
NAVEGACIÓN: Monografía independiente de la línea secuencial principal. Para salir utilice «TODAS las SECCIONES»
Material complementario disponible:
Documento:El descanso de los bañistas/Cézanne - IMAGEN
Documento:La montaña Sainte-Victoire/Cézanne - IMAGEN
Cincuenta años después de haberse producido en el arte la más radical de las transformaciones, el paso de las imágenes a la libre abstracción, la pintura de Cézanne, que hoy parece pasada de moda por su apego a la naturaleza, se mantiene fresca y estimulante para los jóvenes pintores de nuestro tiempo.
Cézanne no creó ninguna escuela, pero, directa o indirectamente, dio un impulso a casi la totalidad de los nuevos movimientos surgidos tras su muerte. Su capacidad de inspirar a artistas de distintas tendencias y temperamentos se debe, a mi juicio, a que dominaba con igual destreza las múltiples facetas que encerraba su arte.
Con frecuencia, los grandes pintores modernos han desarrollado una sola idea con gran vigor, y algún elemento o nota expresiva ha dado un resultado sorprendente. En Cézanne, en cambio, lo que nos sorprende es más bien, el carácter totalizador de su arte, aunque algunos artistas posteriores se hayan basado en un elemento particular de su estilo.
Color, dibujo, modelado, estructura, pincelada y expresión —en el supuesto de que cualquiera de ellos pueda aislarse de los demás—, alcanzan cotas inéditas en su obra. Llama la atención por sus imágenes —más ricas de contenido sugerente de lo que se ha creído— y también por sus pinceladas inacabadas que nos revelan las notas de grandeza que puede haber en leves toques de pintura. En sus cuadros, ciertas pinceladas sueltas se manifiestan como una elección misteriosa que determina la unidad de toda una región de formas. A partir de ellas se crea una semblanza conmovedora de un mundo natural familiar en el que reina una armonía profunda que invita a la meditación. Su pintura es un arte equilibrado, no porque sus efectos sean estables o moderados, sino porque, en ella, las notas opuestas se unen en un juego escrupulosamente controlado.
Cézanne es inventivo y perfecto en multitud de facetas de su arte. En su esfuerzo por alcanzar la plenitud, Cézanne es un descendiente directo de los maestros del Renacimiento y el Barroco. Al igual que Delacroix, conserva de Rubens y los italianos un concepto de lo grandioso, pero no en lo que se refiere a las dimensiones del lienzo, sino a la importancia y complejidad de la variación. Su grandeza carece de retórica y convenciones y es inherente a la fuerza dramática de los grandes contrastes y a la franqueza de sus recursos. Su contemplación despreocupada de los temas surge de una naturaleza de tendencia apasionada que trata de dominar sus propios impulsos adoptando una actitud objetiva ante las cosas.
La cumbre montañesa resulta una elección natural para él, al igual que la cantera abandonada, la casa o el árbol solitarios y la diversidad de objetos humildes e impersonales depositados sobre la mesa.
La grandeza de Cézanne no radica sólo en la perfección de algunas de sus obras maestras, sino también en la calidad del conjunto de su obra. Una exposición de obras que abarque sus cuarenta años de pintor no hará sino de poner de relieve su extraordinaria libertad interior. Las vidas de Gauguin y Van Gogh han impedido al público ver lo que de consumado y noble tiene la menos sensacional, si bien marcada por la angustia, carrera artística de Cézanne. Por haber sobrevivido a estos contemporáneos más jóvenes y más afortunados en la superación de impulsos y situaciones peligrosas para el arte, pudo Cézanne madurar más plenamente y plasmar un número mayor de ideas artísticas.
La maestría de Cézanne no sólo se manifiesta en su dominio de la complejidad y novedad del lienzo, sino en la manera en que organiza su propia vida artística. Su arte tiene una calidad única de madurez y de continuo crecimiento. Si bien se concentraba en sus propios problemas —problemas que se había planteado él mismo y no tomado de una escuela o de un maestro— era capaz de producir una variedad sorprendente, variedad que es fruto de la franqueza de su espíritu sensible.
Cézanne admitía en el lienzo una mayor gama de percepciones y estados de ánimo que sus amigos impresionistas. Así lo denota la diversidad de los temas, pero también se evidencia claramente en las notas pictóricas. Pinta o colorea: compone o se atiene a su sensación inmediata de la naturaleza; pinta sólidamente con una pincelada viril o la más delicada y disuelta acuarela, y en ambas técnicas demuestra la misma seguridad. Tenía una fe acendrada en la sensibilidad espontánea, en los recursos del yo sincero. Cézanne puede ser apasionado y frío, grave y ligero, pero siempre es honesto.
La obra de Cézanne no sólo nos proporciona la satisfacción propia de toda pintura admirable, sino que atrae también como ejemplo de heroísmo artístico, pues es bien sabido que Cézanne alcanzó la perfección tras una larga y ardua lucha consigo mismo. Cabe apreciar esa lucha en los numerosos signos de destructividad y tenebrosos estados de ánimo que se manifiestan en su pintura, sobre todo en la fase inicial; pero es posible que podamos reconocerla hasta en el aspecto despreocupado del mundo que finalmente él configura en un todo serenamente ordenado. No dudo de que el contenido personal de este arte clásico acabará siendo con el tiempo tan evidente como su resultado estético.
Meyer Shapiro, «Cézanne», El arte moderno, trad. Aurelio Martínez Benito y María Luisa Balseiro, Madrid, Alianza, 1988, pp. 43-44.
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