MONOGRAFÍAS RELACIONADAS CON ESTE BLOQUE:
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MATERIAL COMPLEMENTARIO DISPONIBLE
Secuencias cinematográficas:
■ El último cuplé/Juan de Orduña (1957)
■ Aquellos tiempos del cuplé/Mateo Cano y J.L. Merino (1958)
■ La Coquito/Pedro Masó (1977)
Audios:
■ Página específica en esta misma serie
Imágenes/Infografías:
■ Galería de retratos incluida en una página de esta misma serie
Antonio García Megía
Mitos
NOTA: La BIBLIOGRAFÍA referenciada se detalla en la última página de esta serie.
«Desde la esfera del patriarcado imperante que domina todos los aspectos de la vida y de la cultura, al que no escapan tampoco el teatro, los autores, las obras y los papeles que las mujeres interpretan, la admiración de la que es objeto esta “diva en ciernes” la convierte, por encima de cualquier cosa y en primer lugar, en un cuerpo que admirar y poseer. Esta circunstancia conduce directamente al estereotipo de la prostituta y puede entenderse como manifestación y variante del arquetipo de la femme fatale»1.
El estrellato convierte a la artista en diosa incuestionable de su público y hace que su imagen trascienda del escenario para ser imitada, perseguida, acosada, utilizada… mitificada. Siguen una galería de fotografías y unos apuntes sobre algunos grandes mitos de la escena española de ese momento a modo de sinopsis biográfica elemental.
GALERÍA DE RETRATOS
Ordenados según aparecen sus apuntes biográficos
DETALLES BIOGRÁFICOS
Bella Otero
Carolina Otero, gallega, de Ponte de Valga (Pontevedra), la primera española que realmente triunfa en el extranjero. París y Nueva York caen rendidos a sus pies, como lo hacen príncipes rusos y multimillonarios yanquis. Por ella, algunos pierden su fortuna y otros la vida.
Agustina Carolina, su auténtico nombre de pila, no tiene una vida fácil. De ambiente muy humilde es violada cuando apenas cuenta con diez años a las afueras de su aldea, de resultas de los cual se ve imposibilitada para tener hijos. Escapa de casa en compañía de un apuesto joven hasta Lisboa. Luego viaja a Barcelona y contrae matrimonio con un conde italiano que le aconseja buscar la fortuna artística en Francia. Llega a la capital francesa con veintiún años y triunfa de manera absoluta en el Folies-Bergère.
Entre sus más sonados romances se encuentran los vividos con el gran duque Pedro Nicolaevich, nieto del zar Nicolás I, con el Príncipe de Gales, futuro Eduardo VII, el Duque de Westminster, Guillermo II de Alemania… Hay que sumar también los que se le suponen con el Emperador Tasho y el rey Alfonso XII de España y la admiración declarada que hacia ella manifiestan Toulouse Lautrec, José Martí y Jean Cocteau.
Fornarina
«¿De dónde habrá salido este fenómeno? ¿Será italiana, recriada en América? Y es que a pesar de su dicción y acento impecables; su manera de interpretar y de souligner los couplets es tan afrancesada y tan distinta de lo que se estila entre las artistas nacionales, que no acertábamos en un mar de conjeturas»2 .
Hija de un guardia civil y una lavandera, la miseria y su belleza la introducen desde muy joven en el mundo de la prostitución. Una breve aparición en el Salón Japonés, como esclava ofrecida sobre una bandeja, cubierta solo por unas mallas en la obra El pachá Bum-Bum, le abre la puerta a una carrera meteórica de la mano del periodista y comediógrafo José Juan Cadenas, el gran amor de su vida, pese a la relación tormentosa que se establece entre ambos.
Con la consideración de artista internacional recorre las ciudades más importantes de Europa. Su afán por aprender y el contacto frecuente con la aristocracia y la intelectualidad, terminan haciendo de ella un persona culta y educada, una auténtica mujer de mundo. Su fallecimiento temprano, en 1915, en un momento de esplendor artístico, causa una honda impresión en todo el país.
