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Introducción
[…] A principios del siglo XX, París era la capital cultural del mundo. París fue el punto de eclosión de las vanguardias que transformaría de manera radical el paisaje cultural del arte. Los artistas desafiaron el pensamiento académico sin dejar de cautivar a un público que llenan las salas donde se exponían sus obras. París se va a convertir en una ciudad moderna perdiendo ese cierto carácter romántico que poseía en favor de la comodidad.
Las exposiciones universales del siglo XIX e incluso de principios del siglo XX era una cita mundial que servía para mostrar lo mejor de cada casa. Era un acontecimiento mundial de primer orden. La exposición de 1889 que se celebró en París aportó concepciones pioneras en la construcción, así como una serie de adelantos tecnológicos. Un ejemplo lo constituyó la construcción de la Torre Eiffel que se alzó como puerta de entrada a la Exposición Universal de París de 1889. Las nuevas técnicas en el trabajo de construcciones metálicas permitió erigir edificios más ligeros (como la Gare du Nord que se amplió con motivo de la exposición o la Biblioteca Nacional del arquitecto Auguste Perret). La exposición fue un acontecimiento brillante y que tuvo una enorme influencia.
Años después la ciudad continuaría con su modernización con el uso de la electricidad para el alumbrado público y para el nuevo metro. A partir de 1900 los continuos progresos modificarán la vida cotidiana con una enorme rapidez. Nuevas vías de comunicación, amplias avenidas, la aparición de ese loco cacharro llamado automóvil, el motor diésel, el cinematógrafo. Todo son nuevos desarrollos tecnológicos y científicos.
Estos años de finales de siglo (las dos últimas décadas) y hasta el estallido de la Primera Guerra mundial (1914) son considerados de una gran pujanza económica y social en Europa. Era un periodo de paz que favoreció los avances científicos, técnicos, económicos y sociales. Fue un momento de cierta alegría, de un gran optimismo en el porvenir gracias a las innovaciones tecnológicas que se difunden de forma masiva.
La sociedad vivía como si no hubiera un mañana. Corrientes como el positivismo (de la mano del francés Auguste Comte que proclama que el único conocimiento verdadero es el científico) fomentaron en desarrollo, entre otras cuestiones, de una ciudad más amable, más para el ciudadano. Es lo que se conoce como la «Belle Époque». La gente vivía deprisa. Las distancias se acortaron: el desarrollo del ferrocarril acercó las ciudades; los buques transoceánicos unían América y Europa y los aeroplanos, junto con los zeppelins, empezaron a surcar los espacios. Ford popularizó el uso del coche con su modelo T. En las fiestas se empezó a oír una nueva musical: el jazz. Y Coco Chanel revolucionó el mundo de la moda y casi el papel de la mujer.
En cuando al arte en general y la pintura en particular, el periodo finisecular del XIX en París era un hervidero. 1874 fue el año de la primera exposición impresionista. A la ciudad de la luz empezaron a acercarse artistas de diferentes partes del mundo que querían conocer lo que se estaba cociendo allí.
Al año siguiente de la muerte de Cézanne, en 1907, para muchos el padre del arte moderno, se celebró una retrospectiva de su obra que congregó a buena parte de las vanguardias del siglo XX. Aquello debía de ser un microcosmos. Se podía ver por la capital parisina artistas (tanto escultores como pintores) franceses, por supuesto, pero también allí acudieron españoles (Pablo Picasso, Juan Gris, Pablo Gargallo); rusos (Chagall, Sonia Delaunay); italianos (De Chirico, Amadeo Modigliani); el rumano Brancusi; el mexicano Diego Rivera; o Van Dongen y Mondrian que acudieron desde los Países Bajos y también algunos artistas americanos que ya se encontraban en París desde el nacimiento del movimiento impresionista.
A principios del siglo XX surgirán movimientos como el expresionismo, el fauvismo, el futurismo y el modernismo (este último luego lo veremos con mayor detenimiento ya que, en algunos aspectos, se puede considerar como un embrión del Art déco).
Francia tenía planeado otra exposición internacional en la primera década del siglo XX con los nuevos productos que actuase como la de 1889. Pero la situación socio política en Europa no atravesaba sus mejores momentos. La diplomacia no supo para la guerra. El conflicto bélico estalló y durante cuatro años todo se supeditó a la guerra, paralizándose cualquier iniciativa cultural. El proyecto de una nueva exposición universal se retomó en 1922 pero no pudo llevarse a cabo por problemas económicos hasta 1925.
Esta exposición, de 1925, llevaba por título: Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes. En un primer momento se organizó en torno al Grand Palais (con 33.000 metros cuadros). Las previsiones iniciales se desbordaron y fueron necesarios habilitar ceca de 220.000 metros cuadrados. Participaron veintiún países junto con las colonias francesas.
Esta reunión sirvió para mostrar los adelantos tanto en artículos de decoración como de productos industriales, así como en el diseño y la construcción de los propios pabellones expositivos (esto casi un siglo después sigue teniendo su vigencia, recuérdese las Exposición Universal de Sevilla, en 1992, o Zaragoza, en 2008). La exposición Universal de París de 1925 tuvo como consecuencia la exaltación de los artistas que se coronaron como grandes exponentes de Art déco.
¿Qué es el Art Déco?
