Choisy: Historia de la Arquitectura

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Documento:Pantheon - Proyección axonométrica/Choisy - IMAGEN


Para Guadet1, el tema perenne era la composición; para Choisy, la construcción. Hay entre ellos una diferencia de formación y de trabajo, no de generación, pues tenían casi la misma edad. Guadet nació en 1834 y murió en 1908; M. Choisy, siete años más joven, murió en 1909. Existían también diferencias de temperamento: al parecer, Guadet era el Grand Professeur, y en sus últimos años su personalidad aparece casi tan difusa como sus escritos,
pero aunque «de reducida estatura, M. Goily en hombre de buena presencia, con cierto aire milita en su manera de ser»2. Las fotografías tomadas al recibir Choisy la Medalla de Oro del RIBA, en 1904, muestran un hombre de rostro duro, con aspecto de hombre de negocios, ataviado con una chaqueta cuadrada semejante a las que usaban capitanes e ingenieros civiles.

Por su formación de ingeniero, Choisy adoptó una visión realista, práctica, de la arquitectura: para él, como para Henri Labrouste, la arquitectura fue siempre L'Art de Bâtir. La esencia de la buena arquitectura es siempre la construcción, y la tarea del buen arquitecto consiste en llevar a cabo una correcta apreciación del problema planteado: la forma del edificio se deducirá lógicamente de los medios técnicos puestos a disposición del arquitecto.

«El estilo no cambia conforme al capricho de la moda más o menos arbitraria; sus variaciones no son sino las variaciones de los procesos… y la lógica de los métodos implica la cronología de los estilos».

Por supuesto, no fue el único que sostuvo tal idea: los racionalistas de la escuela de Semper habían adoptado análogo punto de vista en Alemania, y también los racionalistas partidarios del gótico en Inglaterra. Thomas Graham Jackson, por ejemplo, veía el problema bajo una luz menos absoluta, pero en términos muy similares3.

«Clamar, como hacen algunos, por un nuevo estilo, como si para lograrlo sólo basrara con pedir, insistir en el Art Nouveau… es ignorar toda la enseñanza de la historia. No nacieron así los grandes estilos del pasado… Por el contrario, el arquitecto de las grandes épocas artísticas encontró su más auténtica inspiración en las sugestiones de la construcción».

Pero, en cuanto se refiere a la influencia que ejerció, Choisy poseía ciertas ventajas sobre otros teóricos racionalistas: ventajas históricas, técnicas y literarias. La ventaja histórica consiste en que su libro fue publicado en 1899, precisamente cuando el Art Nouveau empezaba a declinar. Las objeciones de T. G. Jackson aparecieron cuando esta declinación ya había sobrepasado su punto máximo; en cambio, quienes leyeron a Choisy pudieron ver su concepción sobre los orígenes del estilo demostrada ante sus propios ojos en los diez años siguientes. El Art Nouveau, considerado entonces como un caprice de mode, se hallaba claramente en decadencia; entre la generación joven, el rechazo por lo arbitrario se consolidaba a través de la admiración por lo lógico, y el comentario necrológico de Choisy sobre el gótico tardío debió sonarle a su generación como un rappel à l'ordre aplicable a su propia situación.

«La complejidad había alcanzado su punto culminante, y la única manera de rejuvenecer el arte era retornar a las formas sencillas».

Las ventajas técnicas de Choisy residen en la presentación de su libro y en las ilustraciones que lo acompañan. La Histoire de l'Architecture está editada en dos volúmenes importantes, mas no demasiado grandes; al menos, no tan grandes como para no poder llevárselos a casa. El texto se expone en párrafos relativamente breves, cada uno de los cuales está dedicado —normalmente— a demostrar un solo punto, de suerte que la consulta resulta fácil y en casi todas las páginas hay por lo menos una ilustración notable.

Nada podría subrayar tan bien la idea de continuidad de la práctica arquitectónica como la completa homogeneidad de estilo de estas 1.700 ilustraciones, todas dibujadas por el mismo Choisy conforme a una fórmula casi invariable. Las desviaciones con respecto a esa fórmula no son numerosas —una perspectiva ocasional, un simple alzado o una planta—, ni memorables, y esto es lo más importante. La fórmula es de desarrollo isométrico: presenta planta, sección y alzado en una sola imagen, suprime los detalles y presenta al lector un diagrama elegante y de comprensión inmediata. No hay en ellas intento alguno de producir un efecto artístico; son representaciones cuidadosas de hechos, dibujados con erudición.

