Maiakovski

42198453694_bcd543f337.jpg


Fragmento
NAVEGACIÓN: Documento independiente. Cierre esta página para volver a la posición anterior



Amo

Dedicado a Lili Brick.

1
Comúnmente es así
El amor le es dado a cualquiera
pero…
entre el empleo,
el dinero y demás,
día tras día,
endurece el subsuelo del corazón.
Sobre el corazón llevamos el cuerpo,
sobre el cuerpo la camisa,
pero esto es poco.
Sólo el idiota,
se pone los puños,
y el pecho lo cubre de almidón.
De viejos se arrepienten.
La mujer se maquilla.
El hombre hace ejercicios con sistema Müller,
pero ya es tarde.
La piel multiplica sus arrugas.
El amor florece,
florece,
y después se deshoja.

2
De niño
Yo fui agraciado en el amor, sin límites.
Pero de niño,
la gente preocupada, trabaja.
Y yo,
escapaba a las orillas del río Rión,
y vagaba sin hacer nada.
Se enojaba mi madre:
«¡Chiquillo maldito!»
Mi padre me amenazaba con el cinturón.
Pero yo,
me ganaba tres rublos falsos
y jugaba con los soldados bajo las tapias.
Sin el peso de la camisa.
sin el peso de los botines,
daba vueltas
y me quemaba bajo el sol de Kutaís,
hasta que me daban puntadas al corazón.
El sol se asombraba:
«Apenas se ve
y también tiene corazón
se empeña el chiquillo.»
¿Cómo es que cabe en este pedazo de un metro,
el río,
yo,
y las kilométricas cumbres?

3
Adolescente
La juventud tiene mil ocupaciones.
Estudiamos gramática hasta atontarnos.
A mí,
me echaron del quinto año,
y fui a apolillar a las cárceles de Moscú.
En nuestro pequeño mundo doméstico,
para las camas aparecen poetas de pelo rizado.
¿Qué saben estos líricos anémicos?
A mí, pues.
me enseñaron a amar en la cárcel.
¿Qué vale comparado con esto,
la tristeza del bosque de Boulogne?
¿Qué vale comparado con esto,
los suspiros ante un paisaje de mar?
Yo, pues,
me enamoré de la ventanilla de la cámara 103²,
de la "oficina de pompas fúnebres".³
Hay gente que mira al sol todos los días
y se enorgullece.
«No valen mucho sus rayos» -dicen.
Pero yo,
entonces,
por un rayito de sol amarillo,
reflejado sobre mi pared,
hubiera dado todo un mundo.

4
Mi universidad
¿Sabe francés,
restar,
multiplicar?
¡Declina maravillosamente!
¡Que decline!
Pero, oiga,
¿Acaso usted podría cantar en dúo,
con los edificios?
¿Usted acaso comprende
el idioma de los tranvías?
El hombre, a veces,
apenas sale del cascarón
y ya lleva libros bajo el brazo,
y cuadernos escritos.
Yo,
aprendí el alfabeto en los letreros,
hojeando páginas de estaño y hierro.
Los maestros,
toman la tierra,
la descarnan,
la destrozan,
y enseñan:
-Toda ella
no es más que un globo pequeño, redondo.
Pero yo,
con los codos aprendí geografía.
No en vano he dormido tanto sobre la tierra.
Los historiadores se atormentan con importantes preguntas:
-¿Era o no roja la barba de Barbarosa?
¡Que sea!
No me gusta meterme en las mentiras con telaraña.
Yo conozco de Moscú, cualquiera de sus historias.
Hablan de Dobroliúbov (para que lo odien)¹
pero su apellido está en contra,
protesta la familia.
Yo,
desde niño.
aprendí a odiar a los gordos,
a los que se venden por una comida.
Se sientan,
charlan,
y para gustarle a la dama,
hacen sonar sus pobres ideas
con sus frentes llenas de monedas.
Yo,
dialogaba sólo con los edificios,
y las tomas de agua, eran mis interlocutoras,
con la ventana del oído atento escuchando,
los techos oían lo que les arrojaba al oído.
Y luego,
de noche,
sobre una cosa
o la otra
nos pasábamos charlando,
moviendo la "sinhueso".

