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El cartel del periodo de entreguerras estuvo marcado por la influencia de las vanguardias y el desarrollo del art déco. El culto a la vida moderna, a la máquina y a la velocidad son algunas de las características definitorias del futurismo.
Los llamados «mosqueteros del cartel» –Cassandre, Paul Colin, Charles Loupot y Jean Carlu– requieren una mención especial por cuanto su obra aúna el espíritu de los felices años veinte y del art déco, a la vez que su trayectoria es un claro ejemplo de la profesionalización de la labor del diseñador gráfico.
Adolphe Mouron Cassandre (1901-1968) es considerado uno de los máximos representantes del cartel moderno del periodo de entreguerras.
Estudió en la École de Beaux Arts de Burdeos y en la Académie Julian. Comenzó a trabajar como diseñador en la empresa Hachard & Cie., hasta que en 1923 realizó el que es considerado su primer cartel, Au Bucheron. A partir de ese momento sus impactantes diseños revolucionaron el panorama del cartel francés.
Cassandre supo imprimir a sus propuestas un lenguaje muy efectista que mezcla de manera ecléctica elementos ligados a movimientos de vanguardia como el cubismo o el futurismo. Asimismo sus afiches son un claro ejemplo de la habilidad de este artista para captar la atención del espectador, pues con sus diseños sencillos, contundentes y radicalmente innovadores, su clara tendencia a lo geométrico, su peculiar tipografía y un mensaje escueto, logra transmitir de forma directa el mensaje que la marca o el producto desean hacer llegar al posible consumidor.
Algunos de sus carteles más populares son L’Intransigeant de 1925, Étoile du Nord y Nord Express, ambos de 1927, L’Atlantique de 1931, Dubonnet y Grande quinzaine internationale de Lawn-Tennis, ambos de 1932, o Normandie de 19351.
Con un estilo muy personal y menos racionalista que Cassandre, Paul Colin (1892-1985) reflejó en sus carteles el París de Maurice Chevalier, Josephine Baker y La Revue Nègre.
A lo largo de su dilatada trayectoria profesional, elaboró más de mil novecientos carteles en los que habitualmente optó por diseños sencillos, con una figura central, por lo general animada, sobre un fondo de color plano o degradado, y un lema que solía situar en el extremo superior o inferior.
Su talento generó algunos de los afiches más vitalistas de los años veinte y treinta, entre los que cabe destacar La Revue Nègre de 1925, Tabarin de 1928, Serge Lifar de 1935 o los posteriores Silence - L’ennemi guette vos confidences de 1940 y Le Progrès de 19542.
Los primeros carteles de Charles Loupot (1892-1962) datan de 1916, momento a partir del cual crecieron tanto sus encargos como su prestigio, lo que le llevó a especializarse en este medio.
Con un lenguaje en el que se mezclan influencias del cubismo y del futurismo, este diseñador utilizó frecuentemente la pintura al pastel y el aerógrafo en sus creaciones.
Loupot hizo gala de una gran pureza de estilo y de una enorme capacidad inventiva en toda su producción, características presentes en ejemplos como Voisin Automobiles de 1923, Jouets. Au Bon Marché de 1926, Valentine de 1928, T. Twining de 1930, Sérodent de 1935 o la extensa serie que realizó para St. Raphaël entre los años treinta y cincuenta3.
Jean Carlu (1900-1997) es otro de los grandes representantes del cartelismo francés de entreguerras. Para Carlu, el cartel no sólo debía ser visto sino también recordado entre la ingente cantidad de imágenes que inundan la ciudad y la retina del espectador.
Esta fusión entre visión y memoria queda patente en la fuerza y el riguroso diseño que impregnó su obra desde sus primeras creaciones. Algunos de sus afiches más notables son Pépa Bonafé de 1925, Aquarium de Monaco de 1926, Paris Soir de 1928, Mon Savon de 1930, Disques Odéon de 1930 o Pour le désarmement des nations de 19324.
Mikel Bilbao Salsidua, «El cartel: del sentido práctico al objeto artístico», Catálogo de la exposición Mensajes desde la pared. Carteles en la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao (1886-1975), Museo de Bellas Artes de Bilbao (6 de octubre/enero de 2016), Pgs. 18-22
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