Tan convincentes fueron, en su momento, estas ilustraciones que ni siquiera el comentarista de The Builder, crítico frecuente de los métodos, observó que se trata de puras abstracciones que no esclarecen puntos tales como el aspecto del edificio frente a un observador situado dentro o fuera del mismo. No obstante, fue esta cualidad abstracta, esta construcción lógica que superaba los accidentes del aspecto exterior, y el elegante dibujo en blanco y negro sobre la página, lo que atrajo hacia esas ilustraciones a la generación nacida en la década de 1880—1890, esa generación que —fuera de la arquitectura, aunque sin perder nunca contacto con ella— contribuiría también a la consolidación del arte abstracto. Le Corbusier, al menos, las hizo suyas y utilizó muchas de ellas en L'Esprit Nouveau, a través del cual cobraron nueva y más amplia circulación.

La ventaja literaria de Choisy radica en su estilo, concordante con los párrafos breves que ya hemos mencionado. La argumentación general se dispersa a menudo de manera excesiva como para poder leerlos en forma consecutiva, pero los párrafos aislados de estilo agudo y aforístico, se fijan en la memoria gracias a su equilibrada concisión y notable racionalidad. Así, por ejemplo, al referirse al frontón dórico, dice:

«La inclinación del frontón es la del techo, la cual se halla regida por la doble condición de que la lluvia debe deslizarse por él, pero sin que se caigan las rejas».

Explicación cuidada y razonable, aunque carezca de toda evidencia documental o real en su apoyo, convincente en virtud de su misma racionalidad. Tal como observara el comentarista de The Builder:

«[… ] si bien se inclinaba demasiado a tratar como cosa demostrada aquello que sólo había logrado representar como probable, muchas de sus hipótesis en cuanto a la construcción antigua se imponen el lector, a través de sus brillantes demostraciones, con mayor posibilidad de ser la solución correcta que cualquiera otra que hubiere podido ofrecerse».

A estas enjundiosas proposiciones, que tan a menudo parecen haber dilucidado definitivamente un problema, haber resuelto algún misterio en forma concluyente, se debe en gran medida la perduración de su fama. Fácilmente memorizables y cómodos de repetir, orientaban de manera lógica y clara a mentalidades que iban tanto en busca de guía sobre cuestiones de detalle, como en busca de principios rectores, y en algunos casos incluso suministraban la fraseología y la forma verbales para posteriores discusiones.

A veces, Choisy, adopta también un matiz cuasi profético, y uno se pregunta si la disposición de Le Corbusier a ser incluido entre los fundidores de L'Esprit Nouveau no habrá estado condicionada por un eco mental de esta frase:

«Hemos percibido un indicio del nuevo espíritu (L'Esprit Nouveau), en la búsqueda de la verdad, en la independencia de un arte rejuvenecido que rompe con los tipos convencionales».

Choisy se refería, en realidad, al nuevo espíritu de la arquitectura gótica que surgía por entonces, pero nada podría describir con más claridad los objetivos (si no las realizaciones) de L'Esprit Nouveau durante los cinco años y medio de su existencia que esta combinación de búsqueda de la verdad con un arte reiuvenecido que rompe con los tipos convencionales de arquitectura.

Subraya también la perdurabilidad de sus escritos —o quizá es en parte causa de ella— el éxito de Choisy para imponer sus procesos mentales a los lectores. Siempre que éstos se veían frente a algún problema, volvían a su método favorito: la apreciación correcta, de la cual deriva lógicamente la respuesta:

«[…] la question posée, la solution était indiquée».

La mayoría de las veces tendían a plantear la cuestión en los mismos términos de Choisy, y con ello —de manera casi inevitable— eran prácticamente incapaces de obtener respuestas distintas a las de éste. Choisy puso en circulación todo un sistema de preguntas y respuestas que fue moneda corriente hasta su ocaso, que se produjo mucho más tarde, no a causa de la experiencia de sus discípulos, sino con motivo de la aparición de un tipo distinto de historia de la arquitectura, la de estudiosos como Worringer y Sedlmayr, o —en la misma Francia— como Focillon.

Este declinar ni siquiera comenzó a modificar el enfoque teórico de los arquitectos hasta bien pasado el período que abarca el presente estudio, y el sistema de Choisy, que no sólo incluye los valores arquitectónicos fundamentales, sino también los dementes mínimos de la discusión, requiere ser estudiado con cierto detenimiento. Teniendo presente el concepto básico de forma arquitectónica como consecuencia lógica de la técnica, cabe advertir que para Choisy technique, méthode, procéde y outillage son aspectos de la sociedad considerada en su totalidad, la gama completa de mecanismos y relaciones puestos en movimiento para la construcción de un edificio.