5
Adulto
Los mayores tienen asuntos.
Los rubios tienen bolsillos.
¿Amar?
Por favor,
por cien rublos.
Y yo,
sin casa y sin techo,
las manzanas metidas en los bolsillos rotos,
vagaba asombrado.
Si es de noche,
se ponen los mejores trajes,
descansan el alma sobre viudas o casadas.
A mí
Moscú, me ahogaba de abrazos,
con sus anillos infinitos de plazas.
En los corazones,
suena el reloj de los amantes.
Se exaltan las parejas en el lecho de amor.
Y yo,
buscaba enloquecido,
el pulso salvaje de la ciudad
acostándome con «La Pasión» de sus plazas.
¡Entrad pasiones!
¡Trepáos con amor!
¡Desde hoy no soy dueño del corazón!
En los demás -yo sé-,
el corazón está en casa,
en el pecho,
lo sabe cualquiera.
Conmigo,
se volvió loca la anatomía,
soy todo corazón,
y palpita en todas partes.
¡Oh! Cuántas primaveras tuve
en veinte años encendidos y plenos.
El corazón tiene su apéndice,
y su carga sin gastar,
es simplemente insoportable.
Insoportable,
no para el verso,
de verdad.

6
Lo que resultó
Más de lo que se puede,
más de lo que hace falta,
como si colgara de mí,
un delirio poético.
El apéndice del corazón creció agigantado.
Una mole de amor,
una mole de odio.
Debajo del peso -las piernas-, tambaleando se mueven.
Tú sabes,
yo estoy bien formado,
y sin embargo,
cargo el complemento del corazón,
encorvado de hombros,
y me hincho de leche de versos
y no puedo irme,
a donde,
total igual me lleno de nuevo.
Estoy lánguido de lirismo.
¡Oh nodriza del mundo,
hipérbole,
imagen de Maupassant!

7
Llamado
Lo levanté como un atleta
lo llevé como un acróbata,
como a los electores los llevan al mitin,
como en las aldeas llaman a rebato los días de incendio.
Yo llamaba:
«Aquí está,
aquí,
tomadlo».
Cuando esta mole gemía,
sin notar el polvo o el barro,
las damas se apartaban de mí como locas.
-«A nosotras, más chico.
A nosotras, algo así como un tango…»
No puedo llevarlo,
y cargo mi peso.
Quiero arrojarlo
-y sé-
no lo haré.
No resisten los arcos de mis costillas,
mi profundo jadeo.
El pecho rechina
bajo el empuje de mis pujos ardientes.

8

Entraste.
En serio miraste.
La estatura,
el bramido
sencillamente examinaste,
-un chiquillo.
Tomaste,
sacaste el corazón,
y sencillamente te fuiste con él a jugar,
como una niña juega con su pelota.
Y todas,
como si vieran milagros
exclamaron -damas y señoritas:
-¿A ese, amarlo?
Si se echa encima,
hace falta una domadora.
¡Debe ser de una jaula!"
Y yo, de júbilo
-perdí el yugo.
y de alegría,
olvidándome de mí mismo
saltaba,
-como en casamiento de indio-,
tan alegre, y bien me sentía.

9
Imposible
Solo no podré llevar el piano,
y menos aún la caja de hierro.
Si no fuera la caja,
y el piano,
mi corazón lo llevaría de vuelta.
«Los banqueros saben:
somos ricos sin límites,
nos faltan bolsillos-,
guardamos en la caja de hierro».
Mi amor, por ti,
es un tesoro,
y lo guardo en mi caja de hierro,
y como un Creso ando contento.
Y sólo cuando tengo muchas ganas,
saco una sonrisa,
o menos,
y emborrachándome con otros,
gasto a media noche,
unos quince rublos de lirismo en moneda.

10
Y así pasa conmigo
Las escuadras,
también acuden a las bahías.
El tren,
también se apresura hacia las estaciones.
Y yo, se comprende
-si yo te amo-
voy hacia ti
pues me atraes,
me enloqueces.
Como se apea «El caballero avaro» de Pushkin,
encantado hurgando su sótano,
así yo,
vuelvo hacia ti, amada,
con mi corazón encantado.
Y a casa vuelvo contento,
como ustedes vuelven
y se quitan la roña, lavándose y afeitándose.
Así vuelvo hacia ti.
¿Acaso,
yendo hacia ti no vuelvo a mi casa?
A los terrenales los recibe la tierra
-siempre volvemos a nuestros deseos.
Así yo,
hacia ti siempre me inclino,
apenas nos separamos,
nos vimos apenas.

11
Deducción
No acabarán el amor,
ni la riña,
ni la distancia.
Pensado,
probado,
verificado.
Levanto solemne
el verso de mil dedos-estrofas.
Juro, amo,
fiel y seguro.

