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«La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyo interés será distribuido cada año en forma de premios entre aquellos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad».
Testamento del Alfred Nobel
Alfred Nobel es un acaudalado industrial sueco que consigue su fortuna gracias a la fabricación y comercialización de la dinamita. El «Premio Nobel» es instituido en 1895 y sus primeras nominaciones se otorgan en 1901.
JOSÉ ECHEGARAY
Dramaturgo, ingeniero y político, se gradúa con el número uno de su promoción en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, de la que será profesor. De arraigadas convicciones políticas de índole liberal, es diputado en las Cortes constituyentes, Director General de Obras Públicas (1868-69), Ministro de Fomento (1869-70 y 1872) y Ministro de Hacienda (1872-73) y es uno de los fundadores del Partido Radical. Después del hundimiento de la monarquía de Amadeo de Saboya, se suma al régimen de la Primera República volviendo a ocupar cartera ministerial en Hacienda en 1873 y 1874 y, restaurada la Monarquía, junto a Cristino Martos y Nicolás Salmerón, participa en la fundación del Partido Republicano Progresista. Se integra, finalmente, en el Partido Liberal de Sagasta.
Su inmenso prestigio le lleva a ejercer la presidencia del Ateneo de Madrid y, por dos veces, la de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. También dirige la Real Academia Española. Es en 1904 recibe el Premio Nobel de Literatura junto con el poeta francés Fréderic Mistral, un galardón que no es9 bien acogido por ciertos escritores modernistas y de la llamada «Generación del 98» que llegan a publicar un manifiesto en oposición al premio concedido.
El teatro de Echegaray muestra una sólida base arraigada en el romanticismo incluso en sus obras «contemporáneas» o de alta comedia. De inventiva avasalladora todos sus dramas alcanzan un alto efecto dramático en escenas, en ocasiones, inverosímiles que contraponen el conflicto entre deberes o pasiones exaltadas. Pero los espectadores saltan en sus asientos el día del estreno. A su genio escritor se une el interpretativo de los grandes actores de la época: Antonio Vico, Ricardo y Rafael Calvo, María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. A resaltar en su producción: En el puño de la espada (1875), O locura o santidad (1877), En el seno de la muerte (1879), El gran Galeoto (1881), El hijo de don Juan (1892), Mariana (1892), Mancha que limpia (1895), El loco de Dios (1900), A fuerza de arrastrarse (1905)…
Satírico y mordaz, cultiva, también la crítica literaria. También es amplia su obra de carácter científico: Cálculo de variación, Teorías modernas de la Física, Problemas de Geometría, Introducción a la Geometría Superior…
SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL
Histólogo, nacido en Petilla de Aragón, se traslada a Zaragoza 1869 donde su padre ejerce como médico de la beneficencia provincial y es profesor de disección. Obtiene le título de medicina en 1873, siendo destinado a Cuba dentro de la sanidad militar. Luego trabaja como ayudante de Anatomía en la Escuela de Medicina de Zaragoza. Posteriormente, doctorado por la Universidad Complutense de Madrid, se inicia, de la mano de Aureliano Maestre de San Juan, en la observación microscópica. Luego es nombrado director de Museos Anatómicos de la Universidad de Zaragoza y catedrático de anatomía de la de Valencia. Aquí trabaja contra la epidemia de cólera de 1885. Siguen las cátedras de Histología en la Universidad de Barcelona y de Histología y Anatomía Patológica Madrid.
En su afán de explicar las conexiones entre las células nerviosas, desarrolla métodos de tinción exclusivos para neuronas y nervios, que mejoran los aplicados hasta el momento, y confirman que la neurona es el constituyente fundamental del tejido nervioso. Estudia también la estructura del cerebro, el cerebelo, la médula espinal, el bulbo raquídeo…, que, en 1889, presenta ante la Sociedad Anatómica Alemana en Berlín, suscitando el interés de sus colegas en todo el mundo. Su dedicación en este campo le hace merecedor del Nobel de Fisiología y Medicina de 1906 junto con Camillo Golgi.
JACINTO BENAVENTE
Jacinto Benavente Martínez nace en Madrid en 1866. Está considerado como el gran renovador del teatro en castellano, pese a que, en sus comienzos optó por la aceptación popular antes de acometer producciones exigentes aptas solo para minorías privilegiadas. Inicia estudios de Derecho, que nunca termina, escribe en la prensa y llega a dedicarse, como empresario, al mundo del circo.
Incorpora a los escenarios españoles ideas innovadoras de D'Annunzio, Oscar Wilde, Maurice Maeterlinck, Henrik Ibsen y Bernard Shaw, perfeccionando los recursos escénicos y poniendo en oca de los actores diálogos vivos y dinámicos cargados de sátira social. Esta subordinación de «lo dramático», frente a «escénico», es lo que, a veces, parece restar profundidad a algunas de sus piezas. Así se pone de manifiesto en Gente conocida (1896), La comida de las fieras (1898) y La noche del sábado (1903), en las que la crítica a las clases aristocráticas y acomodadas de la sociedad se esconde bajo una capa de reprobación amable muy bien acogida por el público. En esta línea se encuadra también su obra más representativa y lograda: Los intereses creados (1907). Sátira del universo de los negocios mezcla magistralmente elementos de la tradición del teatro clásico español con otros innovadores del más puro estilo de la commedia dell'arte. En la misma línea se encuentra La ciudad alegre y confiada (1916). En definitiva, el mensaje de Benavente en esta modalidad teatral es de escepticismo ante la naturaleza humana y la sociedad en la que se desarrolla con frívola hipocresía y crueldad. En contraste con ello, el drama rural que subyace en Señora Ama (1908) o La malquerida (1913), proyecta una importante intensidad trágica y sombría desarrollando tramas pasionales en contextos aldeanos, asfixiantes, brutales y primarios, más en consonancia con valores de carácter naturalista.
La obra teatral de Benavente es amplísima; aparte de las ya citadas hay que mencionar El teatro fantástico (1892), Cartas de mujeres (1893), El nido ajeno (1894), El dragón de fuego (1904), El príncipe que todo lo aprendió en los libros (1910), Campo de armiño (1916), Pepa Doncel (1928) y La infanzona (1945). Su labor como crítico queda recogida en varios libros: De sobremesa (1910, cinco volúmenes), El teatro del pueblo (1914), Acotaciones (1914) y Crónicas y diálogos (1916). Es Académico desde 1912 y, en 1922, recibe el Premio Nobel de Literatura.
Antonio García Megía
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