«Los edificios se relevan de época en época, como testigos determinantes de la manera de vivir y la condición moral de la humanidad».

En su opinión, esto se aplica igualmente a las unidades más pequeñas dentro de un marco social más amplio. Refiriéndose a la planta de las catedrales góticas, observa que estas iglesias cívicas debían servir a una doble finalidad:

«[…] tanto para reuniones del pueblo como para el ritual sagrado. De ahí su carácter mixto, como edificios a un tiempo municipales y religiosos. A veces privaba la influencia divina, a veces la eclesiástica, y sus alternancias explican y resumen la historia delos tipos masivos de planta».

Aun las unidades más pequeñas dentro de la iglesia poseían a sus ojos una influencia discernibles, pues observa con respecto al planeamiento de los conventos:

«[…] de un grupo a otro, su carácter difiere según el espíritu mismo de la Orden».

«Según el espíritu mismo de la Orden» es un tipo de causa muy vaga y general, pero a veces Choisy no parece concebir como factor determinante nada más definido que una especie de necesidad abstracta:

«L'arc—boutant [el arbotante]… ne fut point inventé, il s'imposa».

Más adelante apoya esta última afirmación con el siguiente párrafo:

«Es propio de la naturaleza del gótico, como de todos ms descubrimientos, que rara vez podamos nombrar al inventor verdadero, indiscutible; las semillas geminan en la oscuridad y de pronto asistimos a diversos nacimientos que tan sólo implican la lógica de los hechos».

Esta posición de fatalismo constructivo es, quizá, inevitable en quien adopta un punto de vista estrictamente determinista de la historia arquitectónica, y señala la diferencia que existe entre un racionalista como Choisy, que se guía por el antiguo canon historiográfico, y un hombre meramente razonable, sometido a una disciplina histórica distinta, que no puede dejar de suponer que la incapacidad de asignar nombres se debe a la falta de la documentación necesaria. El enfoque Choisy menosprecia el esfuerzo personal y tiende a dejar a sus discípulos en espera de que un nuevo principio estructural como el arbotante, se imponga por sí solo. Con todo, esta actitud fue bienvenida —y es comprensible que así haya sido— en un período que se caracterizó por su rechazo contra el Art Nouveau y contra sus supuestos excesos de personalismo.

Sin embargo, como no dirige sus argumentos específicamente contra el Art Nouveau, sino que habla en términos más generales, el rumbo de sus observaciones parece a veces favorecer algunos aspectos de la práctica de ese movimiento. Así, por ejemplo, brinda apoyo implícito al concepto del artista universal cuando se refiere en tono admirativo a los arquitectos del Renacimiento, quienes

«[…] poseyeron talento universal; ningún problema relativo a la forma escapó a su dominio […] La superioridad del Renacimiento radica en que no existían artes independientes entre sí, sino un solo arte en el cual se fusionaron todas las expresiones a la belleza».

Ideas como la que queda expresada contribuyeron a preparar a los arquitectos franceses —carentes del respaldo a un movimiento artesanal como el existente en Alemania, tipo similar al de Arts and Crafts— para realizar después de la primera guerra mundial incursiones en artes emparentadas, como la pintura y el diseño industrial. Esas ideas ayudaron a imponer el concepto de un solo arte del diseño que abarcaría a todos los demás, y comenzaron a dar vigencia a la palabra forma —palabra estrechamente vinculada a acontecimientos posteriores en el campo del diseño industrial— como parte de la terminología propia de la teoría del diseño.

Generalmente se considera que la forma posee sus leyes propias: leyes de la armonía, proporción, etc. Pero al referirse a esas leyes, Choisy se muestra ambiguo. Observa el uso de la proporción sistemática, por ejemplo, dondequiera halla muestras del mismo, mas rara vez le concede gran importancia.

«Los egipcios no aceptaban la idea de que el efecto de un monumento radicara totalmente en la armonía abstracta de sus líneas».

Y aunque registra el uso de tracés régulateurs durante la Edad Media y el Renacimiento, presentarle justificando su uso —tal como Le Corbusier parece haber deseado hacerlo en alguna ocasión— es interpretar erróneamente a Choisy […]

Reyner Banham, Teoría y diseño en la primera era de la máquina. Paidos, Barcelona, 1985, pp. 37-42.


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