Amo II

Para ella y para mí
En este tema.
personal,
y modesto.
repetido y cantado
más de una vez.
yo giraba,
en calesita poética,
y vuelvo a girar sobre él.
Este tema,
ahora,
puede ser una plegaria a Buda,
y podría también afilar los cuchillos
de los negros, contra el patrón.
Si en el planeta Marte,
existe algún hombre de corazón,
también él,
ahora,
rezongará,
por la misma cuestión.
Este tema llegará,
y al lisiado,
lo tomará de los codos,
y le ordenará,
toma el papel,
y escribe.
Y el lisiado,
se apartará del papel con un grito desaforado.
Nada más que una canción,
son estos versos bajo el sol nublado.
Este tema llegará,
tocará el timbre en la cocina,
dará sus vueltas
y se disipará como el humo.
Hasta el gigante,
se rendirá ante él,
v se detendrá abrumado.
Este tema llegará,
y ordenará:
-¡La verdad!-
Este tema llegará,
y reclamará:
-¡La belleza!-
Dejen
que pase,
de mano en mano,
mientras ronronea un vals.
Este tema,
de paso sacudirá el alfabeto.
Nadie encontrará un tema más difícil.
Se vuelve la "A"
más inaccesible que el Kazbek.
Este tema enturbiará la razón,
y le quitará el sueño,
y el pan.
Este tema vendrá,
y con los siglos,
jamás se gastará,
únicamente dirá:
-Desde hoy fíjate únicamente en mí.
Y uno lo mira,
y avanza con un portaestandarte;
con un fuego de sedas escarlatas,
sobre la tierra embanderada.
Es un tema también,
lleno de picardía.
Pasarán los sucesos,
y desde el fondo de los instintos,
se preparará a dar un salto,
y como si enfureciese, nos condena:
atrévete a olvidarlo.
Este tema estremecerá,
y rendirá otras mil almas.
Este tema entró en mí irritado,
y ordenó:
entrégame el anzuelo de los días.
Me miró,
hizo una mueca en mi trajín cotidiano,
y como una tempestad,
apartó la gente,
y todos los demás problemas.
Este tema llegó,
borrando todos los otros,
y sólo,
y sin dividirse se apoderó de mí.
Este tema me ha puesto el cuchillo en la garganta
Martillando,
desde el corazón a la sien.
Este tema,
oscureció mis días en sombra.
Y el verso me ordena,
golpea como un tambor.
El nombre de este tema,
es…!

Balada de la cárcel de Reading

Balada de baladas
No es muy novedoso el compás de las baladas,
pero sí duelen las palabras,
de lo que les duele,
las palabras hablan,
entonces rejuvenece el compás de las baladas.
Fue en el cruce de Lubiánski
y Vodopiany,
El cuadro era éste.
Y este era el marco.
Ella está en la cama,
está acostada.
Él sentado,
y sobre la mesa el teléfono.
«Él y Ella»,
esta es mi balada.
No soy muy novedoso.
Lo terrible es,
que «él»,
soy yo,
y «ella»,
es mía.
¿Qué tiene que ver la cárcel?
Es Navidad.
Están de fiesta, están de jarana.
Pero la ventanita de mi cuarto,
tiene rejas.
Eso no importa,
yo les digo,
es una cárcel.
Tengo una mesa,
sobre la mesa una pajita.
Los cables,
transmiten un
número.
Toqué apenas el tubo del teléfono,
y se me cayó el tubo de las manos.
Es de origen fabril,
dos agujas brillantes,
iluminan el teléfono.
Desde el cuarto vecino,
se oye la voz dormida:
-¿Quién es?
¿De dónde llaman?
El timbre arde de tanto chillar,
está candente el aparato,
y grita:
-¡Está enferma!
¡Está acostada!
¡Corre!
¡Rápido!
¡Es hora!

