El expresionismo alemán

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Llamamos a toda la juventud a la unidad. Nosotros que poseemos el futuro, queremos libertad de acción y pensamiento con respecto a la rígida y vieja generación. Cualquiera que exprese de forma honesta y directa lo que le impulsa a crear, es uno de nosotros1

[…] El expresionismo fue una corriente artística de vanguardia iniciada a principios del siglo XX en el seno de Alemania. Su lema principal, repetido de distintos modos a lo largo de los distintos programas, manifiestos y libros de teoría pictórica que produjeron, era el de representar, no ya al mundo tal cual se veía, sino al mundo tal cual era percibido por el artista en su interior. De allí proviene el nombre de la corriente, dado que lo que se buscaba era, en definitiva, expresar los sentimientos del artista, sacarlos al exterior dándoles forma y color2.

« ¿Qué es lo que presta carácter expresionista a la pintura alemana del siglo XX? Una manera peculiar de acentuar el subjetivismo patético […]. En todos sus cultores se encontrará siempre una nota peculiar de dinamismo que abre las puertas de la imaginación a un mundo de irrealidad en el que palpita sin embargo un aliento de subjetividad indecisa, de angustia y de dolor, cuando no de burla o de sarcasmo. Ésta es la nota expresionista […]: una modalidad particular en el manejo de los elementos plásticos que no se sujeta a lo representado, no obstante su mantenimiento, sino a una interpretación subjetiva que se extiende siempre en la dimensión metafísica3».


Todo el canon de la historia del arte coincide con la idea citada de que los elementos indispensables que constituyen al expresionismo son el alto grado de valoración del subjetivismo, de la imaginación y del sentimiento individual. Die Brücke o El Puente fue el colectivo artístico que creó y primero adscribió a esta máxima. Conformado en 1905 en la ciudad de Dresde, duró hasta el año 1913. Sus miembros, ex-arquitectos que decidieron abandonar la profesión y dedicarse a la pintura, eran originariamente cuatro: Ernst Ludwig Kirchner, Erich Heckel, Karl Schmidt-Rottluff y Fritz Bleyl. A estos cuatro se sumaron luego Max Pechstein, Otto Müller y Emil Nolde. Cabe destacar, sin embargo, que Die Brücke no fue la única comunidad artística expresionista, pero sí la primera. Un segundo —y último— grupo inserto en la corriente expresionista original fue Der Blaue Reiter o El Jinete Azul, nacido en Berlín y cuya vida se extendió entre los años 1911 y 1914.

Posteriormente, el expresionismo se tornó más realista, en términos pictóricos, y surgió entonces, en 1923, el movimiento Neue Sachlichkeit —o Nueva Objetividad—. Si bien los dos primeros grupos ya se habían disuelto como tales, sus antiguos miembros seguían pintando y grabando en solitario. De hecho, un hito clave en la historia de la vanguardia expresionista fue que, con el ascenso del nazismo, sus producciones, radicales tanto en el tema como en la forma, fueron tildadas de «arte degenerado» por parte del oficialismo. De ese modo, los miembros de los distintos grupos —muchos de los cuales también provenían de familias judías— debieron suspender su oficio, y exiliarse en países extranjeros4.

La relevancia del expresionismo es múltiple. Independientemente de su valor artístico, esta vanguardia alemana jugó un importante rol en la politización que se estaba dando por aquella época en Alemania en particular, y en Europa en general, debido a la sucesión y simultaneidad de múltiples hechos novedosos como el cambio de siglo, la constante urbanización, industrialización y consiguiente proletarización de las metrópolis, el ascenso de, por un lado, diversos gobiernos autoritarios en todo el continente, y, por otro, la creciente masificación de los partidos de izquierdas, el cada vez más grande movimiento inmigratorio intra e inter continental, la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la entrada generalizada de la mujer al mundo del trabajo, la globalización y democratización de las diversas producciones culturales, entre otros.

Los expresionistas, efectivamente, formaban parte así del ser moderno, que en palabras de Marshall Berman implica estar inundado por la «sensación de estar viviendo una época revolucionaria, una época que genera insurrecciones explosivas en todas las direcciones de la vida personal, social y política5»; estar imbuido por la atmósfera moderna, dotada «de agitación y turbulencia, vértigo y embriaguez psíquicos, extensión de las posibilidades de la experiencia y la destrucción de las barreras morales y los vínculos personales, expansión y desarreglo de la personalidad, fantasmas en las calles y en el alma6»; estar rodeado, finalmente, por el paisaje moderno, «paisaje de máquinas de vapor, fábricas automáticas, vías férreas, nuevas y vastas zonas industriales; de ciudades rebosantes que han crecido de la noche a la mañana, frecuentemente con consecuencias humanas pavorosas7». Como explica el crítico de arte German Nedochivine, en consonancia con nuestra tesis de la politización:

