Libro de horas: R. M. Rilke

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Fragmento
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Poema primero

Dich wundert nicht des Sturmes Wucht,
du hast ibn wachsen sebn;
die Báume flüchten. Ibre Flucht
schafft schreitende Alteen.
Da weisst du, der vor dem sie fliehn
ist der, zu dem du gehst,
und deine Sinne singen ibn,
wenn du am Fenster stehst.

Des Sommers Wocben stand en still,
es stieg der Baume Blut;
jetzt fühlst du, dass es fallen will
in den der Alles tut,
Du glaubtest scbon erhannt die Kraft,
als du die Frucht erjasst,
jetzt wird sie wieder rátselbait,
und du bist wieder Gast,

Der Sommer toar so ioie dein Haus,
drin weísst du alles stebn
jetzt musst du in dein Herz hinaus
toie in die Ebene gebn.
Die grosse Eisamkeit beginnt,
die Tage werden taub,
aus deinen Sinnen nimmt der Wind
die Welt wie welkes Laub.

Durch ihre leeren Zuieige siebt
der Himmel, den du hast;
sel Erde jetzt und Abendlied
und Land, darauf er passt,
Demütig sei jetzt wie ein Ding,
zu Wirklichkeit gereift,
dass Der, von dem die Kunde ging,
dich fühlt, uienn er dich greift.



No te asombra el impulso de tormentas
que tú has visto crecer,
huyen los árboles. Su fuga
va creando avenidas que caminan.
Entonces sabes: ese de quien huyen
es aquel hacia quien caminas tú,
y tus sentidos sólo a él cantan
cuando a la ventana estás.

Semanas veraniegas se pararon,
remontaba la savia por los árboles;
ahora sientes que quiere descender
hacia el que todo lo hace.
Creías conocida ya la fuerza
al poseer el fruto,
pero otra vez se vuelve misteriosa
y de nuevo eres sólo un invitado.

El verano era ya como tu casa,
dentro sabes que están todas las cosas·
ahora debes salir al corazón
igual que a una llanura.
Una gran soledad ha comenzado
se ensordecen los días.
Y arranca el viento a tus sentidos
como follaje marchito, el mundo.

A través de desnudas ramas mira
el Cielo, a quien posees;
sé tierra ahora y canto vespertino
y un país que concuerde con el cielo.
Sé ahora humilde como una cosa
madurada hasta ser realidad pura;
para que Aquel, de quien se hablaba,
cuando te agarre, te perciba.

Poema segundo

Ich bete wieder, du Erlaucbter,
du horst mich wieder durch den Wind,
weil meine Tiejen nlegebraucbter
rauscbender W orte mécbtig sind.

Ich war zerstreut; an Widersacher
in Stücken toar verteilt mein Ich.
O Gott, mich lachten alle Lacber
und alle Trinker tranken micb.

In Höfen hob ich mich gesammelt
aus Abfall und aus altem Glas,
mit halbem Mund dich angestammelt,
dicb, Ewiger aus Ebenmass.
Wie hob ich melne halben Hende
zu dir in namenlosem Flebn,
dass ich die Augen unederjdnde,
mit denen icb dicb angesehn.

Ich war ein Haus nach einem Brand,
darin nur Morder manchmal schlafen,
eh ihre bungerigen Strafen
sie uieiterjagen in das Land:
ich war wie eine Stadt am Meer,
wenn eine Seuche sie bedrángte,
die sich wie eine Leicbe scbuier
den Kindern an die Hände hängte.

Ich toar mir fremd wie irgendwer,
und wusste nur von ibm, dass er
einst meine funge Mutter krankte
als sie mich trug,
und dass ibr Herz, das eingeengte,
sehr schmerzhaft an mein Keimen schlug.

Jetzt bin ich wieder aufgebaut
aus allen Stücken meiner Schande,
und sehne mich nach einem Bande,
nach einem einigen Verstande,
der mich wie ein Ding überschaut,
nach deines Herzens grossen Händen
(o kämen sie doch auf mich zu).
Ich zäble mich, mein Gott, und du,
du hast das Recbt, mich tu verschwenden.
Hago oración de nuevo, oh tú, el más alto.
Y me oyes otra vez por entre el viento
porque dominan mis profundidades
a palabras sonoras, nunca usadas.



Y yo estaba disperso; en adversarios,
en pedazos partido estaba yo.
Oh Dios, de mí reían todos los burladores
y me bebía todo bebedor.

En los patios me fui recuperando,
a partir de basuras y de antiguos cristales
con media boca te he balbuceado
a ti, que eres eterno en tu armonía.
Cómo levanté a ti mis medias manos
en indecible suplicar,
para encontrar de nuevo aquellos ojos
con que te había visto.

Yo fui como una casa tras la quema,
en la que sólo duermen, a veces, criminales,
hasta que sus condenas, como hambrientas,
los sigan acosando hacia los campos,
yo fui una ciudad cercana al mar,
cuando una pestilencia la oprimía,
la cual, como un cadáver, muy pesada,
les colgaba a los niños de las manos.
Yo me era extraño, cual desconocido
de quien sólo sabía que una vez
mortificó a mi joven madre
cuando en su seno me llevaba
Y que su corazón, al contraerse
golpeó mi germinar con gran dolor.

Ahora estoy otra vez reconstruido
de todos los pedazos de la vergüenza mía
Y añoro alguna ligadura,
alguna comprensión unificada
que me abarque como una sola cosa:
Y de tu corazón las grandes manos
(oh, si vinieran sobre mí).
Yo me cuento, mi Dios, y tú,
tú tienes el derecho a disiparme.

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