Ningún movimiento o corriente artística se puede definir en apenas unas líneas. Somos dados a establecer unos límites que determinen qué es cada cosa dentro del mundo del arte. Nos gusta el mundo ordenado. El modernismo fue una corriente de renovación artística que surgió en Europa a finales del siglo XIX y que abarcaría hasta, prácticamente, el comienzo de la I Guerra Mundial.
Este movimiento se va a conocer en Francia y en Bélgica como Art Noveau; en Alemania y los países nórdicos como Jugendstil; en Austria como Sezession y Modern Styleen los países anglosajones. Era un movimiento que trataba de identificarse con la época en que se vivía y que abandonaba la imitación de estilos anteriores buscando una identidad en lo urbano y lo moderno. La estética inspirada en la naturaleza con empleo de imágenes planas, lineales y decorativas de singular belleza.
Tras la guerra y el comienzo de la recuperación económica surgirá una evolución de este arte, pero con características propias. Es lo que se conoce como art déco. Un término que para algunos autores no existió nunca y que otros lo sitúan en 1966 con ocasión de una exposición retrospectiva «Les Anné 25» que se celebró en el Musée des Arts Décoratifs de París y que conmemoraba aquella magna exposición de 1925. Déco sería el apócope de la palabra francesa décoratif (extraído de esa magna exposición), en ingles se suprime el acento deco y en francés se mantiene por eso se conoce como déco.
Uno de los rasgos más característicos de este arte es su vocación decorativa. Otros elementos singulares son el uso de la línea recta o zigzags, con profusión de diseños geométricos y un colorido audaz en busca de ese afán decorativo por encima de la funcionalidad. El uso de elementos naturalistas también es muy frecuente como flores, árboles y diversos animales.
Los materiales empleados son aquellos que aportan una gran solidez y pureza de líneas como pueda ser el bronce, el mármol o el vidrio. La joyería, el mobiliario y el diseño textil cobra una gran importancia. Pero también hay un desarrollo de elementos metálicos como puedan ser las puertas de edificios, las barandillas de las escaleras con sus pasamanos, la cerrajería o las celosías de las puertas inferiores. Son espacios para el desarrollo de una imaginería art déco.
El uso de la figura humana en representaciones decorativas también es otro de esos rasgos del art déco. Obreros, gimnastas, hombres con traje y pelo engominado, mujeres sensuales, vistiendo a la nueva moda o practicando deportes como el tenis o montando en bici son los nuevos iconos de la sociedad. Junto a ellos también están la representación de esas nuevas máquinas como son los transatlánticos, aeroplanos o coches.
[…] Tim Benton afirma:
«El art decó, tanto el francés como el internacional, no es un estilo en el sentido convencional de término, con motivos o detalles formales reconocibles. Se alimentó en gran parte de otros estilos: del Neoclasicismo al cubismo, del arte africano al egipcio, del japonés al chino, del art nouveau a la Sezession vienesa, que manipuló en una dirección determinada, la de la simplifi cación enfática y la propaganda. El art decó es el estilo de la mercadotecnia y del consumismo de mediados del siglo XX»1.
El art déco también tuvo mucha influencia en la arquitectura y no solo en lo accesorio (puertas, ventanas, escaleras, etc.) sino en la preocupación por un efecto decorativo en la propia estructura del edificio, en una clara oposición al funcionalismo (utilitas, una de las famosas patas de la triada del arquitecto romano Vitrubio —belleza y solidez, son las otras dos—) que propugnaban que la forma siempre sigue a la función. Los arquitectos y diseñadores fueron pioneros en la manipulación de la luz. En las fachadas de estos edificios podemos ver claramente la influencia de este movimiento. Remates terminados de forma escalonada, puertas ochavadas, o uso de materiales como mármol o aluminio.
Aunque nace en Europa, se expande con rapidez y brillantez a los Estados Unidos. En Nueva York hay dos ejemplos significativos como son el Empire State Building y el Chrysler Building (1928 – 1930).
Este último es el paradigma de edificio art déco. Ganó en el último momento en la carrera por conseguir ser el edificio más alto del mundo, al añadirse, casi en secreto, el remate final en forma de pirámide que acaba en la alargada punta. Con ello alcanzó los 319 metros de altura, siendo el edificio más alto del mundo durante once meses hasta que le fue arrebatado por el propio Empire State Building.
En Europa, en la propia sede de la Exposición Universal de 1925, en París fue donde se realizaron los mejores ejemplos de la arquitectura art déco. En Londres, el estadio del Arsenal se levantó en 1913 y en su fachada se ven motivos claramente de este movimiento (en 2006 se trasladó a una nueva sede pero se mantuvo su fachada que se integró en unos apartamentos de nueva construcción).
En España, en Valencia, hay buenos ejemplos con edificios como los cines Rialto y Metrópoli o el rectorado de la Universidad. En la exposición de 1925, en el edificio principal de la sede, el Grand Palais, destacó René Lalique (1860 – 1945) con unos trabajos finos y elegantes en vidrio. Fue el primero en esculpir el vidrio para obras monumentales. Sus diseños en joyería fueron muy apreciados. Fue contratado para decorar barcos y trenes (como el famoso Orient Express) y a él debieron los trabajados en la Puerta de Honor de entrada a la Exposición Universal de París de 1925.
Luis José Cuadrado Gutiérrez, «El gusto moderno: Art déco en París 1910 – 1935», Revista Atticus, 29 Junio 2015, págs. 111-124
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