernizaban por medio de los desarrollos de investigación de la vivisección y disección y, simultáneamente, continuaban buscando evidencias de la conexión entre el macro y microcosmos a partir de una concepción vitalista de la naturaleza. De forma modernamente antigua, esos Creadores se inspiraban en otros tiempos, en otros Creadores.

Vesalio (1514-1564) buscaba la representación del cuerpo humano y sus láminas, de una belleza y un detalle asombrosos, fueron fruto de la combinación entre la fundamentación teórica galénica y los conocimientos en torno a los espíritus materiales, vitales y animales. Así también procedía Paracelso (1493 - 1541), otro Creador que buscaba la comprensión del Hombre por medio de la investigación del cuerpo humano, los metales y las ciencias ocultas. Hijo de médico, él uniría sus conocimientos de metalurgia con el trabajo de cirujano, introduciendo el uso de metales para la preparación de medicamentos. Adoptando ese procedimiento, él se apoyaría sobre cuatro columnas. La primera, la de la filosofía, sería responsable por la comprensión de la tierra y el agua. La segunda, la astronomía, buscaría el conocimiento de la naturaleza ígnea y de la aérea. La tercera, la alquimia, explicaría las propiedades de los cuatro elementos. La cuarta, la ética, mostraría al médico las virtudes necesarias (PARACELSO, 1979).

Entre ellos, en el siglo XVI, estaban aquellos que deseaban escrutar los Cielos y los cuerpos celestes. Kepler (1571-1630) discutiría las relaciones entre observador y objeto. Antes de él, Nicolás Copérnico (1473-1543) desarrollaría el sistema heliocéntrico y movería a la Tierra; aún servil a la astronomía medieval, Copérnico sólo conseguía ver lo immensum. Tycho Brahe (1546-1601) descubriría una nueva estrella, liquidando el mito de la inmutabilidad y de la perfección del cielo, esfuerzo ese que, posteriormente, recibiría la contribución de Galileo (1564-1642) y de su telescopio. Giordano Bruno (1548-1600) también haría uso de la magia natural resultante del encuentro entre el hermetismo, el neoplatonismo y la cábala (cristiana o judía) para, por medio de ella, presentarnos la idea de un universo descentralizado e infinito, repleto de varios mundos de astros-soles. «Esa infinitud – jamás comprendida por la percepción sensorial, aunque para el intelecto ella fuese el más seguro de los conceptos–, sólo no sería mayor que la infinitud de Dios, condición necesaria para crear un mundo infinito» (Judensnaider, 2008).

Pico della Mirandola (1463-1494) introduciría la magia al arsenal de los magos del Cinquecento y Seicento, magia que era espiritual porque, más allá de hacer uso del natural spiritus mundi, intentaba entrar en contacto con fuerzas espirituales y naturales del cosmos (YATES, 1987). Así, también formaría parte del repertorio de esos creadores lo que se suponía sería la prisca theologia de los escritos herméticos que, en verdad, nada más eran primitivos textos cristianos de influencia neoplatónica y que teñirían de misticismo el saber renacentista.

Esos Creadores usarían la matemática, el más adecuado instrumento para la obtención de mayores niveles de certeza sobre el hombre y sobre la naturaleza (CROMBIE, 1980). En el laboratorio, espacio destinado al estudio de la ciencia, se celebraría también el casamiento entre el cielo y la tierra (DEBUS, 1970). Inmersos en una intrincada red de influencias, ellos buscarían el conocimiento último de la realidad y de los seres, la comprensión de las inter-relaciones entre los variados ramos del saber y el entendimiento de las múltiples posibilidades del conocimiento. Sobre todo, esos Creadores buscarían descubrir, por medio de la razón, lo que ya se sabía por medio de la fe. Aún: cada uno de ellos se cuestionaría cómo proceder éticamente, como ser un hombre de virtud, actuando racionalmente a imagen de su Creador, buscando el control de sí mismo de forma racional, asumiendo una posición moral en sus relaciones con los otros y con la naturaleza (CROMBIE, 1980).