Amor III

Tal vez,
quizá,
alguna vez,
por el camino de una alameda del zoológico,
entrará también ella.
Ella,
ella también amaba a los animales,
y sonriendo llegará,
así como está,
en la foto de la mesa.
Ella es tan hermosa,
a ella con seguridad la resucitarán.
Vuestro siglo XXX
vencerá,
al corazón destrozado por las pequeñeces.
Ahora,
trataremos de terminar,
todo lo que no hemos podido amar en la vida,
en innumerables noches estrelladas.
¡Resucitádme,
aunque más no sea,
porque soy poeta,
y esperaba el futuro,
luchando contra las mezquindades de la vida cotidiana!
¡Resucitádme,
aunque más no sea por eso!
¡Resucitádme!
Quiero acabar de vivir lo mío,
mi vida
para que no exista un amor sirviente,
ni matrimonios, sucios,
concuspiscentes,
Maldiciendo la cama,
dejando el sofá,
alzaré por el mundo,
un amor universal.
Para que un día,
que el dolor degrada,
cambie,
y no implorar más,
mendigando,
y al primer llamado de:
¡Camarada!
se dé vuelta toda la tierra.
Para no vivir,
sacrificándose por una casa, por un agujero.
Para que la familia,
desde hoy,
cambie,
el padre,
sea por lo menos el Universo,
y la madre
sea por lo menos la Tierra.

Conversando con la Torre Eiffel
París,
caminada por millones de pies,
gastada por miles de llantas.
Ando errante por tus calles,
solo, hasta el horror,
ni un rostro amigo,
hasta el horror,
ni un alma.
Alrededor mío,
los autos fantasean una danza.
Alrededor mío,
desde sus fauces de dragones-pescados y luises,
silba y cae el agua de las fuentes.
Llego a la plaza de la Concordia,
y espero a que venga a la cita,
cruzando la niebla,
surgiendo tras las casas apiladas,
la torre de Eiffel.
¡Chist…!
Torre,
más despacio,
que la pueden ver.
La luna, tema de guillotina,
asiste a nuestra cita.
Me acerqué a ella,
susurrándole en la radio-oreja.
He aquí lo que le digo:
-He hecho propaganda a los edificios y a las cosas.
Nosotros,
sólo esperamos su aprobación.
Torre,
¿quiere encabezar la insurrección?
Torre,
nosotros la elegimos jefe.
Usted,
modelo de genio y técnica,
no debe quedar aquí,
ocultando sus contornos Apollinarios¹.
No es para usted,
este lugar de podredumbre,
París de prostitutas,
la Bolsa,
y los «poetas».
Los Metró están de acuerdo.
Los Metró están conmigo.
Ellos,
arrojarán al público,
de su embaldosados vientres.
Y la sangre nueva,
lavará las paredes,
de los afiches de polvo y perfume.
Ellas,
-las paredes-
están convencidas.
Ellas no quieren ser esclavas de los avisos lujosos,
ellas saben que les sienta mejor a la cara,
nuestros agudos carteles de lucha.
¡Torre!
¡No tenga miedo a las calles!
Si el Metró no suelta la gente,
la calle lo castigará con los rieles.
Yo levantaré el motín de los rieles.
¿Teme?
Los tractores vendrán en columnas,
nos defenderán.
Vendrá Rive-gauche en nuestra ayuda.
¡No tema!
Ya me puse de acuerdo con los puentes.
Vadear los ríos,
no es fácil.
Los puentes,
se levantarán de golpe,
movidos por el encono,
cerrando las entradas a la ciudad,
por todos los costados de París.
Al primer llamado,
se amotinarán los puentes,
arrojando a los peatones,
con su toros de piedra.
Se rebelarán todas las cosas,
las cosas,
ya no pueden soportar más,
este orden de cosas.
Pasarán quince años o veinte,
se ablandará el acero,
y las mismas cosas
se lo aseguro,
irán solas,
a venderse por las ferias de Montmartre.
¡Torre vamos!
Venga con nosotros.
Usted,
allá, en casa,
nos hace más falta.
¡Venga con nosotros!
La recibiremos,
con el brillo de nuestros aceros.
La recibiremos,
con más ternura que al primer amante amado.
¡Vamos a Moscú!
Torre,
allá tenemos más lugar.
Usted,
tendrá todas las calles que quiera.
Nosotros,
la cuidaremos,
cien veces al día,
lustraremos su acero y su cobre,
y quedará como el sol.
Deje,
que su ciudad-,
París de tontas pitucas,
París de bulevares abribocas,
acabe sola,
enterrada en el cementerio del Louvre,
con el vejestorio de su museo en los bosques de Boulogne.
¡Adelante!
¡Marche!
¡Marche con sus cuatro patas poderosas,
remachadas según lo planos de Eiffel,
para que en nuestro cielo,
asome tu frente de radio,
para que nuestras estrellas,
ante ti se avergüencen!
¡Decídase, torre!
Hoy se levantan todos,
removiendo a París,
desde la cabeza hasta los pies.
¡Vamos,
venga con nosotros a la URSS!
¡Venga, con nosotros!
Yo,
le conseguiré el pasaporte.