«Es innegable que el Expresionismo ha jugado un rol esencial en la formación del arte de la crítica social a principios de los años veinte. Ningún otro movimiento se ha mostrado tan delicadamente sensible a las contradicciones y conflictos de la vida contemporánea8


Pero además de la politización que implicó en la sociedad alemana, el expresionismo fue relevante en términos estrictamente cuantitativos: «En 1917 había diez revistas expresionistas, quince en 1918, treinta y cinco principios de 1919 y cuarenta y cuatro cuando terminaba este año. Luego, en 1920, el número cae a veintidós, y después a ocho, en 19229» ). Es decir que se trató de un movimiento con una producción material imposible de ignorar, en el marco de la historia intelectual.

Reflexiones en torno al expresionismo y al Manifiesto Expresionista

Diversos autores dentro del campo de las ciencias sociales y las humanidades han hecho observaciones sobre el movimiento artístico expresionista. Algunos han hablado de él en tanto inserto en el conjunto de las vanguardias de principio de siglo, pero no lo han estudiado en su especificidad. Entre ellos se destaca en primera instancia Georg Simmel, para quien el expresionismo, dentro del conjunto de los movimientos futuristas, implica una negación radical de las formas culturales existentes, tradicionales; en particular, el expresionismo sustituye la imagen del objeto por un proceso anímico, pues su objetivo es la exteriorización de la vida.

«Simmel encontraba de esta manera, tanto en el expresionismo y otros movimientos artísticos futuristas como en movimientos religiosos místicos de la modernidad, un impulso común a externalizar las energías vitales con fundamento en la negación radical de las formas culturales existentes10».


En segundo lugar, para Gilles Deleuze, el expresionismo, junto a otras tendencias como el constructivismo, se encarga de «la inclusión de los mundos posibles en el plano de inmanencia11», es decir, que tiene un marcado sentido de la potencialidad del futuro, pero de un futuro que no es metafísico ni pertenece a otro mundo u otra vida, sino que es estrictamente físico, material y realizable.

En tercer lugar, según Gianni Vattimo, el expresionismo, junto con las demás vanguardias artísticas pero también filosóficas, implica un rechazo de la metafísica de la objetividad.

«Las razones para rechazar la metafísica […] valen para buena parte del pensamiento de vanguardia, no sólo filosófica sino también literaria y artística, de comienzos del siglo XX […]: la metafísica de la objetividad concluye en un pensamiento que identifica la verdad del ser con la calculabilidad, mensurabilidad y, en definitiva, con lo manipulable del objeto de la ciencia-técnica12».


Otros autores han abordado al movimiento expresionista en su especificidad, pero lo han hecho de una manera intuitiva, a partir de su conocimiento del arte en general, o de su relación con otras disciplinas como la filosofía o la política. Una línea la sugiere Max Scheler cuando afirma que habría una analogía de estructura y de estilo entre el expresionismo y lo que denomina la «moderna filosofía de la vida13». En palabras de Theodor Adorno y Max Horkheimer, el expresionismo es rebelde y emancipatorio:

«La industria cultural se ha desarrollado con el primado del efecto, del 'exploit' tangible, del detalle sobre la obra, que una vez era conductora de la idea y que ha sido liquidada junto con ésta. El detalle, al emanciparse, se había tornado rebelde y se había erigido —desde el romanticismo hasta el expresionismo— en expresión desencadenada, en exponente de la revolución contra la organización14 )».


Por su parte, para Jean Baudrillard, el expresionismo, especialmente en su faz abstracta, constituye una historia heroica dentro de la pintura, dado que en ella «el propio sujeto de la pintura se encamina hacia su desaparición15». Para Lionel Richard, el expresionismo lo constituyeron hombres que:

«Experimentaban una especie de 'mal del siglo'. Casi todos eran nativos de las ciudades y reaccionaron a los daños de la superpoblación y a los problemas del proletariado. Hijos de burgueses, casi todos, sintieron asco por el comportamiento de sus padres16».


Finalmente, según Juan L. Molinuevo, el elemento activo del expresionismo responde a «un mundo histórico que ha saltado hecho pedazos» en el que ya no se da lugar a «un modelo de conocimiento y arte receptivo, impresionista, que recoge y refleja, sino a otro activo, expresionista, que expresa los convulsos 'temples de ánimo' en los que día a día se decide la existencia17».

Algunos pocos autores, en épocas más recientes, han tratado la cuestión expresionista a partir del análisis de sus manifiestos. Algunos de ellos estudiaron el Manifiesto de Die Brücke, pero de una manera muy general, abordándolo desde la perspectiva de la historia del arte. El primero de estos autores, Norbert Wolf, sostiene que el Manifiesto Expresionista puede entenderse como la búsqueda de la realización de «un orden mundial existencial futuro», posible mediante un llamado a las nuevas generaciones y una prédica de amor al arte. En sus palabras:

«In their manifesto, the Brücke artists appealed to a new generation of both creators and lovers of art, to anyone who was capable of expressing what urges them to create, directly and without adulteration, as welcome adepts of a new and progressive religion of art18».