Entre los Creadores, había uno que era llamado Maharal. La leyenda dice que ese Creador hizo surgir, como otros ya habían hecho en otros momentos de la historia, un Golem1.

Entre los Creadores, nos interesa hablar del Maharal2 de Praga, como era conocido Judá Loew ben Bezalel (1525-1609). Rabi Loew (o Leib) era tenido por cabalista, matemático y autor de innumerables obras sobre la filosofía religiosa judaica. Al respecto de él, la leyenda dice que podía invocar la ayuda de los ángeles, de los demonios y de los duendes. Sobre él, la leyenda también dice que habría usado su poder y su profundo conocimiento cabalístico para crear un Golem, un hombre de barro, criatura generada por la misma magia con que Dios había creado al Hombre. Finalmente, la creación del Golem nada más era la reproducción del propio acto de la creación de Adán3.

Yehuda, o Judá, nació en 1525 en la ciudad alemana de Worms, y su familia de allí salió en dirección a la ciudad checa de Praga por causa de los sucesivos pogrons y persecuciones a los judíos (hay controversia sobre las fechas, tanto de nacimiento como de muerte del Maharal; algunas fuentes parecen indicar el año 1512 como el de su nacimiento, y el año 1602 como de su muerte). Aunque el prejuicio contaminase toda Europa, en Praga la situación parecía ser mejor y la comunidad judía que allí se formara a partir del siglo XI vivía en razonable situación de tranquilidad. Más allá de eso, Praga era un centro cultural efervescente y, bajo el reinado de Rodolfo II, las ciencias y las artes recibieron el apoyo y mecenazgo de la nobleza.

Tossato (2006), en su reseña sobre el libro de James A. Connor al respecto de Kepler, describe la corte de Rodolfo II como estando repleta de artistas, filósofos naturales, alquimistas, astrólogos, literatos y estudiosos del ocultismo. El Emperador, verdadero mecenas, incentivaba el trabajo de las artes y ciencias y, en particular, el trabajo de Brahe en el observatorio de Uraniburgo. Sobre el Emperador Rodolfo II, Singer (1992: 19) dice que «era un hombre muy culto, pero débil de carácter y sin la menor comprensión para con los súbditos de otros credos, excepto el católico. (…) Persiguió a los protestantes y, más aún, a los judíos, que fueron acusados con frecuencia de usar la sangre cristiana para asar las matzes de Pascua». Coleccionista inveterado, Rodolfo II habría sido el organizador y auspiciante de uno de los mayor acervos de la Europa del Seicento, en Praga. Según Janeira (2006:4), véase,

«Muy alto, erecto majestuoso, (…) [el Maharal] inspiraba respeto y obediencia. Había en él algo que hacía que se mirase para abajo. Nadie osaba sostener su mirada; él representaba un innombrable poder celestial» (WIESEL, 1986:38). A pesar de ser admirado por la comunidad, se indispone algunas veces con las autoridades judaicas de Praga. Según Wiesel (1986), las historias sobre el Maharal tienen inicio con su propio nacimiento, durante un Seder de Pessach (la Pascua judaica). El llanto del niño recién nacido habría asustado a un ladrón que, a pedido de moradores importantes de Praga, pretendía dejar el cadáver de un niño cristiano en la puerta de la familia Bezalel: se deseaba imputar a los judíos ese asesinato. Así, ya al nacer era el Maharal responsable de un milagro…