Teresita Calvó
Esta tiple y bailarina, cómica y picarona, nace en Barcelona en 1883. Empieza su deambular sobre las tablas españolas muy joven como corista en el teatro Apolo. Pronto su carrera se tiñe de triunfos. Su nombre es cabeza de cartel a partir de 1903. Sin duda alguna, el trabajo que más contribuye a ello será su actuación en el sainete de Carlos Arniches El pobre Valbuena.
Contrae matrimonio con el comediógrafo Jacinto Capella. Él comparte la mayor parte de los momentos estelares de su vida artística y contribuye, acompañándola en el mismo escenario, a la explosión de aplausos que consigue del público después de sus «ingenuos» recitados a los que da pie y entrada, o aporta el contrapunto necesario, para el lucimiento de la actriz. Una de las más geniales creaciones en este estilo es el diálogo titulado La guerra europea.
Teresa fallece en la capital de España después soportar una larga enfermedad que la mantuvo inmóvil durante varios años.
La Goya
Aurora Jauffret, nace en Bilbao. De familia acomodada, estudia solfeo y piano. Domina los idiomas italiano, francés e inglés, diseña sus propios vestidos y tiene amistad con escritores de la talla de Jacinto Benavente, Baroja o Valle-Inclán.
Debuta, siendo poco más que una adolescente, en el Trianón Palace de Madrid y llega a ser una referente de las «variedades selectas». Es el escritor Álvaro Retana el responsable de su nombre de guerra, La Goya, como homenaje a La Tirana que pintara el genio aragonés con quien la compara.
Su largo noviazgo con el torero Ricardo Torres Bombita incrementa el interés del público por su persona, pero contrae matrimonio finalmente con el también escritor Tomás Borrás. Su nombre e imagen son marca identitaria de la manzanilla elaborada por una importante bodega andaluza.
Se la considera responsable de la dignificación del género por eliminar de sus actuaciones los excesos chabacanos y obscenos.
Chelito
Consuelo Portella Audet nace en Placetas, un pequeño pueblo de la isla de Cuba. Es hija de un capitán de la Guardia Civil allí destinado. Desde muy pequeña acude a academias para perfeccionar su arte. Tiene muy claro y arraigado el deseo de ser cupletista y bailarina.
En Madrid, en la casa paterna, suele cantar y bailar los domingos para los amigos de la familia, entre ellos unos jovencísimos Ramón Gómez de la Serna y José Martínez Ruiz, luego conocido como Azorín, quienes animan a los progenitores a orientarla hacia los escenarios.
Con catorce años debuta en un local consagrado al género ínfimo: el París-Salón, ubicado en la calle Montera. En 1905 Bella Chelito ya es una primerísima estrella. Junto a Raquel Meller y Fornarina, constituye uno de los vértices del triángulo de divinas del género pícaro. Ellas son maestras geniales en el arte de la seducción y de la insinuación atrevida, pero nunca van un paso más allá de lo que establece para el sentido común la línea del decoro.
Pese a la imagen pública que se construye en tono a su figura, es una ingenua impenitente. En palabras de Álvaro Retana: «La Bella Chelito fue la ingenua incomparable, la conservadora de una inocencia infantil hasta esa edad en que el candor deja de ser celeste. A no ser por el nacimiento de sus dos vástagos—José María y Consuelito—, habría muerto creyendo que los niños vienen de París o los trae la cigüeña».
Raquel Meller
Nacida en Tarazona en 1888, Francisca Marqués López, admirada internacionalmente como Raquel Meller, la divina, la Sarah Bernhardt del cuplé, es reconocida como una maravillosa actriz de la canción que encumbra cualquier producción que incluya en su repertorio, aunque la tome de otra estrella.
Criada en Francia por una tía religiosa, regresa a Barcelona donde, en 1908, actúa por primera vez en público con el nombre de Raquel Meller. Su éxito definitivo lo alcanza tres años después en el Teatro Arnau de la Ciudad Condal.
Desde 1924 es un ídolo femenino para el público parisino y, en sus recorridos por tierras americanas, hace empalidecer a cuantas la precedieron y deja un elevado estandarte difícil de alcanzar para las que la siguieron. Referente del mundo del espectáculo, intérprete genial del El relicario y La violetera, contó con infinidad de imitadoras que no consiguieron arañar siquiera su aureola artística.