Despedida
En el auto ya,
después de cambiar el último franco,
pregunto:
-¿A qué hora partimos hacia Marsella?
París,
corre,
despidiéndome,
con toda su extraordinaria belleza.
Sube a mis ojos,
la humedad de esta separaci6n.
Mi corazón,
de sentimentalismo se ablanda.
¡Yo quisiera vivir,
y morir en París,
si no existiera,
esa tierra,
que se llama Moscú!

¡A casa!
¡Pensamientos,
volad a casa!
Alma,
abrázate con las honduras del mar.
Aquél,
que todo lo ve constantemente claro,
ése,
a mi juicio,
es simplemente un tonto.
Yo estoy en el peor camarote,
de todos los camarotes,
Toda la noche,
encima mío,
golpean con los pies.
Toda la noche,
indignando la tranquilidad del cielo,
se agita el baile,
y gime la tonada:
«Mariquita,
Mariquita,
Mariquita mía,
por qué,
Mariquita,
ya no me quieres más…»
¿Y para qué tendré yo que querer a Mariquita?
Yo,
no tengo francos,
y a Mariquita,
con sólo un guiño,
y por cien francos,
te hace pasar al camarín.
Con poco dinero se arregla,
ella sólo vive para el «chic».
Pero algún intelectual,
moviendo algo su cabellera sucia,
le conseguirá una máquina de coser,
para coser,
la seda de sus versos.
Los proletarios,
vienen al comunismo,
desde abajo,
desde los bajos,
mineros,
de la hoz,
y el martillo.
Yo,
me arrojo del cielo poético al comunismo,
porque sin él,
no tengo amor.
Da lo mismo,
que yo mismo me deporte,
o me envíen al diablo.
Se oxida el acero de las palabras,
el cobre ennegrece con el tiempo.
¿Para qué debo pudrirme,
y oxidarme,
bajo estas lluvias extranjeras?
Estoy aquí,
en viaje entre las aguas,
con pereza,
pasa el tiempo,
casi no muevo los resortes de mi máquina.
Yo, en realidad,
me siento una fábrica soviética,
que elabora dicha.
No quiero,
que a mí,
como florcita,
me arranquen del campo
después de horas de penosa labor.
Yo quiero,
que sude el gobierno en debates,
dándome encargo para un año.
Yo quiero,
que el Tiempo,
mi comisario,
ordene mi mente.
Yo quiero,
que más que un sueldo de especialista,
me entreguen el aplauso del corazón.
Yo quiero,
que al fin del trabajo,
el consejo de fábrica,
regule mi razón.
Yo quiero,
que la pluma,
se equipare a la bayoneta,
que del trabajo de hacer versos,
como de la producción del hierro y acero,
haga informes en el Ejecutivo,
el camarada Stalin
diciendo:
Hemos superado el nivel,
de las más altas normas para hacer versos,
sobrepasando,
la producción de anteguerra,
en todas las Repúblicas de la Unión Soviética.