Un hombre profundamente religioso, la mente del Maharal estaba abierta al espíritu de su tiempo y hay evidencias que él había estudiado a los filósofos griegos, Física, Matemática y Astronomía. Como hombre de saber, se volvió amigo de Tycho Brahe (fallecido en Praga) y de Kepler que, posteriormente, lo presentaron al emperador Nicolás II. Dice la leyenda que el Maharal y el Emperador se encontraron diversas veces, especialmente para conversar sobre Ciencia y Política. «Se decía que el rey Rodolfo lo traba de igual a igual (…). A su modo, el Maharal era rey, esto es, él empuña su voluntad sobre los otros no por ser diferente de ellos, sino para indicarles el camino a seguir, las palabras a ser dichas o no dichas» (WIESEL, 1986:38). Al Golem se lo ha tenido como la razón por la cual el Maharal y el Emperador habrían iniciad su amistad. Finalmente, había que temer de alguien capaz de competir con Dios: la creación de un golem representa la propia fuerza creadora del hombre, fuerza ella que emula o se opone al poder creador de Dios (SCHOLEM, 2002).

La educación del Maharal involucró el estudio del Sefer Ietsirá (el Libro de la Creación) y del Zohar, principales obras cabalísticas judaicas, y ellas son referencias fundamentales para comprender la intrincada red de saberes que habría permitido al Rabi Loew la creación del Golem. En relación al Sefer Ietsirá (texto que probablemente surgió entre los siglos III y VI), y las interpretaciones que los judíos alemanes hicieran del texto a partir del siglo XIII, el acto de creación del Golem por el Maharal puede estar asociado a la construcción del mundo por medio de las veintidós letras del alfabeto hebreo.

Para Scholem (2002:201), «el Sefer Ietsirá describe, en largas pinceladas, pero con ciertas minucias astrológico-astronómicas y anatómicas, como el cosmos fue construido – especialmente a partir de las veintidós letras. (…) El hombre es un microcosmos sintonizado con el mundo grande». Creando un ser a partir del barro, el Maharal hace uso de la magia transformadora de la naturaleza, y que en ella opera. Para Rossi (2001:47), «la naturaleza, pensada por la cultura mágica, no es solamente materia continua y homogénea que llena el espacio, sino es una realidad total que tiene en sí misma un alma, un principio de actividad interno y espontáneo. […] Cada objeto del mundo está repleto de simpatías ocultas que lo ligan al Todo. […] Vitalismo y animismo, organicismo y antropomorfismo son características constitutivas del pensamiento mágico».

Según dicen, la ascendencia del Maharal incluía una línea directa con el Rey David. El Maharal se casó a los treinta y dos años, tuvo siete hijos y falleció en Praga. Uno de sus hijos, Rabi Betsalel, tuvo un hijo llamado Shmuel, que tuvo un hijo llamado Rabi Yehuda Leib que, a su vez, tuvo un hijo llamado Rabi Moshe. Rabi Moshe tuvo un hijo llamado Rabi Shneur Zalman, que tuvo un hijo llamado Rabi Baruch. Rabi Baruch vino a ser el padre del así considerado Alter Rebe Schneur Zalman, fundador del movimento jasídico chabad.

El acto de la Creación y la Criatura

Las variadas narrativas sobre la leyenda del Golem nos permiten entender que su concepción es vista a partir de dos planos diferentes. En el primero, «el plano de la experiencia extática en que la figura del barro, infundida con todas aquellas radiaciones de la mente humana, que son las combinaciones del alfabeto, se volvió viva en el fugaz momento del éxtasis. (…). [En el segundo], el plano legendario en el cual la tradición popular judaica, testimoniando especulaciones cabalísticas en el plano espiritual, las tradujo en historias y tradiciones positivas» (SCHOLEM, 1994:94).

Así, como posibilidad creadora resultante del uso de la magia, «sólo a los maestres más santos fue concedido semejante poder, y solamente tras días y días de súplicas, ayunos e inmersión en los misterios de la Cábala» (SINGER, 1992:28). Para Wiesel (1986:44), «el Maharal, atento al sufrimiento de sus fieles, (…) escogió interrogar al mundo de allá arriba. Empleando los rituales místicos en los cuales fuera iniciado, formuló la pregunta que originó una respuesta en sueños. Y esta respuesta vino oculta en las diez primeras letras del alfabeto de la lengua sagrada. Pues todo está en el verbo; basta arreglar algunas sílabas, formar determinadas frases, enunciar determinadas palabras de acuerdo con un ritmo definido para ser capaz de reivindicar poderes celestes y dominarlos».