Se casa en Biarritz con el escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrillo en una ceremonia que tiene como padrino al conde de Romanones, pero la unión no dura mucho tiempo y termina en divorcio. Su segunda experiencia matrimonial la vive con el francés Edmond Saiac. Está galardonada con la Gran Cruz de Alfonso XII, la Palma Académica y la Legión de Honor.
Argentinita
Encarnación López Júlvez, La Argentinita en referencia a su país de nacimiento, es hija de emigrantes españoles retornados cuando ella apenas tiene cuatro años. Con ocho actúa por primera vez en público e inicia una fructífera carrera compartiendo con La Goya el mérito de dignificar el género ligero alejándolo de la chabacanería en que estaba sumido.
Perfecta coreógrafa, es admirada, y en cierto modo pulida, por personalidades como Federico García Lorca o Ignacio Sánchez Mejías. Conoce al detalle las peculiaridades de las danzas populares de las diferentes regiones españolas y las lleva a los escenarios cargadas de una autenticidad que las otorga un valor estético que otras estrellas solo logran con el recurso al lujo y la fantasía.
No se la puede tildar en modo alguno de actriz apocada sobre las tablas, pero tampoco construye su éxito explotando su sex appeal personal o un repertorio insinuante cargado de doble intención. Ella eleva el nivel de las variedades sin pedir guerra o armar bronca desde el escenario.
Su lanzamiento se hace como bailarina. Es en la danza donde se encuentra segura, por eso entra en el mundo de la canción cargada de recelo y temor por no estar a la altura. El empeño y bien hacer acaba demostrando que también en ello demuestra magisterio. Su arte la hace merecedora de condecoraciones como la Gran Cruz de Alfonso el Sabio y el Lazo de Isabel la Católica.
Pastora Imperio
Salida, como tantas otras, del Salón Japonés, donde debuta en el año 1901 siendo sólo una niña, y del teatro Variedades, actúa como Pastora Monje o Pastora Rojas. Es en la cartelera de este último local donde se le adjudica el nombre artístico con el que la recuerda la historia.
Pastora Imperio es una de las grandes. Jacinto Benavente la describe como «la escultura de una hoguera». Julio Romero de Torres y Mariano Beniliure inmortalizan su figura sobre lienzo y sobre mármol. Los hermanos Álvarez Quintero se declaran vasallos de la esencia pura de su arte gitano subyugados por la majestuosidad de sus pasos y el movimiento ondulante de sus brazos. Para ella compone Manual de Falla El amor brujo, y Raquel Meller asegura, en alusión a su contundencia en el entonar y el decir, que «canta en decreto». Y en efecto, esa, su ley, es la que acata e imita en lo sucesivo cualquier aspirante a estrella del universo folklórico.
Retirada de las candilejas durante seis años, de 1928 a 1934, reaparece en el Coliseum de Madrid interpretando un pasodoble autobiográfico Retrato lírico que escriben Álvaro Retana y José Casanova. Entre los diferentes galardones concedidos figura el Lazo de Isabel la Católica.
Pastora Imperio es una artista «única» que jamás tuvo que moderar una actitud o corregir un escote. ¡Toda una señora sobre los escenarios!
Goyita
Comienza su carrera utilizando su nombre real, Pepita Ramos, el artístico, Goyita, lo adopta posteriormente. Hija natural de una vicetiple valenciana a la que supera ampliamente en el campo artístico, se prepara para vivir su sueño tomando clases con el prestigioso maestro Reguant.
Influida, como tantas otras aspirantes a estrella, por el modo de hacer y decir de Raquel Meller, logra triunfar en los «concerts» del Paralelo rozando el cielo del éxito en el teatro Arnau.
La gran aceptación que disfruta entre el público barcelonés no se repite en los espectáculos que monta en el Romea y otras salas emblemáticas madrileñas. Su paso por la capital no es especialmente brillante.
Su periodo de esplendor hay que situarlo entre los años veinte y los primeros de los treinta. La Goyita es valiente y arriesgada. Basa su repertorio en el cuplé, pero lo completa entonando, y popularizado, tangos, fox, blues… y hasta jazz. Sus éxitos incuestionables son Amor de muñecos y Batallón de modistillas.
Fallece en un hospital catalán, casi en el olvido, víctima de una hemiplejia.