El segundo par de autores, Figura Starr y Peter Jelavich, sostienen que el Manifiesto Expresionista expresa la voluntad de «cruzar hacia un nuevo futuro» —de allí el nombre del grupo: El Puente—, que supusiera una revolución del arte y de la vida simultáneamente. Más específicamente:

«The artists saw themselves as pioneers of a revolution to overthrow the established order in both art and life. In a 1906 manifesto they gave voice to their faith in the power of youth and their desire to cross into a new future (hence the name, 'Brücke' or Bridge)19».


Un único estudio en particular ha utilizado las herramientas para el análisis de géneros discursivos, pero aplicándolas a los manifiestos de los escritores expresionistas —en su mayoría poetas—, y no al manifiesto de los pintores del grupo Die Brücke. Para Carmen Gómez García, el expresionismo es una respuesta al enajenamiento humano, producido en su lucha por «desarrollarse en un mundo ahora extraño». De esta situación se desprenden los dos conceptos clave para el estudio del fenómeno expresionista: la ruptura (la creación de nuevas formas de percepción de la realidad a partir de la antinomia yo-mundo) y el subjetivismo (el refugio en el yo que permanece luego de la ruptura)20. En cuanto a la relación de los manifiestos con las vanguardias, la autora nos sugiere pensarla como la «fusión entre arte y vida», especialmente en sus implicaciones de «ruptura con la tradición» y «utopía», dos elementos que dan unidad a la diversidad de vanguardias21. Otros rasgos de los manifiestos específicamente artísticos son: la brevedad del escrito; situarse en un «presente inmediato22»; una idea de pathos expresivo; la ambigüedad de los términos; la idea bíblica de «redención23»; el «regreso del escritor a la realidad»; la concientización de la «condición y misión del artista24»; y la presencia de rasgos vitalistas25. Finalmente, lo que la autora encuentra como la característica particular de los manifiestos literarios expresionistas es que su idea de utopía toma la forma de una absolutización del espíritu y del individuo26.
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Bibliografía
1. Eco, Umberto (1992/2002). Interpretación y sobreinterpretación. Madrid: Cambridge University Press.
2. Foucault, Michel (1995). Nietzsche, Freud, Marx. Buenos Aires: El Cielo Por Asalto. Foucault, Michel (1969/1998). ¿Qué es un autor? Recuperado de http://148.206.53.230/revistasuam/dialectica/include/getdoc.php?id=286
3. Fricke, Christiane; Honnef, Klaus; Ruhrberg, Karl y Schneckenburger, Manfred (2001). El arte del siglo XX. Colonia: Taschen.
4. Gil Villegas, Francisco (1998). «Modernidad en Simmel». En Gina Zabludovsky (Ed.), Teoría sociológica y modernidad (pp. 109-154). México DF: Plaza y Valdéz.
5. Gómez García, Carmen (2012). Los manifiestos y documentos expresionistas de la literatura en lengua alemana, 1910-1914. Recuperado de http://scholar.googleusercontent.com/scholar?q=cache:Cg- xI3_YOnkJ:scholar.google.com/+manifiesto+expresionista&hl=es&as_sdt=0.
6. Lanza Ordóñez, Gustavo A. (2009). El expresionismo, un movimiento artístico difícil de definir. Recuperado de http://suite101.net/article/el-expresionismo- a3321#axzz2FKhBxjy8
7. Mangone, Carlos y Warley, Jorge (1994). El Manifiesto. Un género entre el arte y la política. Buenos Aires: Biblos.
8. Molinuevo, Juan L. (1998). El espacio político del arte. Madrid: Tecnos.
9. Richard, Lionel (1979). Del expresionismo al nazismo. Arte y cultura desde Guillermo II hasta la República de Weimar. Barcelona: Gustavo Gili.
10. Sazbón, José (2002). Historia y representación. Buenos Aires: UNQ.
11. Scheler, Max (1926/2000). Sociología del saber. Buenos Aires: Siglo XXI. Recuperado de http://elaleph.com/libro/Sociologia-del-saber-de-Max-Scheler/937/
12. Starr, Figura y Jelavich, Peter (2011). German expressionism: the graphic impulse. Nueva York: MOMA.
13. Vattimo, Gianni (1996). Creer que se cree. Buenos Aires: Paidós.
14. Wolf, Norbert (2004). Expressionism. Colonia: Taschen.

Eugenia Fraga, «¡El futuro será de los artistas! Un análisis discursivo del manifiesto expresionista», Athenea Digital, num. 14(2), 2014, pp. 39-69.


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