Inicialmente, el Maharal construye el Golem a partir del barro, usando a penas los dedos para esculpir la figura de un hombre. «Amasó el barro con la harina. Trabajaba con gran rapidez; al mismo tiempo no paraba de pedir a Dios por el éxito de lo que estaba haciendo. (…) Cuando llegó la hora de las plegarias vespertinas, un cuerpo enorme de hombrem con cabeza colosal, anchos hombros, manos y pies inmensos se extendía en el suelo – un gigante de barro. El Maharal lo miró con asombro. Jamás podría haber moldeado una figura tal y tan de prisa sin el Omnipotente y su Providencia (…). Como remate de su tarea, el Maharal gravó [el Nombre] al frente del coloso con letras muy pequeñas, de forma que solamente él, el Maharal, pudiese distinguir los caracteres hebraicos del Sagrado Nombre» (SINGER, 1992:29).

Junto con los discípulos, el Maharal recita el primer capítulo del Génesis, recordando no apenas los comentarios de los Antiguos, sino también la interpretación del Zohar. Evocando misterios transmitidos de generación en generación, desde el Sinaí, repitiendo Nombres que nadie jamás tendría el coraje de pronunciar, el Maharal ordena que el hombre de barro respire. «Y el hombre de barro comenzó a respirar. Abre los ojos, dice el Maharal. Y el hombre de barro abrió los ojos. Siéntate, dice el Maharal. Y el hombre de barro, lenta y pesadamente, estremeciendo, se levantó. (…) Tu misión en la tierra será la de proteger al pueblo de Israel contra sus enemigos. ¿Comprendes? El hombre de barro no respondió» (WIESEL, 1986:53).

Esas leyendas revelan lo que se cree era la base mágica de la creación del Golem: el pronunciamento de los Nombres, ya que el ritual de la creación del Golem involucra las artes secretas del uso del alfabeto hebraico, artes esas usadas anteriormente por Dios para la Creación del Mundo. El Maharal no usa, sin embargo, todas las letras del alfabeto hebreo. Son diez las letras utilizadas y a partir de ellas es posible construir sílabas y frases, y enunciar las palabras de forma de dominar poderes celestes. Recitando las letras divinas, elementares y estructurales del propio edificio de la Creación, el Maharal pasa a dominar la magia de la Creación primera. El acto de la creación está encerrado con la inscripción de la palabra emet (verdad), el sello de Dios, la frente del Golem.

Según Guinsburg (1992:55), la mágica creación del Maharal es como una especie de sucedáneo del Mesías. «Pero a corto plazo. Para un fin limitado. En el
‘pequeño’ tiempo coyuntural y no en el ‘gran’ tiempo final. Incluso porque es artefacto de manos humanas, aunque sabias e inspiradas, y no creación original divina». Eso significa decir que el Maharal reproduce el acto de creación de Dios, pero incluso un justo tiene poderes limitados. Las leyendas se refieren a diversos Golems, cada uno de ellos con alguna imperfección. Algunas narrativas hacen referencia al Golem del Maharal como mudo, sin el don de la palabra, y en esos relatos él es llamado Yossel, el Mudo. En otras, él no tiene instinto sexual. Más allá de eso, es bueno recordar que: el acto emula la creación de Adán, el primer hombre que, antes que en él fuese lanzada una neschamá, un alma, era apenas una masa informe; en otras palabras, la creación del golem apenas reproduce, en otra escala, el poder divino (SCHOLEM, 2002).

