De R. Kipling a T. Mann

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NAVEGACIÓN: Monografía independiente de la línea secuencial principal. Para salir utilice «TODAS las SECCIONES»

Material complementario disponible:
Secuencia cinematográfica: Peter Pan/H. Brenon (1924) - VISUALIZAR
Documento: Programa obra teatral Peter Pan y Wendy - IMAGEN
Documento: Portada de Amor y gallinas/P. G. Wodehouse - IMAGEN
Documento: Portada de El maravilloso mago de Oz/L. F. Baum - IMAGEN
Lectura complementaria: El corazón de las tinieblas/J. Conrad - Cap. I - LEER


Como sucede en otros ámbitos sociales, políticos y artísticos, el siglo XX, desde un punto de vista literario, se inicia dentro de ese ambiente ambivalente característico que se debate entre el optimismo derivado de los avances tecnológicos que auguran un mundo mejor para todos, y la nostalgia de un pasado idealizado, encarnado en el espíritu del fin de siècle, de la literatura del siglo XIX. En el mundo anglosajón se denomina eduardiana a esta etapa de tránsito como recuerdo y homenaje a Eduardo VII, sucesor de la reina Victoria en la corona del Reino Unido. Pero a la crítica literaria de este periodo le preocupa, además, otra cuestión: alta literatura o literatura popular, especialmente en lo relativo a la novela.

El gran vehículo difusor de la literatura continuará siendo todavía, y especialmente para la novela y el cuento, la prensa. Aquí se reivindica sobre todo la fantasía y el mundo interior. Unas veces se mostrará desbordante de color e imaginación, como se refleja en el universo creado para Peter Rabit por la escritora, ilustradora y naturalista Helen Beatrix Potter, o en las lejanas tierras de niños perdidos, indios y piratas, donde Wendy y sus hermanos viven emocionantes aventuras de la mano de Peter Pan, el personaje teatral nacido para Peter Pan y Wendy, de James Matthew Barrie, que, una noche de diciembre de 1904, escapó de los escenarios londinenses convertido por psicólogos y estudiosos de la mente y comportamiento humanos en prototipo y símbolo de quienes se niegan a asumir las responsabilidades que conlleva la maduración personal. O aquel otro lugar de asombrosa belleza y pletórico de «exquisitos retazos de césped verde, con majestuosos árboles cargados de apetitosos frutos», adornado con «magníficos canteros de flores y pájaros de extraño y vistoso plumaje que cantaban y aleteaban en los árboles y en los matorrales», y donde, algo más allá «corría un arroyo entre el verde murmurando con una voz muy agradable para una niña que había vivido tanto tiempo entre secas y grises praderas». Paradisiaco y maravilloso paisaje, al que el ciclón arrastra con su fuerza devastadora casa de Dorothy, la pequeña huérfana de El maravilloso mago de Oz, The Wonderful Wizard of Oz, la mágica historia creada por Lyman Frank Baum y publicada por la George M. Hill Company de Chicago en 1900.

Aunque no siempre las historias se desarrollan en ambientes encantadores. También acontecen en entornos más amenazantes y peligrosos, como es el caso del entorno descrito en El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, narración publicada originalmente en entregas periódicas entre febrero y abril de 1899 en la revista inglesa Blackwood, de la que opina así Edward Garnett:

«El arte de Heart of Darkness, como en toda gran obra psicológica, yace en la relación de las cosas del espíritu con las cosas de la carne, de la vida invisible con la visible, de la vida subconsciente que hay dentro de nosotros, nuestros oscuros motivos e instintos, con nuestras acciones, sentimientos y apariencia conscientes. La quietud de las sombrías junglas africanas, el resplandor del sol, sentir cómo se pone, como se alza, sentir la noche en un río tropical, el aislamiento de los blancos, degenerados y con los nervios de punta y observando todo el día el corázon de las tinieblas, lo que a la vez ven sin sentido pero también como algo amenazador a sus ideas y concepciones de la vida; el embrutecimiento sin remedio de unos infelices salvajes al alcance de unos conquistadores rapaces y fofos. Todo esto es una página arrancada de la vida en el continente negro, una página que ha sido hasta ahora cuidadosamente borrada y mantenida oculta a los ojos europeos».1

A este amor por lo fantástico se une el gusto por lo exótico y aventurero. El maestro del género en la época es, sin duda, Rudyard Kipling que continuará por años considerado autor de éxito entre el gran público que, en su intento por olvidar la miserias que padece, explora también otra nueva senda, la del humor. Y aparece P. G. Wodehouse con su Amor y gallinas en 1906.

Paralelamente, en Alemania, se comentan las primeras publicaciones de quien será figura relevante del canon germano y faro para la narrativa europea, Thomas Mann, cuya trayectoria, insertada inicialmente en el realismo decimonónico, Los Buddenbrooks, derivará progresivamente hacia otras formas de narrar. Junto a él, y cada uno en su faceta, es imprescindible citar aquí, y tratar someramente, si no lo han sido ya, nombres como William Butler Yeats, Laurens Jan van der Post, Sigmund Freud, Arthur Schnitzler, Stephen Crane…

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