A plena voz
Primera introducción al poema:
¡Respetables,
camaradas herederos!
Revolviendo,
la m… endurecida de hoy,
estudiando nuestros días de niebla,
ustedes,
tal vez preguntarán por mí,
y tal vez,
vuestro sabio dirá
con alarde de erudición,
hurgando en los problemas de hoy:
dicen,
que una vez vivió,
un cantor del agua hervida,
enemigo rabioso del agua cruda.
Profesor,
quítese los lentes-bicicletas.
Yo mismo,
hablaré de mi tiempo,
y de mí.
Yo,
saneador tempestuoso de la revolución,
movilizado y por vocación,
me fui al frente,
dejando los jardines señoriales de la poesía,
mujer caprichosa
Dicen, cantan;
«Yo planté mi jardincito,
la hijita,
la casita,
el agua tranquilita,
sola hice el jardincito,
sola lo he de regar».
Quien los versos,
riega en regadera,
quien gotea rimas con la boca,
de Mariquitas y matronas,
¿Quién demonios los entiende?
No dan tregua a los suspiros,
mandolinan tras la reja:
«Tara-tina, tara-tina,
ten…»
Muy poco honor,
para que yo levante entre estas rosas,
mis angustiosos sueños,
por la calle donde escupe la tuberculosis,
donde el reo y la sífilis…
Al Agitprop,
Lo tengo entre los labios,
y podría hacer romances a medida,
más fácil y pagan mejor.
Pero yo,
me contenía,
pisando la garganta
de mi propia canción.
¡Escuchen!
camaradas herederos,
al agitador
y caudillo vocinglero,
apagador de las charlas poetizantes.
Yo pasaré,
por encima de los líricos tomitos,
hablando frente a frente,
como si estuviese vivo.
Yo no vendré,
al comunismo lejano,
como los trinos cantores de Esénin
Mi verso llegará,
a través de la cumbre de los siglos,
por encima de cabezas,
poetas y gobiernos.
Mi verso no llegará,
no,
como llega la flecha lírica amorosa.,
no,
como llega al numismata,
una moneda gastada,
ni como llega la luz,
de las estrellas muertas.
Mi verso,
ciclópeo,
romperá,
la mole de los años,
como llegó,
a nuestros días,
visible,
grosero,
palpable,
el acueducto de Roma,
por los esclavos hecho.
Entre pilas de libros,
entre versos enterrados,
al descubrir por casualidad,
el hierro de mis estrofas,
ustedes, con respeto,
las palparán
como viejas armas,
pero aun temibles.
Yo,
con la palabra,
no acostumbro a acariciar el oído.
Las orejitas de señoritas de rulito y buclecito,
yo no las tocaré,
yo, el de amores desbordantes.
Desplegaré
mis páginas,
en desfile,
como tropas,
y pasaré
por mi frente firmemente.
Mi verso,
está de pie,
con peso de plomo,
espera la muerte,
o la vida eterna de la gloria.
Los poemas están inmóviles,
con sus cañones,
apuntando con sus titulares deslumbrantes.
La agudeza de mi verso,
con la agilidad de la caballería,
el arma preferida de la gente,
está inmóvil,
con las rimas sublevadas,
y sus lanzas afiladas,
dispuesta a partir al galope.
Y todos mis ejércitos,
armados hasta los dientes,
que veinte años combatieron,
y en victorias han volado,
hasta mi última página,
te la entrego a ti,
planeta proletario.
La clase, enemiga del obrero,
es mi enemiga,
implacable,
profunda
y hace tiempo.
nos mandaron ir
bajo la enseña roja,
años de trabajo,
y días de hambre.
Pero nosotros,
abrimos de Marx
cada volumen,
como en nuestras casas,
se abren las ventanas,
y sin leerlos
sabíamos a dónde ir,
y en qué frente combatir.
La dialéctica,
nosotros,
no la estudiábamos por Hegel.
Con estruendo de combate,
entraba ella en nuestros versos,
cuando bajo las balas,
bufan de nosotros los burgueses,
como nosotros,
antes huíamos de ellos.
Dejen,
que tras los genios,
en marcha fúnebre,
marche la gloria,
viuda inconsolable.
¡Muera mi verso,
muera como soldado anónimo,
en la tempestad de nuestros días!
Escupo yo,
a todos los bronces monumentos
escupo yo,
al mármol panegírico.
Ya arreglaremos,
nuestras cuentas con la gloria,
-entre nosotros,-
si somos hermanos.
Dejen,
que el socialismo sea,
construido en los combates,
el monumento,
que mejor nosotros merecemos.
Herederos,
corrijan,
del diccionario algunas palabras.
Al río del olvido irán,
los restos de aquellas como:
«prostitución»,
«tuberculosis»,
y «bloqueo».
Para ustedes,
que son sanos y ágiles,
el poeta,
pintaba con esputos de tisis,
el tosco color de los carteles.
Con la cola de los años,
me vuelvo semejante,
a los monstruos cuaternarios,
descubiertos bajo tierra.
¡Camarada vida,
a ver,
más rápido,
marchemos,
marchemos por el resto del quinquenio!
A mí,
los versos no me acumularon rublos,
no enviaron
los muebleros,
a mi casa,
muebles de caoba.
Y más,
que una camisa limpia y fresca,
les diré,
sinceramente,
no me hace falta nada.
Ante el C. C.,
de los años,
preclaros venideros,
por encima de una banda,
de vividores y fulleros,
yo levantaré,
como carnet bolcheviquista,
todos,
los cien tomos,
de mis libros partidistas.

Traducción de Lila Guerrero.


Navegar_centuria_2.gif



Envía un comentario



Si no se indica lo contrario, el contenido de esta página se ofrece bajo Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 License