El Golem era un ser tosco e inmenso, cuya mirada impresionaba: «penetraba hasta las profundidades de nuestra memoria, como si en ellas procurase su propia memoria. Sus ojos, oscuros e inmensos, devoraban los nuestros. A veces ardían, cuando deseaban insistir o apaciguar; otras, parecían extintos, resignados» (WIESEL, 1986:32). Imperfecto, su anima carecía de espiritualidad: pura animación material, constituía una fuerza bruta capaz de alcanzar las cosas de este mundo (GUINSBURG, 1992). Alto y fuerte y pesado, pero moviéndose con agilidad. Quieto y obediente. Un gigante de barro que no come y no envejece. En las representaciones cinematográficas, el Golem surge inmenso, asemejándose a una estatua.

Al Golem, son destinadas tareas heroicas. Salva jóvenes judías de la apostasía. Descubre que los cristianos pretenden envenenar a los judíos. Descubre a los verdaderos criminales que intentaban acusar a los judíos. El Golem destruye a los enemigos. El Golem es un siervo, y obedece al Maharal.

El reverso de la Creación

Por causa de su tamaño, el Golem a veces quiebra cosas, asusta a las personas. Cuando acata una orden al pie de la letra, no siempre produce el resultado deseado. En la obra de Wiesel (1986), después de algunos años, el Golem pasa a sufrir de melancolía y depresión. En la narrativa de Singer (1992), el Golem pasa a desobedecer a su señor, el Maharal. Aún, comienza a adquirir características cada vez más humanas: el Golem ahora quiere comer, estornuda, bosteza, ríe y llora. Demostrando señales de madurez espiritual, el Golem quiere hacer barmitzvá. Yossef quiere saber si tiene hermanos o hermanas. Y se siente sólo. Y se apasiona. Y resuelve dejar de ser Golem. Finalmente, ha llegado la hora de deshacer la magia.

En algunas narrativas, la destrucción del Golem ocurre con borrar la palabra emet gravada en su frente. Se puede también destruir borrando apenas la primera letra de la palabra emet, la letra alef: transformándose así en la palabra met, «muerto». «El Golem es destruido por la reversión de la combinación mágica de letras por cuyo intermedio fuera llamado a la vida, y, al mismo tiempo, por la destrucción, simultáneamente real y simbólica, del sello de Dios en su cabeza» (SCHOLEM, 2002:212). Así ocurre, por ejemplo, en la obra de Singer (1992): el Maharal embriaga al Golem y, habiéndolo dejado prostrado, borra finalmente el Sagrado Nombre de la cabeza del gigante.

En otras narrativas, el Maharal decide revertir el proceso de creación. Habiendo colocado al Golem a dormir, él ordena a los discípulos que den siete vueltas alrededor del cuerpo en sentido inverso de cuando fue creado. Recitando bajas fórmulas místicas de cuando se iniciara el mundo, el Maharal conduce al Golem a la muerte.

Nadie sabe del Golem o de su cuerpo. Dicen que él, vivo o muerto, está escondido en el sótano de la sinagoga de Praga. Las leyendas se propagan. «El Golem fue visto a la noche en el palacio del emperador; lo vieron parado junto a un molino de viento, cuyos brazos hacía girar» (SINGER, 1992:49). De cualquier forma, el sótano de la sinagoga es lugar prohibido: abrir la puerta y espiar para dentro puede hacer que la persona pierda la razón. Después de todo, es cosa sabida: hay peligro en mirar «donde no se debe» (WIESEL, 1986:96). Más peligroso aún es fabricar un golem: la fuente del peligro no reside en la fuerzas del golem, sino en lo que puede acontecerle a su creador creador (SCHOLEM, 2002).

A pesar del peligro, algunos Creadores continúan enfrentando el riesgo y, como figura mítica, el Golem resurge. Por obra de otros Creadores, surgen otros golems. Así, se sabe que “Rabi Loew no fue apenas el ancestro espiritual, sino el ancestro de hecho del gran matemático Theodor von Karman (…). Más allá de esto, podemos afirmar que Rabi Loew fue el ancestro espiritual de otros dos grandes matemático de origen judío – John von Neumann y Norbert Wiener – que contribuyeron más que nadie para la magia que produjo el Golem de nuestros días, la computadora moderna” (SCHOLEM, 1994:90/1).

