
Antonio García Megía
El nacimiento del Séptimo Arte
NOTA: La BIBLIOGRAFÍA referenciada se detalla en la última página de esta serie.
Algo de historia
La idea básica sobre la que se asienta la cinematografía es muy antigua. El sacerdote alemán Atanasio Kircher, hacia 1654, juega con imágenes estáticas en su «linterna mágica» para sugerir sensación de movimiento y, casi medio siglo después, en1798, Gaspard Robert diseña y produce el primer espectáculo público de proyección de imágenes pintadas pobre placas de cristal: Fantasmagories.
El avance en la técnica fotográfica y los estudios del físico belga Joseph-Antoine Plateau, que en 1828 estudia la persistencia de las imágenes luminosas en la retina del ojo gracias al «fenaquistiscopio», y del matemático austriaco Simon von Stampfer, que construye su «estroboscopio», acercan el sueño de sugerir movimiento a partir de imágenes estáticas.
Pero es una apuesta que lleva aparejada una elevada suma de dólares, la que proporciona el estímulo preciso para alcanzar la primera tentativa feliz de lograr la descomposición del movimiento mediante la fotografía. La cuestión a debate es: un caballo al galope, ¿llega a mantener en algún momento sus cuatro patas a la vez en el aire?
Una batería de veinticuatro cámaras colocadas convenientemente a lo largo de un hipódromo en Palo Alto, permite al fotógrafo inglés Edward Muybridge y al ingeniero John D. Isaac obtener la primera serie de fotografías de un caballo al galope: El galope de Daisy. Es el año 1877.
Por otro lado, los estudios del Dr. Marey, autor del ensayo El Movimiento de las funciones vitales (1868), empeñado en apoyar sus tesis, logra dejar constancia gráfica de cómo se produce el acto de caminar en un montaje que permite su reconstrucción, registrando sobre una única placa, Hombre blanco caminando desnudo, la secuencia de gestos y actitudes de una persona que se desplaza.
El «zootropo», de William Horner, el «electrotaquitoscopio» diseñado por el alemán Ottomar Anschütz, el «praxinoscopio» de Emile Reynaud… son sucesivos proyectos que inciden en esta misma línea, pero es necesario esperar a los trabajos de Thomas Alva Edison de 1889 –y a su «kinetógrafo», patentado en 1891, que relaciona el eje del obturador de una cámara con un fonógrafo y consigue grabar de forma simultánea sonido e imagen–, para que se abra definitivamente la puerta al desarrollo del séptimo arte cuyas primeras proyecciones se datan en 1894 debidas al empeño de los norteamericanos Mervyn Le Roy y los hermanos Tate. No obstante, es un año después –diciembre de 1895, en Francia–, en el Salón Indien del Gran Café del Boulevard de los Capuchinos de París, cuando los hermanos Lumière asombran a quienes asisten a una exhibición que muestra la entrada de un tren en una estación, la partida de una barca de remos de un puerto y la salida de los obreros de la fábrica Lumière de Lyon. Con ello comienza oficialmente la historia del cine.
Primeras técnicas de animación
La animación, desde siempre, ha constituido uno de los pilares sobre los que se alza la industria cinematográfica. La ilusión de movimiento de dibujos y objetos estáticos se construye a partir del mismo principio que rigen las producciones basadas en imagen real: la proyección de una sucesión rápida de fotogramas que circulan ante una luz e inciden sobre una pantalla. Ese juego de sombras reflejadas a una velocidad determinada es percibido por el ojo como un todo continuo y dinámico. Se trata del denominado fenómeno phi (φ) que describe Max Wertheimer, una simple ilusión óptica generada en el cerebro que otorga vida y mueve una figura u objeto que realmente permanece en reposo en todo momento.
Por norma, el ojo humano construye la percepción de movimiento a partir de imágenes expuestas a un ritmo de diez/doce fotogramas por segundo. En tales condiciones el espectador sufre el engaño perseguido subrayado, además, por un audio escogido para que incremente la credibilidad y emoción de las sensaciones construidas.
Hoy, en plena era digital, la animación es relativamente fácil, pero en su comienzo la técnica era muy distinta. A finales de siglo XIX, George Méliès es pionero en el arte de añadir efectos especiales creíbles a sus filmaciones. Su truco más utilizado consiste en cortar fragmentos de película, que vuelve a unir después, consiguiendo así la aparición «mágica» de personajes y objetos.
La animación de un dibujo es más complicada porque debe trabajar la cinta fotograma a fotograma. Se ultima una imagen y se fotografía. Se altera convenientemente el gráfico y se fotografía. La película final resulta de ensamblar la serie de pasos filmados. Este farragoso y delicado proceso se acelera notablemente cuando, hacia 1910, Bray y Hurd comienzan a utilizar papel de acetato transparente para reutilizar fondos, expresiones y actitudes de personajes.
Cuando aquello que se anima no es un dibujo, sino un objeto, muñeco, maqueta… la técnica empleada se denomina «stop motion». La grabación también se realiza «fotograma a fotograma» o «cuadro a cuadro». El sujeto de la animación se va transformando o moviendo poco a poco de acuerdo a los tiempos establecidos según la velocidad de proyección, veinticuatro imágenes por segundo. El procedimiento fue iniciado por Segundo de Chomón con su llamado «paso de manivela».
Se denomina «recambio de piezas» a la animación conseguida mediante el reemplazamiento o sustitución, «replacement animation» de partes o elementos. Los personajes no se diseñan con partes móviles, sino que constan de piezas intercambiables. Las diversas emociones que transmite un rostro, por ejemplo, pasa por la sustitución de una boca por otra, la variación de la dirección hacia donde dirige la mirada o la orientación de las cejas.
Por último, la técnica «film directo», dibuja y pinta, o simplemente raya, sobre la película de celuloide.
NOTA: La BIBLIOGRAFÍA referenciada se detalla en la última página de esta serie.
IMPORTANTE: Acerca de la bibliografía.
Toda referencia no detallada en texto o en nota a pie, se encuentra desarrollada en su integridad en la Bibliografía General.

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