Carmen Flores
Carmen Pereira Barrera nace en Almendralejo (Badajoz), en 1896, pese a que ella asegure que el evento ocurre en Sevilla, ciudad a la que se traslada su familia cuando ella es una niña muy pequeña. Allí es donde aprende a cantar, a bailar y a moverse sobre un escenario.
Con diecisiete años actúa en los teatros Tívoli, de Barcelona, y La Zarzuela, de Madrid. Viaja después a Buenos Aires con un contrato como tiple de la opereta Molinos de viento del maestro Luna. De vuelta a España, dos años después, triunfa en el Romea y el Trianón Palace y se codea con artistas de la talla de Pastora Imperio, La Fornarina, Raquel Meller o La Chelito.
Pero ella es diferente. Fusiona lo andaluz con lo castizo. Es exagerada en todo: voz, ademanes, vestuario… Suele cubrir con mantones muy coloridos el escenario. Son mantones que ha dejado caer, uno a uno, sobre las tablas como un elemento plástico más de la escenografía. Alterna la melodía, que interpreta con pasión rota nacida de una voz no educada, con monólogos burlescos recitados a gritos y a velocidad de vértigo. De ella dice la Meller: «Es un caballo loco en una cacharrería».
A generar su fama contribuye el amor que por ella declara el sultán de Marruecos Muley Haffid. El idilio pasa a la posteridad inmortalizado por la Chelito. Carmen Flores es La chula tanguista y su enamorado «el pelma» al que la cantante se refiere en el divertido tema que estrena en 1924.
Bella Dorita
Tal vez la vedette más recordada del Paralelo barcelonés. María Yáñez nace en Cuevas de Almanzora, en la provincia de Almería, en 1901. Arriba a Barcelona en 1913 acompañada de sus madre, abuelos y hermanos. Sus primeros trabajos son de bordadora y como operaria en una fábrica de juguetes. Es a sus diecisiete años cuando, en el teatro Apolo, nace la Bella Dorita para la escena de la mano de un empresario de concursos de belleza. En el Paralelo se gana la vida como chica de alterne3 y tanguista4.
Se forma artísticamente en varias academias de prestigio. Debuta en el Teatro Royal Concert en 1923. Pasa por el teatro Apolo donde su fama se acrecienta. Cierto día, en plena actuación, la caída involuntaria del mantón de Manila que la cubre la muestra desnuda sobre el escenario. Ella llora enrabietada, pero el público aplaude y ruge. El incidente la corona Reina del Paralelo.
A destacar en su repertorio, además de la inevitable Pulga: El tren, La vaselina, Poco a poco y Fumando espero.
Tuvo infinidad de admiradores. Se dice que sus pisos en Madrid y Barcelona fueron regalo de ellos. Algunos acuden al suicidio al no conseguir sus favores. Entre sus seguidores figuran personalidades muy conocidas: el General Sanjurjo, Lluís Companys, Ricardo Zamora…
Celia Gámez
Celia Gámez carrasco nace en Buenos Aires, hija de padres malagueños emigrados, aunque de buena posición. Debuta con catorce años en el teatro de la Comedia de su ciudad natal, en la obra Las corsarias, iniciando una andadura profesional que la lleva, incluso, a sustituir a Josephine Baker.
Ya en España, es invitada a participar en un festival benéfico presentado por Fleta y con la presidencia de los Reyes. Su interpretación de varios tangos le vale un contrato con el empresario del teatro Romea. Allí actúa en 1926. Sus piernas y desparpajo en escena la hacen mítica.
Centrada en la revista, hace de Las Leandras un referente y del chotis El Pichi y el pasacalles Los nardos unas piezas inmortales. Poco antes del inicio de la contienda civil española da un salto a la opereta estrenando El baile del Savoy, primera obra que, en este país, presenta bailarines en escena.
Terminada la guerra, regresa de su Argentina natal, donde ha buscado refugio, y hace famoso otro chotis: ¡Ya hemos pasao!, réplica del lema ¡No pasarán! de la resistencia madrileña.
NOTA: La BIBLIOGRAFÍA referenciada se detalla en la última página de esta serie.
IMPORTANTE: Acerca de la bibliografía.
Toda referencia no detallada en texto o en nota a pie, se encuentra desarrollada en su integridad en la Bibliografía General.
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