Es posible concluir, entonces: mientras haya Creadores, habrá criaturas. Y sabemos de ellos, de Creadores. Todos ellos. Se ocupan de conocer la Creación y, procediendo así, entienden y crean. Crean cohetes y naves espaciales para conocer Cielos, disecan cuerpos y cerebros, trazando las rutas de los sueños y de los pensamientos. En los laboratorios, destilan sustancia y elaboran recetas mágicas. De sus centros quirúrgicos y de sus oficinas subterráneas, surgen pies y manos artificiales. A veces, recrean la mente humana.

Aunque no usen las letras mágicas del alfabeto hebreo, construyen máquinas que piensan binariamente: cero y uno. También crean seres extraños, semejantes a los de los bestiarios medievales: orejas inmensas, bichos mezclados con otros bichos, animales inimaginables.

Dice la leyenda que algunos descifrarán todos los códigos secretos del cuerpo humano, volviéndose capaces de curar las enfermedades y miserias. Dice la leyenda, también, que los Creadores conseguirán crear Clones. Dicen que los hombres crearán otros hombres, en duplicado. Crearán robots que hablen y piensen. Dicen que, de lo recóndito de los templos de la Ciencia y del Saber, esos Creadores continuarán a murmurar plegarias y a transformar el mundo.

Bibliografía

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  • DEBUS, A. G. (1970) «Science and Education» in The Seventeenth Century: The Webster-Ward Debate, Londres/Nova Iorque, History of Science Library (MacDonald/ American Elsevier).
  • GUINSBURG, J. (1992) «De barro, mas não de ferro», In I. B. Singer, O Golem, São Paulo: Perspectiva.
  • IDEL, M. (2000) Cabala: Novas Perspectivas. São Paulo: Editora Perspectiva.
  • JANEIRA, A.L. «Primórdios do coleccionismo moderno em espaços de produção do saber e do gosto». Memorandum, 10, 65-70. Disponible en <http://www.fafich.ufmg.br/~memorandum/a10/janeira01.htm> . Acceso 01/11/2010.
  • JUDENSNAIDER, I (2008). Giordano Bruno. Disponible en <http://www.lainsignia.org/2008/enero/cul_014.htm>. Acceso 20/10/2010.
  • NASCIMENTO, L. «O Golem: do limo à letra». In: NAZARIO, Luiz, NASCIMENTO, Lyslei. (2004) Os fazedores de Golems. Belo Horizonte: Programa de Pós-Graduação em Letras: Estudos Literários da FALE/UFMG, pp. 17-37. Disponible en <http://www.letras.ufmg.br/poslit>. Acceso 01/11/2010.
  • PARACELSO. (1979) Essencial Readings. Org. de J. Jacobi. Princeton, Princeton University Press.
  • ROSSI, P. (2001) O Nascimento da Ciência Moderna na Europa. Bauru: EDUSC.
  • SCHOLEM, G. (1994) O Golem, Benjamin, Buber e outros justos: Judaica I. São Paulo:Perspectiva.
  • SINGER, I. B. (1992) O Golem. São Paulo: Perspectiva.
  • TOSSATO, C. R. (2006) «Apenas um lado do jogo: Kepler condicionado por seu tempo?». Scientiæ Studia, São Paulo, v. 4, n. 4, p.627-640. Disponible en: <http://www.scielo.br/pdf/ss/v4n4/a06v4n4.pdf>. Acceso 01/11/2010.
  • WIESEL, E. (1986) O Golem. Rio de Janeiro: Imago.
  • YATES, F. A. (1987) Giordano Bruno e a Tradição Hermética. São Paulo: Cultrix.

^^Ivy Judensnaider, «El Maharal y la creación del Golem», en Prometeica, Nº. 3, 2010, págs. 68-80.


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